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Reportaje:FESTIVAL DE TEATRO CLÁSICO DE MÉRIDA

Odiseo es él

Mario Vargas Llosa se hace actor e interpreta junto a Aitana Sánchez-Gijón su versión de la obra de Homero.

El Festival de Teatro Clásico de Mérida vivió la noche del pasado jueves uno de sus momentos históricos con el estreno de Odiseo y Penélope, una versión minimalista que el escritor Mario Vargas Llosa no sólo ha escrito, sino que se ha atrevido a interpretar, junto a Aitana Sánchez-Gijón, bajo la dirección de Joan Ollé y un sugerente espacio escénico creado por el pintor y escenógrafo Frederic Amat. Todo al servicio de esta historia homérica que el autor define como "un mundo de cuentos y de apetitos en libertad".

El espectáculo puso en pie a los más de 2.000 espectadores asistentes. Antes habían guardado un sobrecogedor silencio. A todo sobrevivió Vargas Llosa, quien experimentó ese placer morboso y casi sadomasoquista del revolotear de mariposas dentro del estómago, producido por el miedo escénico, que en su caso y confesado por él, fue un terrible pavor. En esta ocasión el escritor no se enfrascaba en una lectura dramatizada, como con La verdad de las mentiras, su anterior y única experiencia escénica. Aquí, tal y como anunció días atrás Ollé, había una puesta en escena y Vargas Llosa ha hecho el esfuerzo añadido de memorizar casi todo el texto y someterse a la disciplina del director.

Debutar en el Teatro Romano de Mérida es algo que produce pánico al más experimentado actor, o si no que se lo pregunten a Sánchez-Gijón, que andaba desde días antes del estreno agarrándose el estómago. Si encima el debutante lo es también en el terreno de la interpretación, la prueba es hercúlea. De ahí que Vargas Llosa afirmara la noche del estreno y de manera contundente: "Creo que ya sé lo que es dar a luz", dijo nada más superar lo que considera la prueba "más temeraria que he realizado en mi vida".

En la retina de todos quedaba lo ocurrido en el escenario, convertido por Amat en un extraño mar de atriles con una larga pasarela de madera. Allí Odiseo / Mario fue relatando su periplo a Penélope / Aitana. Para ello no se ha recurrido a lo obvio. No hay un narrador impostando voces, dramatizando vehementemente, gesticulando con grandilocuencia. No. Ollé y sus actores optaron por susurrar aventuras, cargándolas de fuerza poética, de una serenidad escénica tan sólo rota por la música del desaparecido Manos Hadjidakis y los mosaicos de sombras que surgían, como tapices penelópicos, bajo los cuerpos de los actores.

Lo que se vio era una forma de relato que sólo se puede dar en el lecho de dos amantes, cuyos cuerpos acaban de explosionar, pero queda por vaciar la urgencia de respuestas a preguntas hechas durante dos décadas. Los actores sirvieron con eficacia a este objetivo y el texto era un gran regalo que mostraba, en toda su inmensidad, el poder de la palabra en el teatro. Una palabra que respeta los grandes episodios del poema: "Aunque me he tomado libertades con el texto clásico y he evitado la tentación arqueológica", dice el autor de este texto que publicará el Círculo de Lectores dentro de unos meses.

Vargas Llosa utiliza la misma estructura homérica escrita en 24 cantos entre los siglos IX y VIII (antes de Cristo) y en el que se cuenta el regreso de Odiseo (el nombre original que el mundo romano posteriormente transforma en Ulises) a Ítaca, su isla natal de la que partió para luchar en Troya. La acción transcurre en 40 días, pero dentro de la obra aparecen las verídicas o fantaseadas aventuras de Odiseo (casi todas relatadas a la corte de Alcinoo) durante sus 10 años de peregrinaje. En esta versión todo se queda en una noche y la única interlocutora es Penélope quien, para ayudar al relato, se metamorfosea en la ninfa Calipso, la maga Circe, el cíclope Polifemo, la princesa Naussica, Atenea, y muchos otros personajes. "Lo fundamental es la mudanza de identidades a lo largo de la obra, una aventura escénica paralela al relato que responde a una cultura, la de Grecia clásica, en la que la idea de la metamorfosis fue central", dice este nuevo actor llamado Vargas Llosa cuya carrera en el terreno de la interpretación parece ascendente, ya que con su equipo habitual se lanzará a otro reto: Las mil y una noches, donde contará de nuevo con su Penélope / Sherezade / Aitana, una actriz que ha dedicado este trabajo a su padre, el historiador y traductor Ángel Sánchez-Gijón, "quien también me enseñó a viajar a través de la palabra escrita".

Mario Vargas Llosa y Aitana Sánchez-Gijón, durante su actuación en el Teatro Romano de Mérida.
Mario Vargas Llosa y Aitana Sánchez-Gijón, durante su actuación en el Teatro Romano de Mérida.EFE

Fabuladores y embaucadores

En Odiseo y Penélope se pone al descubierto lo que comparten Odiseo y Vargas Llosa. Aitana Sánchez-Gijón dice que ambos son fabuladores, embaucadores, fantaseadores. Términos que el escritor utiliza para su Odiseo. Ambos gustan de la temeridad, tienen curiosidad por conocerlo todo. Baste con recordar como Odiseo se queda en la cueva de Polifemo para saber cómo es el gigante, o como pide ser atado para cruzar el golfo de las Sirenas y oír su mortal canto. La inagotable sed de conocimiento de Odiseo le impide llegar a Ítaca. Vargas Llosa también ronda hace décadas y mientras busca su Ítaca se entrega a su atracción por lo desconocido, a sus viajes iniciáticos en Londres, Barcelona, París, Madrid, ciudades a las que ha quedado ligado. Ahora tampoco tenía necesidad de someterse al poder de las piedras del Teatro Romano de Mérida. Pero no hay que olvidar que el teatro fue su primera vocación y él ha dejado que sus apetitos vivan en libertad.

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