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Domènec Reixach: "El TNC es a la vez un teatro de referencia y popular"

Tras ocho años en el cargo el director pasa el testigo a Sergi Belbel

Tras ocho años en el cargo, Domènec Reixach deja hoy la dirección del Teatre Nacional de Cataluña (TNC) y pasa el testigo a Sergi Belbel, su sucesor. Y lo hace con la satisfacción de haber encauzado el teatro por el camino que se marcó tras su nombramiento, en sustitución de Josep Maria Flotats, cuando el TNC llevaba dos temporadas en marcha. "Hemos logrado que sea un teatro de referencia por su calidad y al mismo tiempo popular", afirma.

La última temporada de Domènec Reixach al frente del TNC se cierra con 154.731 espectadores (aparte de los 326.229 conseguidos por las producciones en gira y, especialmente, por los montajes cedidos al sector privado, los exitosos Mar i Cel y El mètode Grönholm) y una ocupación del 70,65%.

Reixach, poco dado a exteriorizar emociones, no pudo evitar ayer ante los medios de comunicación que se le quebrara la voz en su despedida como responsable del TNC. En él ha programado cerca de 150 espectáculos y, afirma, ha creado grandes complicidades con un equipo al que quiso agradecer públicamente su colaboración. "Flotats y yo tenemos perfiles distintos. Cuando vine a sustituirle, [los trabajadores del teatro y yo] en lugar de buscarnos los defectos buscamos los puntos de coincidencia", reflexionó. Así que quiso compartir con ellos los aspectos positivos alcanzados a lo largo de estos años. "Hemos hecho buen teatro, y eso es lo que debe hacer un teatro: aportar entretenimiento y reflexión. Y hemos reducido las distancias entre Cataluña y el teatro", dijo satisfecho porque un equipamiento que en un principio corría el riesgo de ser etiquetado como "elitista" ha sabido acercarse al público. A unos metros del director saliente, Sergi Belbel, que recoge el relevo, mostraba su conformidad con las palabras de su predecesor con un continuo cabeceo. "Que no te pase nada, bienvenido al sarao y puedes contar conmigo cuando te haga falta", le dijo el veterano a su sustituto.

Reixach se despide con unas cifras de resultados en la temporada que acaba algo inferiores a las conseguidas en la temporada 2004-2005, en la que se alcanzaron los 183.801 espectadores y la ocupación fue del 73,32%. Él lo atribuye a la idiosincrasia particular de cada temporada, y señala que en ésta no ha habido ningún espectáculo al filo del lleno en todas las funciones (como ocurrió a menudo con Dissabte, diumenge i dilluns, el montaje más visto de estos 10 años de historia del teatro, con 69.682 espectadores). Y además esgrime que la ocupación media (del 68,11% si se tienen en cuenta los 10 años de actividad) es digna de envidia para muchos teatros, también para los europeos.

Pero es precisamente el contexto internacional el que propicia la autocrítica menos indulgente de Reixach con su gestión. "Hemos viajado muy poco al extranjero, me queda la espina de la proyección internacional", afirma. Sin embargo, dice que el TNC es todavía como "un niño de 10 años al que se le pueden empezar a exigir algunas cosas, pero no todas. Debe crecer, estudiar, hacerse mayor. Y está bien encaminado para ello". En conjunto, el balance general del director saliente es positivo, y destaca su satisfacción porque medio centenar de los montajes ofrecidos bajo su dirección lo hayan sido de autoría textual catalana; por su apuesta por la danza, y por el impulso a la nueva dramaturgia a través del proyecto T-6. Con todo, afirma que no ha intentado cerrar los ojos a las críticas, relativas a las líneas de programación o a los criterios de selección de los equipos artísticos. "El teatro no es justo, es excluyente. Cuando invitas a unos a trabajar, otros quedan fuera. En cualquier caso, mi responsabilidad ha sido la de escoger al autor y al director, y ha sido éste quien ha escogido a los actores con los cuales quería trabajar".

Dice Reixach que las críticas, aunque a veces duelen, deben tenerse en cuenta, porque sirven para reflexionar y mejorar. Y así ha tratado de tomárselas el director saliente, quien asegura haber podido trabajar con libertad especialmente durante los primeros seis años, mientras que acusó una pérdida de capacidad de decisión "con la llegada del tripartito", cuando se le puso por encima la figura del consejero delegado, cargo ejercido por el político Joan Francesc Marco. "Es un modelo válido, pero no era el mío. Acepté el reto, pero estaba acostumbrado a poder decidir más cosas".

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Tras 20 años dedicado al teatro público, Domènec Reixach pasa ahora a la empresa privada como director de contenidos de la productora Focus. Pero en el fondo, dice, no habrá tantas diferencias porque seguirá haciendo aquello que le gusta, que es también "lo que me ilusiona".

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