Argentina se pone seria

El entrenador argentino, Sergio Hernández, no tenía buena cara una vez que terminó el encuentro entre España y Lituania. La exhibición española confirmó lo que ya sabía y que Ginóbili, su gran estrella, definió a la perfección: "España está de dulce". A sabiendas de que su futuro pasaba por encontrarse con la máquina hispana en las semifinales, con la dificultad que esto entraña, Argentina decidió ponerse definitivamente seria en este Mundial. Lo acabó pagando Turquía, que eligió el peor día para jugar un partido infame.

Nada recordó a un equipo que hasta ese momento había rendido por encima de lo esperado. Desde el primer achuchón de Nocioni, se desmontaron como un castillo de naipes. Ni Erdogan, ni Kutulay ni el joven Akyol pudieron decir esta boca es mía. Con una placidez extrema, simplemente haciendo un partido muy profesional, Argentina fue acumulando ventaja sin aspavientos, pues no los necesitaba una vez que a los turcos, después de repartir unos cuantos guantazos, se les acabaron las pilas. Fue más o menos en el minuto 6 de juego, cuando un triple de Akyol no presagiaba lo que vendría después (14-13). Con la mirada complaciente de Ginóbili, que sólo está para las grandes ocasiones, Nocioni y Scola se encargaron de hacer unas cuantas acciones positivas y el partido se acabó.

El equipo suramericano no transmite las sensaciones de hace dos años, pero es más sereno

El alero de los Bulls de Chicago fue el que puso más interés, pues ya se sabe que no es de los que le gusta pasar inadvertido, sobre todo cuando viene de una actuación tan deslucida como la que mostró en los octavos ante Nueva Zelanda. Recuperó su confianza y en sólo 19 minutos de juego se fue hasta los 21 puntos. No tuvo contestación y, poco a poco, el tanteo derivó hacia números escandalosos.

A falta de un minuto para el final del tercer cuarto (75-39), Argentina había hecho con Turquía algo parecido a lo que tres horas antes España había realizado con Lituania: convertir un buen equipo en un montón de jugadores desorientados e incapaces de mostrar las cualidades que atesoran.

Sin el brillo de los españoles, Argentina demostró que está preparada para el reto del viernes. No trasmite las mismas sensaciones que hace dos o cuatro años, cuando se veía su hambre de gloria a la legua. Ahora es un equipo más sereno y puede que también más confiado en su capacidad competitiva. Falta le va a hacer porque le espera una España arrolladora. Pero si de algo pueden presumir los argentinos es de conocer los secretos y caminos que llevan al éxito. Por veteranía, talento y esas otras cuestiones intangibles que separan los buenos equipos de aquéllos que están llamados para las grandes empresas. Sin estar en su mejor momento, son adversarios de cuidado. El equipo español no será ni Nueva Zelanda ni mucho menos Turquía. Los diez últimos enfrentamientos han significado diez victorias de España. Así que el guante está lanzado. Y no cabe duda de que Argentina acudirá la cita.