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Reportaje:Golf | Copa Ryder

El mayor espectáculo del golf

Europa, con Olazábal y García, defiende el título de la Copa Ryder ante EE UU, encabezado por un Woods encorajinado

Pasen y vean. Es la Copa Ryder, el mayor espectáculo del golf. Una cita capaz de congregar a 45.000 espectadores a diario en el club The K, en Straffan (Irlanda), y a millones ante los televisores, así como de generar al menos 20 millones de euros de beneficio neto. Es el duelo bienal (Golf +, 8.55) entre Europa, que aspira a su récord particular de tres victorias consecutivas, y Estados Unidos, que pretende resarcirse de la humillación (derrota por 9,5 a 18,5 puntos) sufrida dos años atrás en Michigan.

Pasen y vean. A Ian Woosnam, el capitán galés del equipo de la costa oriental del Atlántico, casi deseando que las condiciones climatólogicas (lluvia y fuerte viento) empeoren para que aumenten sus posibilidades: "Nos iría mejor". A Sergio García, haciéndole de eco: "Nosotros estamos más acostumbrados que ellos a jugar con las circunstancias ambientales en contra". A José María Olazábal, el único europeo con un par de títulos del Grand Slam en su vitrina, matizando: "En definitiva, habrá una gran igualdad".

El torneo reunirá a 45.000 espectadores en el club The K y generará 20 millones de beneficio
Sergio García resalta los fracasos de El Tigre: "Nunca ha hecho nada en esta competición"

Pasen y vean. A Tom Lehman, el homólogo de Woosnam, alentando a su gente: "Podemos vencer". A Phil Mickelson, recogiendo el reto: "Esta vez todo será diferente". A Tiger Woods, conjurado consigo mismo como nunca antes lo ha estado en esta competición: "Hemos rejuvenecido el grupo y tenemos más garra".

La del número uno mundial es, sin duda, una motivación especial. Le mueven sus deudas personales pendientes. Tanto que incluso ha transgredido sus propias normas para tratar de armar aún más a los suyos. No suele conceder, en efecto, esa gracia. Sólo alguien que sea amigo íntimo suyo puede presumir de haber cenado con Woods. Excepcionalmente, sin embargo, invitó noches atrás a Zach Johnson, Vaughn Taylor, J. J. Henry y Brett Wetterich a compartir su mesa y su mantel. ¿Por qué? Porque son sus cuatro compañeros novatos. Y cualquier debutante en un evento considerado como los Juegos Olímpicos del deporte de los palos necesita escuchar la voz de la experiencia. Máxime, si ha sido llamado a compartir la responsabilidad de buscar el desquite del tremendo batacazo de 2004 en el club Oakland Hills, en casa, ante su público, que pasó en un abrir y cerrar de ojos del frenesí del entusiasmo a la desolación de la impotencia.

¿Qué consejos les dio? No ha trascendido más que uno. Dormir. Dormir todo lo que pudiesen antes del momento de la verdad. Porque desde hoy les va a ser difícil conciliar el sueño con tantos putts felices o infelices alborotando su mente. Tampoco fue, no, una advertencia original. El mismo Woods la recibió en 1997, en su première, cuando le faltaban tres meses para cumplir los 22 años. Se la dieron Mark O'Meara y Payne Stewart, un espléndido campeón con gorra y bombachos que murió asfixiado por un problema de despresurización y falta de oxígeno a bordo de su avioneta.

Mucho ha llovido desde entonces. Para todos, pero sobremanera para Woods. Aquella promesa de leyenda ya es una leyenda real. No en vano 12 grandes adornan su palmarés. No obstante, el californiano de oro tiene una espina clavada. Se siente deudor de sí mismo, de su país. ¿Y eso? Porque la Ryder se le resiste. La ganó, cierto, en 1999. Pero la perdió en 1997, 2002 y 2004. Un balance de 1-3 que no puede consentirse alguien como él.

Pero en sus cuatro comparecencias anteriores apenas ha sumado el 40% de sus puntos posibles (siete victorias, dos empates y once derrotas). Un dato estadístico. Un hecho irrefutable. Y la semana pasada, sin retroceder más lejos, su paisano Shaun Micheel le eliminó a las primeras de cambio en el Match-Play de Wentworth, en Inglaterra, cortando una racha impresionante de cinco triunfos sucesivos, incluidos los del British y la PGA, tras su desequilibrio emocional por la muerte de su padre y que le habían hecho proclamar: "Estoy más en forma que nunca". ¿Un mero accidente? Quizá. Pero él se muestra dolido. Y el dolor bien entendido supone un estímulo.

No, Woods no puede admitir que García le minusvalore: "Nunca ha hecho nada en la Ryder". Desde luego, no ha hecho mucho en comparación con el español, que, a sus 26 años, aún no se ha estrenado en el Grand Slam, pero saca pecho ante él por los dos últimos éxitos de Europa y porque su aportación global en sus tres intervenciones es notable: el 73,33% de los puntos posibles (diez victorias, dos empates y tres derrotas). Y Olazábal, feliz por su regreso a sus 40, no anda a la zaga al Niño: 62,50% (quince, cinco y ocho). Esto promete emociones fuertes.

Partidos de hoy: Fourballs: Harrington y Montgomerie-Woods y Furyk. Casey y Karlsson-Cink y Henry. García y Olazábal-Toms y Wetterich. Clarke y Westwood- Mickelson y Di Marco. Foursomes: Las parejas se decidirán tras los fourballs.

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