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El síndrome de la prensa amarilla

El mundo es un lugar complejo. ¿Cómo debemos entender entonces una parte del mismo -pongamos por caso, el Gobierno estadounidense y sus políticas económicas- cuando las fuentes de información habituales, como periódicos e informativos de televisión, se vienen abajo?

A principios de febrero de 2004, por ejemplo, el entonces jefe del Consejo de Asesores Económicos del presidente, N. Gregory Mankiw, se esforzó durante un tiempo por intentar explicar a la élite de periodistas políticos las cuestiones que rodean la deslocalización. Su explicación se parece mucho a la mía -y a la de todos los economistas neoclásicos y neoliberales- y viene a decir algo así: como ocurre con cualquier cambio de tecnología que aumenta el volumen del comercio internacional, la deslocalización de puestos de trabajo del sector servicios produce ganadores y perdedores; pero casi con toda seguridad más ganadores, y más grandes, que perdedores. Los grandes ganadores son los trabajadores de los países pobres, que consiguen mejores empleos en empresas que ahora pueden exportar servicios a los países ricos. Los principales perdedores son aquellos que antes trabajaban en el sector deslocalizado y que se encuentran con que sus conocimientos carecen de valor.

Buena parte de las noticias económicas hacen que la cobertura del nacimiento del hijo de Pitt y Jolie parezca profundamente seria

Pero incluso en Estados Unidos las pérdidas de los perdedores son superadas por las ventajas de los ganadores. Los trabajadores descubren que sus conocimientos son más solicitados porque los extranjeros gastan sus mayores ganancias en dólares, los consumidores se benefician de precios más bajos, y los accionistas y las empresas ven aumentar sus beneficios. Sin embargo, por mucho que nos preocupen las consecuencias distributivas de la deslocalización, nunca deberíamos pasar por alto el hecho de que este proceso aumenta el tamaño total de la tarta económica.

Mankiw exponía ese razonamiento, pero el 10 de febrero de 2004 se despertó con una desagradable noticia en The Washington Post: "Ayer el principal economista del presidente Bush dijo que la deslocalización de puestos de trabajo del sector servicios es buena para la economía del país (...) Los comentarios de Mankiw se producen en un momento en que el presidente lucha por consolidar el apoyo de los Estados fabriles que han perdido millones de puestos de trabajo (...) Las conclusiones de Mankiw tal vez resulten discordantes en un año de elecciones...".

Los periodistas de The Washington Post no afirmaban que lo que decía Mankiw fuera inexacto, o miope, o analíticamente infundado. No obstante, los términos que usaron -"discordante", "embarazoso", "responsabilidad política"- indican que sabían que estaban siendo injustos con él. El problema no es que The Washington Post contrate personal poco inteligente o indolente. El problema es que transmitir información precisa sobre la economía está muy abajo en la lista de prioridades normales de los periodistas de noticias. Es importante causar revuelo. Y también hacer un seguimiento de quién sube o baja políticamente. Y complacer a los directores para que sus artículos ocupen un lugar destacado, y agradar a sus fuentes para que sigan hablando con ellos. En comparación con estos imperativos, poco pueden sacar informando al público sobre cómo funciona verdaderamente la economía y sobre los dilemas de la política económica.

De hecho, la economía es enormemente inferior a Hollywood como fuente de cotilleo sobre famosos, pero buena parte de las noticias económicas hacen que la cobertura dada al nacimiento del hijo de Brad Pitt y Angelina Jolie parezca profundamente seria. De igual modo, la Administración Pública es enormemente inferior al Mundial de fútbol en cuanto espectáculo deportivo, pero buena parte de la información se centra en quién ha jugado bien y quién ha jugado mal.

¿Qué podemos hacer al respecto? La respuesta es sencilla, y es cuestión de demanda, no de oferta. Al fin y al cabo, pocos estudian periodismo para engañar deliberadamente al público. Si exigimos un periodismo económico y político mejor, del mismo modo que exigimos una excelente cobertura del Mundial, lo obtendremos.

J. Bradford DeLong es catedrático de Economía de la Universidad de California en Berkeley, y fue subsecretario del Tesoro durante la Administración de Clinton. © Project Syndicate, 2006. Traducción de News Clips.

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