"He logrado la medalla por perro"
Julio Rey, enfermo, vacío, termina el tercero de un maratón en el que se impuso Baldini, el campeón olímpico
José Ríos, que pasó la última semana por el hospital, que sufrió fiebre e inflamación perineal, aguantó media maratón. "He vuelto a fallar", dijo el diminuto catalán. "Estoy vacío y punto". Chema Martínez, que se destrozó hace una semana en el 10.000, donde ganó la plata, empezó a sufrir vómitos, repugnancia al agua, no podía beber sin arrojar: aguantó 28 kilómetros y varias paradas para aliviarse. "No me he adaptado", dijo el madrileño. "Y me preocupa no adaptarme. Pero el maratón es cuestión de tiempo. Alguna vez me confundiré y lo haré bien". El vasco Kamel Ziani, el tapado, el mejor de los españoles, según los últimos soplos en el corro de apostantes, no tenía un antecedente de malos tratos a su cuerpo, todo había ido de perlas para él, pero terminó 30º, a más de 10 minutos del primero, y luego se quejó de daños musculares, habló de perfecto estado cardiovascular, de pésimas piernas, de dolores y calambres. "Muscularmente estaba agotado", dijo el de Orio.
El maratón español fue cosa ayer de supervivientes, fue un asunto de Julio Rey, como casi siempre en los últimos años.
"La diarrea padecida hace una semana me dejó muy bajo de electrolitos", explicó el toledano. "Y eso me provocó calambres en los brazos y en los gemelos". Lo decía no como los otros tres miembros del equipo español, buscando justificar un desastre, un abandono, el horror, sino para explicar por qué se sentía feliz, "contentísimo", con su medalla de bronce al cuello. "Me sabe a oro", dijo el toledano de los ojos claros al que superaron el italiano Stefano Baldini, campeón olímpico, y el suizo, poco habitual en la elite, Viktor Rothlin, en una carrera que no se ganó con un tiempo excepcional (2h 11m 32s) y a la que las condiciones meteorológicas -vientos de 14 kilómetros por hora, 17 grados, 90 por ciento de humedad- y topográficas -suelos duros e irregulares, adoquinados, pronunciados repechos- hicieron durísima. "Hace una semana no podía ni con el cuerpo. Estaba tirado en la cama. Y ahora estoy aquí, aunque temblando de frío, sin un gramo de grasa que me caliente, feliz".
Rey terminó tercero pese a estar para el arrastre y pese a equivocarse de salida, cuando aceleró en el primer kilómetro. "Todo el año había estado preparando una carrera a romper y como en la salida me veía bien, me creía recuperado, se me calentó el corazón, y eso me perdió", dijo el toledano, doble medalla de bronce europea -2002 y 2006-, medalla de plata mundial -2003-. "Y esas fuerzas quizás las eché de menos al final. Pero no se puede especular con lo que pudo haber pasado".
Lo que pasó fue que después de un gran trabajo de equipo de los italianos, que asumieron la responsabilidad de la carrera, en el kilómetro 33 quedaban cinco en cabeza: Baldini, Rothlin, Rey, el portugués Ornelas y el italiano Ingargiola, que se pone en cabeza y marca un ritmo infernal antes de descolgarse. Dos kilómetros más tarde, en el 35, Baldini lanza un primer ataque. Sólo le aguanta el suizo. Rey, inteligente, vivo, se deja coger por detrás por Ingargiola. Ya tiene uno que le lleve. Se trata de trabajarse el bronce. Y mientras por delante, en el 40, otro acelerón deja solo a Baldini, por detrás, el holandés Krotwaar alcanza a Rey e Ingargiola. El italiano cede. Se vislumbra ya la silueta del estadio. El holandés, por delante, vocea, le pide a Rey que le dé relevos. "Y yo, por detrás, soy un perro. Grito, hago parecer que mis padecimientos son tremendos", dice Rey. "Y él así se piensa que estoy peor de lo que estoy y acelera, y se vacía, y ya cuando veo el estadio lo tengo fácil. Doy el hachazo y me voy".
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