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Reportaje:LOS FOCOS DE LA INMIGRACIÓN

El vecino español se ha hecho rico

Los marroquíes emigran a una España que hace medio siglo era tan pobre como su país

Los españoles eran nuestros vecinos". Hassan Amrani, wali (gobernador) de Rabat, recuerda cómo en su infancia en Tetuán los españoles vivían en el piso de al lado y sus hijos jugaban en la calle con los marroquíes.

En el Marruecos del protectorado, y hasta varios años después de la independencia adquirida en 1956, decenas de miles de españoles vivían y trabajaban en las ciudades del norte o también, por ejemplo, en el barrio de L'Océan de Rabat.

Eran mecánicos, tenderos, electricistas, y el nivel de vida de esos colonos españoles era equiparable al de los marroquíes con los que se codeaban y, a veces, hasta invitaban a sus fiestas familiares. Los franceses, en cambio, eran los señoritos encorbatados que daban las órdenes.

"Cada mujer marroquí inmigrante vale por varios hombres", afirma el responsable de recursos humanos de una empresa que contrata en Marruecos
España dejó en los ochenta de ser homologable a Marruecos para convertirse en un nuevo El Dorado a incluir entre los destinos del emigrante

A nadie, en Marruecos, se le hubiese ocurrido entonces emigrar a España. Los primeros que se animaron a buscar trabajo más allá de sus fronteras lo hicieron, en los sesenta y setenta, en Francia. Los rifeños, colonizados por los españoles, se instalaron más bien en el Benelux.

Poco a poco, los españoles se fueron de Marruecos, pero cuarenta años después regresaron allí sus hijos con dinero para gastar como turistas o también encorbatados y con un maletín dispuestos a hacer negocios. Al marroquí de a pie le costaba asimilar esa transformación.

Cuando Marruecos accedió a la independencia, apenas había diferencia entre el nivel de vida de un campesino del Rif y uno de Andalucía. A principios de los setenta, la renta per cápita española ya cuadruplicaba la marroquí, y hoy día ya la multiplica por 15.

"España dejó de ser homologable a Marruecos", señala el profesor Abdelmajid Benjelloun, "para convertirse en un nuevo El Dorado a incluir entre los destinos del emigrante". El Gobierno de Felipe González erigió la primera barrera con la instauración del visado en 1991.

Pese a todo, 15 años después hay en España 535.000 marroquíes, la colonia extranjera más numerosa. Algunos han llegado en patera; otros, con visado de turista, y otros se las han ingeniado para entrar incorporándose a un equipo deportivo o tocando un instrumento en un grupo folclórico invitado a actuar en España.

José Manuel Rivera, el vicerrector de la Universidad de Santiago de Compostela, se quedó desconcertado cuando, en abril de 2002, nueve de los 14 atletas marroquíes que debían concurrir en el XIII Campeonato Mundial Universitario de Cross en el monte Do Gozo huyeron dos horas antes de la prueba por las ventanas de los barracones en los que se hospedaban. "No era previsible", repetía Rivera ante la prensa.

El grueso de los marroquíes que emigran lo hacen por motivos económicos, para vivir mejor y para que sus familiares lo hagan más holgadamente. Se calcula que cada emigrante, con sus envíos de remesas, aumenta los ingresos de siete marroquíes que permanecen en casa. Los envíos monetarios -unos 3.300 millones de euros en 2005- representan el 9,5% del PIB marroquí.

Pero no siempre se trata exclusivamente del ansia de ganar dinero. Una licenciada en filología que se ganaba dignamente la vida en Juribga, a 140 kilómetros al este de Casablanca, explicó a este corresponsal que quería a toda costa cambiar de aires. "Deseo poder sentarme con un chico de mi edad en la terraza de un café y no notar las miradas de reprobación y los murmullos" de los demás clientes, comentó.

La mayoría de los emigrantes marroquíes en España, concentrados en Andalucía, Madrid y Cataluña, son hombres y, además, relativamente jóvenes. Sólo el 34,67% son mujeres.

"Ahora bien, cada mujer marroquí vale por varios hombres", señala el responsable de recursos humanos de una empresa española que ha ido en varias ocasiones a contratar personal a Marruecos.

En sus evaluaciones internas, esta empresa, que se niega a que se haga público su nombre, constata que las marroquíes son sus empleadas más abnegadas, pero que pierden productividad cuando se casan. Los hombres, en cambio, "son muy inferiores", añade el jefe de recursos humanos. Esta fábrica se resiste a importar mano de obra masculina de Marruecos, pero no duda en traer mujeres.

Marroquíes hacen cola ante el consulado de su país en Valencia.
Marroquíes hacen cola ante el consulado de su país en Valencia.SANTIAGO CARREGUÍ

La juventud quiere salir

UN 53% de los jóvenes marroquíes desea emigrar. El porcentaje alcanza incluso al 83% de los alumnos de bachillerato, según uno de los pocos sondeos disponibles en Marruecos, el que encargó en 2001 una ONG, la Asociación de Familiares de las Víctimas de la Inmigración Clandestina.

"La amplitud y el calado del fenómeno reflejan una especie de huida, de ausencia de expectativas de futuro; un deseo de ruptura con una sociedad de origen excesivamente tradicional, unas ansias por descubrir y por aventurarse más allá de lo conocido, que, para muchos de ellos, se traduce en una realidad negativa", escribe el cooperante M. Lorenzo.

Incluso aquellos que, como los diplomados de la Escuela de Ingenieros de Mohamedia, la más prestigiosa del país, tienen su porvenir asegurado en casa acaban marchándose. La mitad de cada promoción se instala a los pocos meses en el extranjero.

Los marroquíes son, sin embargo, cada vez más conscientes de los peligros que entraña la emigración clandestina. Por eso se embarcan con menos frecuencia en pateras y buscan caminos más tortuosos, pero menos arriesgados, para alcanzar El Dorado. Esas rutas pasan por Túnez y Libia, hacia Italia, y sobre todo por Turquía, para dar de ahí el salto a los Balcanes.

Marruecos

Tan cerca y tan lejos. Marruecos está a tan sólo 14 kilómetros de las costas andaluzas y linda con Ceuta y Melilla.

Pero la frontera de España con su vecino del sur es la primera del mundo por la diferencia de desarrollo humano, según el índice de Naciones Unidas, y la séptima por la desigualdad de renta por habitante (de 1 a 15).

El producto interior bruto, es decir, la riqueza que generan 30 millones de marroquíes, es equivalente a la que producen 2,76 millones de gallegos.

Por si no bastasen estos datos para ilustrar la diferencia de desarrollo, hay otros aún más llamativos. En todo el norte de Marruecos no hay una planta oncológica en ningún hospital, 227 mujeres fallecen por cada 100.000 partos, el 40,6% de las niñas de entre 7 y 15 años no están escolarizadas y el 62% de las mujeres son analfabetas.

Mientras que entre otros vecinos desiguales, como Alemania y Polonia o Estados Unidos y México, las disparidades se reducen, entre España y Marruecos tienden, en cambio, a aumentar.

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