Estados Unidos gana sin esfuerzo
Australia sólo resiste al equipo de Carmelo Anthony durante el primer cuarto
En el encuentro de Estados Unidos y Australia, lo mejor fueron las cheerleaders. De lo demás, prácticamente nada. Todo lo que se le supone a un buen partido no existió. Fue tal la superioridad norteamericana y tan poco la resistencia australiana que la gente aplaudía más a uno de los dos grupos de animadoras contratadas para este evento, las Red Foxes -zorras rojas- ucranias que alborotan los partidos del CSKA de Moscú, que a las incidencias del encuentro. Hasta el punto que durante el tercer cuarto, cuando EEUU llevaba una ventaja sonrojante (88-48), se confundieron e invadieron un lado del campo cuando los dos equipos se encontraban en la otra canasta. Al darse cuenta que no habían pedido tiempo muerto, su momento de actuar, se apresuraron a volver por donde habían entrado. El abarrotado pabellón pidió clamorosamente que no se fuesen. Para lo que estaba haciendo Australia, cualquier cosa mejor que la continuación de un partido inexistente.
ESTADOS UNIDOS 113 - AUSTRALIA 73
Estados Unidos: Paul (2), James (5), Battier (12), Anthony (20), Brand (8) -cinco inicial-, Wade (15), Hinrich (2), Bosh (12), Jamison (3), Johnson (18), Howard (8) y Miller (8).
Australia: Bruton (5), Smith (2), Mackinnon (8), Bogut (20), Worthington (5) -cinco inicial-, Barlow (5), Newley (15), Bruce (6), Kendall (3), Kickert (-), Hinder (-) y Helliwell (4).
Árbitros: Dovidavicius (Lit.), Voreadis (Gre.) y Sudek (Esl.).
Unos 18.000 espectadores en el Saitama Super Arena.
1º CUARTO 27-23
2º CUARTO32-6
3º CUARTO 29-20
4º CUARTO 25-24
La representación norteamericana está varios cuerpos por encima de la mayoría de los equipos. Pero no es el equipo perfecto, ni mucho menos. Su defensa es más llamativa que efectiva, su juego de ataque se basa en un lanzamiento constante de triples, y son impacientes para trabajar defensas aguerridas. Es decir, que tienen defectos que se pueden intentar explotar. Igual el resultado final será el mismo, pues las individualidades que poseen son sobresalientes. Pero lo menos que se puede pedir son alguna que otra piedrita en el camino. Ni para eso está Australia. Si su paso por la fase previa fue ya indicativo de que tiempos pasados fueron mejores, se van del campeonato sin haber hecho sudar casi ni una gota a su adversario de octavos. Realmente sólo dejaron una jugada. La que protagonizó su mejor hombre, Andrew Bogut, de los Bucks de Milwaukee que, a pesar de sus 212 centímetros, se permitió pasarse el balón botando por detrás de la espalda en una penetración por mitad de la zona para anotar la bandeja. Lo demás, más bien poco. Algo en el primer cuarto (27-23) y después, el cero absoluto. El de un equipo que en el segundo cuarto sólo logró seis puntos.
En estas circunstancias, todo lo que se diga sobre el proceso de conjunción que dicen está llevando a cabo el equipo de Estados Unidos no tiene ningún valor, pues jugaron sin nadie delante. Anthony volvió a ser el máximo anotador, aunque con menos acierto que en otras ocasiones. Las filigranas de Wade, la capacidad anotadora de Joe Johnson o los alardes atléticos de Wade o Howard no valieron para nada más que para entretener al público japonés, entregado a la causa desde el principio. La fuerza del marketing. Australia debe agradecer que el baloncesto se acabase pronto y llegase la búsqueda del aplauso. De otra manera se hubiesen llevado una paliza de escándalo. Lo dicho, lo único para el recuerdo, las cheerleaders.
Si el partido de EEUU no tuvo historia, otro tanto se puede decir del China-Grecia. China salió como un cohete pero en cuanto Iannakis, técnico griego, puso en cancha a Papaloukas y Spanoulis, el partido giró hacia los campeones de Europa, que con su veteranía machacó a los inexpertos chinos. Un detalle definitivo. China perdió 25 balones. Grecia, 2. La paliza era inevitable.
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