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Análisis:A LA PARRILLA
Análisis
Exposición didáctica de ideas, conjeturas o hipótesis, a partir de unos hechos de actualidad comprobados —no necesariamente del día— que se reflejan en el propio texto. Excluye los juicios de valor y se aproxima más al género de opinión, pero se diferencia de él en que no juzga ni pronostica, sino que sólo formula hipótesis, ofrece explicaciones argumentadas y pone en relación datos dispersos

Mala educación

El mejor momento de El primero de la clase (TVE) se vivió a los pocos segundos de comenzar. Presentado por Antonio Hidalgo, apareció el sabio Eduardo Punset montado en un vehículo no contaminante y sonó, de fondo, la banda sonora de Twin Peaks. Si la serie de David Lynch constituía un viaje alucinado al interior de la psicopatía e intentaba averiguar quién mató a Laura Palmer, en El primero de la clase el cadáver es la educación, sometida aquí a una autopsia-concurso algo ajena al siempre conveniente sentido del ridículo. Ocho niños de entre 10 y 11 años y la oportunidad de acceder a unos privilegios educativos que, filtrados por un bienintencionado claustro de profesores (con la tutora Alicia, que habla igual que Rosa Villacastín), intentan congeniar con la despiadada lógica televisiva. La selección de concursantes es la misma que suele alimentar cualquier formato que viva de la verborrea espontánea de la infancia (como en Ankawa). Que nadie se rasgue las vestiduras: Marisol y Joselito también fueron explotados. Como complemento, los responsables del casting han tenido la perversa idea de elegir a ocho padrinos famosos que se convierten en colegas de los alumnos y en sufridores en las pruebas de plató.

Que José Campos, flamante nuevo marido de la nieta bailarina de Franco, sea el preparador físico es una idea morbosa, que reavivará la memoria de los alumnos traumatizados por la gimnasia castrense. Existe cierta conexión entre El primero de la clase y ¡Mira quién baila!, probablemente porque hace tiempo que la educación se ha convertido en una mezcla de ocio organizado y coreografía. Óscar Ladoire, Fernando Romay y Milene Domingues son algunos de los tránsfugas que han pasado del baile a la enseñanza. Se trata de un programa entretenido y de valores, dirán algunos, y es más positivo que Gran Hermano. Es cierto, pero, por si acaso, recomiendo a los auténticos profesores que no lo vean: aumentarán sus motivos de depresión si se acercan a este desigual, interminable ejercicio de mala educación-espectáculo.

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