Brujas, un cuento medieval
A pie o en bici por las callejuelas empedradas de la ciudad belga
El tópico de Brujas es el de ser una ciudad de cuento. Cuando en las guías turísticas aparece con esa etiqueta tan restregada que lo define como un lugar de ensueño, se rompe el hechizo de su nombre, y el viajero ya no pensará en los relatos de su infancia arrastrado por la evocadora semántica, sino que le vendrán a la cabeza esas estampas melifluas que anuncian los viajes de luna de miel.
MINNEWATER
No se deje embaucar por el tópico aunque lo primero que encuentre en su recorrido, si ha venido en tren desde Bruselas, sea la romántica perspectiva del Minnewater, el Lago del Amor, con su tersa alfombra verde bajo los sauces de las orillas y sus lánguidos cisnes flotantes, como princesas encantadas, en el lienzo del agua. La leyenda cuenta que el lago es la tumba de la bella hija de un marino que iba a ser entregada al hombre que no amaba, pero la historia dice que ocupa el antiguo puerto interior que desde el siglo XIV, y bajo el protectorado de los Borgoña, hizo de la ciudad un centro neurálgico del mercadeo europeo. Con el paso de los años, como en un maleficio, la corte abandonó Brujas, los sedimentos obstruyeron la ruta de los barcos hacia el mar y su actividad fue decayendo hasta convertirse en una ciudad difunta que el poeta simbolista Rodenbach retrató hace un siglo en su melancólica novela Brujas la muerta, en la que una mujer misteriosa surgida de la bruma vagaba entre las sombras de los canales. Entonces, el éxito del libro comenzó a atraer muchos visitantes deseosos de conocerla, y al fin despertó y se embelleció para deleitar al excursionista de nuestra época.
Hay que admitirlo, Brujas es una pócima aliñada para embriagar al visitante. Uno puede recorrerla a pie gracias a la limitación estricta del tráfico y callejear entre sus casitas medievales con tejados a dos aguas; o contemplarla desde una calesa guiada por un cochero simpático o desde alguna de las lanchas atestadas de turistas que estremecen la quietud de los canales. Por 15 euros se adquiere en la oficina de turismo (en 't Zand) un billete que incluye alquiler de bici, bebida y entrada a tres museos.
MARKT
También, uno puede otearla a vista de pájaro si sube los 366 escalones de la atalaya medieval en Markt, la plaza del Mercado, que custodia en lo más alto un carillón de 47 campanas. En esta enorme plaza cercada por las típicas casas de frontal triangular y escalonado hay mercado de alimentos y flores todos los miércoles por la mañana. En el siglo XIII, la parte sur estaba coloreada por las pañerías con su fabulosa exposición de las ricas telas que vestían los gentiles. Hoy se diría que todo el mundo la cruza para ir a cualquier punto de la ciudad: bicicletas, coches de caballos y grupos de turistas en un tránsito amable que se observa solazadamente desde las terrazas.
Bajando por la calle Breidelstraat se llega a la segunda gran plaza de Brujas, la de Burg, un cuadrilátero de edificios históricos donde le sorprenderá la corpulencia blanca del Ayuntamiento del siglo XIV, y enfrente, las dos capillas superpuestas, románica y gótica, de la basílica de la Santa Sangre, que cada viernes venera la reliquia que le da nombre.
Desde aquí, la Blinde Ezelstraat lleva a la lonja de pescado, que por la mañana expone el género en su bullicioso mercado. Ésta es la ciudad del comercio y del arte, y quedan en ella muchas huellas de la importancia mercantil que tuvo Flandes desde la Edad Media en toda Europa. Como en Bruselas, muchas plazas, calles y edificios conservan el nombre de los gremios que se establecieron en ellos. En el barrio de Santa Ana hallará encajeras sentadas a la puerta de su casa con el traje típico, que, haciendo saltar sus bolillos entre los dedos, enredan los ojos de los paseantes para obtener alguna moneda. El mecenazgo borgoñés influyó en el desarrollo del estilo pictórico que iba a renovar los cánones renacentistas; podrá admirarlo en el Museo Groeninge, en el Museo del Hospital de San Juan -uno de los más antiguos de Europa, con su farmacia del siglo XVII- o en alguna de las muchas iglesias. La de Nuestra Señora guarda entre sus tesoros una de las pocas obras de Miguel Ángel que se exhiben fuera de Italia, una Madonna con Niño adquirida para el templo por dos comerciantes en el siglo XVI. Al salir, no olvide mirar arriba para deducir la altura de su torre de ladrillo, el orgullo de la albañilería local.
LOS CANALES
El vagabundeo perezoso por el empedrado de Brujas le obligará a entrar en alguna cervecería añeja donde degustar la Burgse Sot o a descubrir en una de sus casas de caridad un jardín interior adormecido por la luz de la tarde, pero es imprescindible además el paseo en barca por sus canales; ésta es otra de esas ciudades que quieren competir con Venecia. Si se sienta cerca del barquero, éste le confesará a micrófono cerrado que le gustaría tener su propia ruta, pero los cinco embarcaderos que hay en el municipio son monopolio de sendas familias y su explotación pasa de padres a hijos en una tradición que viene no se sabe desde cuándo.
Al desembarcar, a menos que el espectáculo de puentes y fachadas milenarias quebradas en el verdín del agua no le haya noqueado, aún podrá darse una vuelta por el Mercado de las Pulgas, que se instala los fines de semana junto al Dijver, y regatear por alguna baratija que se le antoje, cuya antigüedad no debe cuestionar al vendedor; y si todavía le quedan fuerzas, acérquese a ver alguno de los viejos molinos que se yerguen junto a las puertas de la ciudad o el moderno auditorio en el 't Zand, que con su perfil de aristas puras y su agresivo recubrimiento de baldosas rojas, le traerá desde el ensueño hasta una época futura.
Si ha venido a Brujas con su pareja, cenen en un restaurante a la luz de las velas y luego bésense apasionadamente contra cualquier árbol del Lago del Amor. No todos los días tiene uno la ocasión de posar para una postal tan perfecta y, cómo no, encantadora.
- Ana Esteban (Madrid, 1964) es autora de la novela Es sólo lluvia (Debate, 2001).
GUÍA PRÁCTICA
Datos básicos- Población: Brujas tiene unos 117.000 habitantes. - Prefijo telefónico: 00 32.Cómo llegar- Iberia (www.iberia.com; 902 400 500) tiene vuelos directos a Bruselas desde Madrid y Barcelona, ida y vuelta, respectivamente, desde 236,05 y 166,05 euros. Tasas y gastos incluidos.- Vueling (www.vueling.com; 902 33 39 33) directo de Barcelona a Bruselas, ida y vuelta, desde 156,92, precio final.- Virgin Express (902 88 84 59; www.virgin-express.com) tiene vuelos directos a Bruselas desde Madrid, Barcelona, Málaga, Palma de Mallorca y Valencia. Ida y vuelta desde Madrid, a partir de 128,73 euros, tasas y gastos incluidos.- El trayecto en tren desde Bruselas a Brujas (www.b-rail.be) dura una hora. El billete de ida y vuelta, 23,60 euros.Visitas- Museo Groeninge (50 44 87 11). Dijver, 12. Obras pictóricas de El Bosco, Delvaux, Magritte, Gerard David, Van der Weyden o Van Eyck. Abierto de martes a domingo, de 9.00 a 17.00. Entrada, 8 euros.- Museo Memling-Hospital de San Juan (50 44 87 70). Mariastraat, 38. Abre de martes a domingo, de 9.30 a 17.00.El museo contiene pinturas de Hans Memling, material quirúrgico histórico y una botica del siglo XVII (cierra de 11.45 a 14.00). Ocho euros.- Iglesia de Nuestra Señora (50 33 19 17). Vrouwekerkhof Zuid. Abierto al público todos los días de 9.00 a 12.00 y de 13.00 a 17.00, excepto cuando se celebran servicios religiosos. Entrada gratuita a la iglesia, donde se encuentra la Madonna de Miguel Ángel. La entrada al museo, donde están los sepulcros de los duques de Borgoña, cuesta 2,50 euros.Información- Oficina de turismo de Brujas(www.brugge.be; 00 32 50 44 46 46).- www.visitbelgium.com.
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