Pocholismo
El interés del programa Pocholo Ibiza 06 (La Sexta) radica en que no tiene interés. Seguir las peripecias de Pocholo sería emocionante si viéramos los rasgos más salvajes de su personalidad (los que le llevaron a consolidar su inestable lado de showman en Hotel Glam). Aquí, en cambio, se acumulan situaciones y testimonios aparentemente inconexos que, sumados, se aproximan a una personalidad que tiende a un tipo de locura lo bastante controlada para que pueda ser rentable. Es una especie de diario documental invertebrado en el que Pocholo se dedica a desconcertar por un lado y a proporcionar las extravagancias suficientes para que, una vez en la sala de montaje, los magos de la narrativa puedan darle sentido a algo que, en principio, no lo tiene. ¿Lo mejor? La obsesión por el orden de Pocholo cuando está en su casa y la despótica (y sintomática) relación de autoridad que mantiene con Nico, un chico desconcertado que vigila y cuida (en teoría) la casa del Abominable Hombre de la Mochila. Con otro protagonista, semejante despropósito sería un fracaso. Pero Pocholo no es un cualquiera y es lo bastante inteligente para convertir su acelerado despilfarro de adrenalina, rebozado de espiritualidad fiestera, en un ejercicio de culto a la personalidad que consigue algo que muchos desearían: un publi-rreportaje en el que el anunciante cobra en lugar de pagar. A cambio, permite que le sigan con una cámara y, de vez en cuando, propicia alguna situación más absurda que cómica. Cuando ya llevas casi tres cuartos de hora viéndole repartir sandías, fotografiarse con guardias civiles, derrochar caprichos y balbuceos o cuidar a sus amigos, llegas a la conclusión de que el interés no es tanto lo que hace como lo que podría estar a punto de hacer. Conclusión: la expectativa es el motor de un formato que no cumple sus expectativas. El capítulo del martes acabó con Pocholo tomando unas copas y un vecino indignado amenazándolo a gritos con llamar a la policía si continuaba armando ruido e impidiéndole dormir.
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