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Reportaje:TOUR 2006 | Decimoquinta etapa

Landis, un patrón a lo Indurain

El norteamericano recupera el liderato en Alpe d'Huez, donde ganó Schleck, y aventaja por 10 segundos a Pereiro en la general

Carlos Arribas

El 18 de julio de 2005, día de descanso, Denis Menchov alquiló un coche en Pau y, sin decir nada a nadie, se bajó a Pamplona a comerse un chuletón con sus amigos. "Necesitaba salir de la depresión de alguna manera", cuenta Menchov, quien no podía acostumbrarse a terminar todas las etapas de montaña en el autobús de los retrasados, rodeado de sprinters, rodadores y gregarios exhaustos. El inusual tratamiento antidepresivo no pareció ayudarle mucho a mejorar -el ruso siguió a la deriva el resto del Tour-, pero por lo menos comió bien, un día sin pasta, aleluya, pasó el rato con los colegas y se olvidó del Tour por un día. Ayer, 18 de julio de 2006, Menchov, dorsal 51, no tuvo precisamente su mejor día en la ascensión a Alpe d'Huez, las 21 curvas, la meta en la que todos los grandes quieren dejar su sello. Terminó mordiendo el aire, mordiendo el polvo. Buscando, gran boca abierta, oxígeno. Solo, por detrás de los mejores. Motivos tenía para comerse el coco, él, uno que no para de interrogarse. Sin embargo, terminado el control antidopaje, sonríe. "No he perdido la moral y eso es una buena señal", dice. "Otros años, habría levantado el pie. Me habría dejado ir. Y éste he luchado para perder lo menos posible".

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Menchov perdió 2m 21s con el ganador y 1m 11s con el patrón del Tour y acabó sonriente. Óscar Pereiro, a la defensiva en su hermoso maillot amarillo los 14 kilómetros de la ascensión final, perdió el liderato por 10s y no lloraba como una magdalena. Kloden, Evans, Sastre, los demás favoritos, que también, de una u otra manera, sucumbieron en la primera jornada alpina, tampoco daban el Tour por perdido, tampoco perdieron la moral. Nadie lloraba en la meta de Alpe d'Huez, azotada por el viento. No había nadie que hiciera llorar a nadie. Lance Armstrong, detrás de él el abismo, es el pasado, y como tal se presentó ayer, un turista, un aficionado que teme que muera el ciclismo de los escándalos, en el Tour. El presente se llama Floyd Landis, un patrón que no deprime, que no hunde en la miseria a sus rivales, que no les deja perplejos pensando que no valen para nada. Y, sin embargo, se muestra tan superior a ellos, tan inalcanzable como Armstrong. La diferencia es que en vez de sacar 10 minutos al segundo, le saca 10 segundos. "No necesito más", dice Landis, un ciclista que no puede cruzar la pierna derecha sobre la rodilla izquierda porque la cadera no le da juego, que por el mismo motivo sólo puede montar sobre el sillín desde el lado derecho de la bicicleta, un hombre que cuando acabe el Tour se colocará una prótesis de titanio para sustituir su necrosado juego de cabeza de fémur y anca, un corredor sin apenas escaladores en su equipo, un deportista, por tanto, consciente de sus limitaciones, en las antípodas de Armstrong aunque mamara de su compatriota el ciclismo, aunque tienda a imitar sus poses, aunque pueda envidiar su prestancia y su estilo. Un patrón, entonces, a lo Indurain. Habla más, es más expresivo, pero acaba diciendo lo mismo que el navarro. "Ganar etapas no me interesa. Lo importante es ganar el Tour con el menor gasto posible. El ciclismo es, sobre todo, un juego táctico", dijo el norteamericano, que por 8s alcanzó el maillot amarillo en los Pirineos, que se lo regaló a Pereiro en una etapa de transición por poco más de minuto y medio y que ayer lo recuperó por 10s. "Se trata de que mi equipo ahorre lo máximo posible".

Ahorró energías el Phonak de Landis -sólo Axel Merckx, en la fuga matinal, fue necesario para echarle una mano- y trabajó gustosamente el Caisse d'Epargne, el equipo de Pereiro, que controló la etapa para que la multitudinaria fuga formada en el Izoard -modalidad full-pack: viajaban potenciales ganadores de etapa y sus gregarios- no alcanzara ventajas insoportables. Luego, en Alpe d'Huez, cada uno a su ritmo. Por delante, Schleck, luxemburgués de ligera pedalada y magnífico estilo, derrotaba a Cunego en la lucha por el triunfo. Por detrás, a un par de minutos, Landis se pegó a la rueda de Kloden, el alemán que había pasado su mal día en los Pirineos y ayer quería reventar al pelotón. Más atrás, a menos de un minuto, todos subieron a su ritmo, sin desesperar, sin quemarse, Sastre, Leipheimer, Menchov, Pereiro (a quien guió en los últimos kilómetros su compañero Arroyo), Zubeldia...Fue un juego de apariencias excesivas y diferencias escasas. Los siete primeros de la general están comprimidos en menos de tres minutos. Todos mantienen su esperanza para los dos tremendos días de Alpes que quedan -hoy Galibier y Croix de Fer, mañana el Joux Plane-, todos conservan la moral. Todos deben agradecer su estado de ánimo a Landis, el patrón que quiere ganar el Tour por la mínima. Como Indurain, mismamente.

Frank Schleck celebra su victoria en Alpe d'Huez.
Frank Schleck celebra su victoria en Alpe d'Huez.REUTERS

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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