El líder que no iba a correr el Tour

"Un día a las doce de la mañana, con 38 grados, cinco colgaos intentan la aventura en la sabana africana. Ni los tigres vivían allí". Óscar Pereiro, de 28 años, recordaba ayer en su hotel de Embrun la escapada que le hizo vestirse de amarillo. "La gente vio esfuerzo, ganas de triunfar. Soy amarillo por casualidad, pero en un momento ideal por el palo de la Operación Puerto al ciclismo", explicó.

Pereiro afronta tres etapas "terroríficas" con medias de 35 grados de temperatura, la subida hoy al Izoard y al Alpe d'Huez (13,8 kilómetros al 7,9%); el Galibier y La Toussuire mañana; y la llegada a Morzine el jueves. Contra Landis y Menchov. "No tengo miedo a nada, me incluyo en la lucha por el podio", dijo. El destino ha dado al gallego una segunda oportunidad tras desplomarse en los Pirineos y hoy llega al Alpe d'Huez, en cuya cima se coronaron Pantani (1995 y 1997) y Armstrong (2001 y 2004), como líder. "Nunca lo pensé viendo a Perico [Delgado] y a Miguel

[Indurain]. Soy ambicioso, claro, porque si no pensara en el Tour, ¿con qué ilusión saldría a sufrir? Pero también soy realista, ganar sería una sorpresa".

Ambicioso y testarudo. Pereiro no iba a correr el Tour. Así lo tenía planificado el Caisse d'Epargne-Illes Balears, que contaba con Valverde y Karpets. Pereiro iba a correr el Giro y la Vuelta. Pero se empeñó en volver a Francia, a la carrera en la que fue décimo en 2004 y 2005, y su equipo tuvo que cambiar de planes. "Y fíjate donde estoy". De amarillo. "Preparaos para cualquier cosa", avisó ayer el director, Eusebio Unzue; "en Alpe d'Huez habrá una gran batalla. Los equipos no valoraron a Óscar. Veremos dónde siguen nuestros sueños". Pereiro, decimocuarto en la cronoescalada a la mítica montaña en 2004, se entrenó ayer dos horas por carreteras de repechos "para agilizar las piernas y sudar un poco". Valverde, su jefe de filas, le animó por teléfono. "Échale valor, que se arrepientan de haberte dejado ir. El domingo nos vemos en París", le dijo.

El equipo arropa a Pereiro, casi le frena. "Yo me pongo nervioso, si por mí fuera arrancaría. Menos mal que hay gente fría en el coche y con experiencia a mi lado, como Txente. Por mi forma de correr, se me calienta la cabeza e intento cosas increíbles. Otro hubiera pensado 'que le den al Tour, me pongo a rueda'. Yo sentía un compromiso con este equipo. La gente lo ve como el equipo del Tour. Quería hacer algo grande, pero no pensaba en el amarillo", reconoció. "Estoy ante la oportunidad de saber si puedo ganar una gran vuelta, el paso que me falta sería la leche".

Pereiro se define como "super extravertido", como "el que da la nota". En su época de El cascarilla, como le llamaban por su delgadez, hacía exhibiciones de trial. Ahora piensa cada dos por tres en cambiar de coche y le apasiona montar en moto, aunque lo tiene prohibido. Sólo en invierno, con su cuñado y con un amigo participante en el Dakar, da alguna vuelta. Habla inglés y francés, es seguidor del Madrid y del Celta, y tiene una peña con su nombre en Porriño con más de 100 miembros, algunos esperándole en los Alpes. El domingo, en París, volverá a ver a su hijo Juan, de ocho meses. "Estoy todo el rato viendo sus fotos".