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Reportaje:Mundial de baloncesto 2006 | Una gesta inolvidable

Impacto limitado

La competencia de la NBA y el fútbol hacen difícil que el baloncesto pueda rentabilizar su éxito como sucedió en los ochenta tras la plata de Los Ángeles - La Liga ACB, con muchos partidos de trámite, tiene escasa audiencia y muchos extranjeros

Robert Álvarez

A principios de los años ochenta, el baloncesto español aprovechó el viento a favor y experimentó un enorme impulso. La selección de Epi, Corbalán, Fernando Martín y compañía inició con un cuarto puesto en el Mundial de Cali, en 1982, una etapa de éxitos que prosiguió con las medallas de plata en el Europeo de Nantes, en 1983 y en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles, en 1984. Además de una cierta recesión del fútbol tras el fracaso en el Mundial de España 82, los éxitos de la selección de Antonio Díaz Miguel coincidieron con la emancipación de los clubes, que crearon la ACB y profesionalizaron el baloncesto. Algunas figuras ya percibían fichas elevadas, pero la carencia de organización, infraestructuras y recursos había hecho inviable hasta entonces una competición profesional.

En los ocho mejores clubes el porcentaje de jugadores españoles no pasa del 37%
Las finales de 2006, con un Barça-Madrid de por medio, sólo captaron a 551.000 telespectadores

Casi un cuarto de siglo después, muchas voces ligadas al baloncesto abogan por el aprovechamiento del impacto que ya empieza a notarse a raíz del éxito en el Mundial de Japón y las perspectivas optimistas a las que invitan la calidad y juventud de la selección que lidera Pau Gasol, que tiene otros dos grandes retos a la vista: el Europeo de Madrid 2007 y los Juegos de Pekín 2008.

La primera medalla de oro de España en un gran torneo internacional llega en un momento en que las audiencias televisivas de los clubes llevan un tiempo a la baja y la ACB busca fórmulas constantes para elevar su cuota en un espacio audiovisual en el que la competencia es cada vez mayor y más agresiva. En la pasada temporada, por ejemplo, la Liga española no despertó el menor interés de las cadenas de televisión e incluso tuvo que mediar el Consejo Superior de Deportes para que, finalmente, las públicas retransmitieran los partidos. Pero apenas tuvieron eco. La audiencia media de las finales fue de 551.000 espectadores, 200.000 menos que en 2005, y eso que hubo un Barça-Madrid en los cuartos de final. La Euroliga tampoco despertó mayor interés, con una media de 594.000. Algunas retransmisiones de fútbol-sala tuvieron mejores cifras. Pese a todo, los rectores de la ACB han mantenido el formato de una competición con 34 partidos de Liga regular, muchos de ellos intrascendentes.

Además, el baloncesto compite más que nunca con una cartelera cada vez más amplia. Por un lado, el fútbol ha multiplicado su popularidad intrínseca con la fórmula de la Liga de Campeones, lo que ha disparado sus ya de por sí enormes niveles de aceptación. De forma paralela han surgido en España fenómenos de nivel mundial que han obtenido un extraordinario impacto y elevadas cuotas de pantalla, caso de la fórmula 1 con Fernando Alonso o del tenis con Rafa Nadal y compañía.

A la competencia de otros deportes se añade la que la propia NBA le hace a la Liga ACB. Es cierto que todo redunda en bien del baloncesto en general y que el impacto que ha producido Gasol con su éxito en la Liga estadounidense también ha tenido una repercusión positiva en el baloncesto español. Pero es evidente también que la sangría que los clubes de la NBA causan al reclutar a tantos jugadores europeos supone que la Liga española, que si algo precisa en estos momentos es de jugadores españoles de alto nivel, note la ausencia de Pau y también la de Calderón. A ellos se les unirán ahora en la NBA Garbajosa y Sergio Rodríguez. De esta forma, la ACB se ha convertido en una incesante pasarela para jugadores extranjeros. En la pasada temporada, los ocho equipos clasificados para las finales inscribieron a un total de 120, de los que sólo 45 eran españoles, es decir el 37,5%. Pero el dato tiene trampa: la ACB obliga a tener cuatro seleccionables por plantilla. Así que de esos 45 españoles en la final, sólo 14 de ellos jugaron al menos el 50% de los minutos. El resto, puro relleno.

Uno de los elementos que ha jugado a favor de la selección en el Mundial de Japón es el compromiso de los jugadores. Ninguno de ellos ha dado la espalda a la selección en contraste con lo que ha pasado en otras muchas selecciones. Las renuncias han disminuido el potencial de muchas. Sobran ejemplos. "¿Es posible que no se den cuenta del gran privilegio que tienen de hacer feliz a su país? ¿Es posible que saluden y hablen con la cabeza alta con estrellas como Nowitzki o Gasol, jugadores que, pese a ser grandes nombres en el baloncesto, juegan con sus países sin plantearse otra cosa?", se apuntaba en una durísima nota de prensa de la federación de Serbia el pasado 6 de julio, a raíz de la defección de jugadores como Stojakovic, Radmanovic o Krstin, entre otros. Pero los serbios no son los únicos que han sufrido ese problema. Lituania no ha podido contar con Jasikevicius o Ilgauskas; Brasil, con Nené y Araujo; Eslovenia, con Smodis y Lorbek; Turquía, con Turkoglu, Okur o Besok; Francia; con Moiso y Abdul-Wahad, y así se podría continuar hasta llegar a un caso extremo como el de Japón, que, pese a ser el país organizador, vio cómo renunciaron 13 de los 22 jugadores convocados.

La ACB debe adquirir el compromiso de mejorar las fórmulas para dotar de mayor atractivo al baloncesto. Está demostrado que existen. La propia ACB patentó una Copa del Rey que resulta más atractiva en muchos casos que la Liga. El baloncesto, especialmente cuando de por medio no están el Barça y el Madrid, corre el riesgo de convertirse en un deporte de impacto restringido a los seguidores más especializados y a las aficiones que llegan a las finales. Los éxitos de las selecciones -este año, la júnior femenina y la cadete masculina también han logrado el oro en los Europeos- son saludables, pero el momento histórico debe ser aprovechado. Una vez más, se ha visto que el verdadero tirón lo tiene el equipo nacional, que obtuvo en la final japonesa una audiencia media de 3,6 millones de telespectadores.

Pau Gasol, durante la fiesta en Saitama por la consecución del título mundial.
Pau Gasol, durante la fiesta en Saitama por la consecución del título mundial.CRISTÓBAL MANUEL

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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