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Columna
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'Li' Valencia

Elvira Lindo les hablaba en su columna del impacto de la tragedia de Valencia en la prensa de Nueva York. Yo voy a hacerlo desde Beirut, desde esta costa que tanto se asemeja al Levante español, uno y otro lado como espejos que se devuelven imágenes de vidas distintas pero de paisajes parejos. Aquí, me refiero a la región del Machrek, a Israel y Palestina y, porque estoy aquí, sobre todo, a Líbano, ha habido mucha sangre y mucha muerte. Aún la hay: en las montañas del Chouf, el martes, dos facciones drusas armadas se enzarzaron en una pelea que produjo una víctima mortal y varios heridos. Continuamente inundan las páginas de los periódicos fotografías de la carnicería israelí en Gaza, de la carnicería general en Bagdad.

De ahí la angustia de contemplar en los periódicos locales la imagen de una viajera del metro, con las piernas sangrantes, durante su traslado a un centro hospitalario. Hay que mirar dos veces para cerciorarse, deletrear en mi escaso árabe la palabra, la ciudad, la noticia que yo había ya visto por Internet. Y ahora está en los quioscos de Hamra, en esos quioscos entrañables en donde nunca dejó de haber algún diario ni siquiera en los días peores, diarios que hoy cuelgan entre revistas internacionales y otras de tipo erótico.

L'Orient-Le Jour ha dedicado especial atención al drama. El miércoles la foto ya era otra: una muchachita encendía una vela, arrodillada en la estación de Jesús. Aquí ha dolido Valencia: ha sido más que una información de sucesos. No puede olvidarse que numerosos libaneses que huyeron de su país en un momento u otro de la terrible guerra civil (1975-1990), eligieron Valencia, Alicante y sus alrededores para instalarse. Fueron bien recibidos. Y muchos decidieron quedarse; el litoral, ya les decía, les recuerda el de sus orígenes. Hay alicantinos casados con libanesas, médicos libaneses y palestinos que ejercen en Valencia, entre otros lugares de España.

Hay estos días un flujo de amor y de pesar entre las dos orillas, y pende de los quioscos de Hamra como un recordatorio de lo que nos une. Es imposible recorrer la calle sin que se te ponga un nudo en la garganta. Desde Beirut, para (li) Valencia: solidaridad y consuelo.

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