La ley de los medios
Portugal impone ante Holanda la mayor categoría de sus centrocampistas en un duelo con 16 tarjetas amarillas y cuatro rojas
La ley de los medios, la que marcaron Deco, Maniche y Figo, se impuso ayer a una Holanda atractiva en la forma, pero hueca en el fondo. Pesaron más los creadores lusos que los finalizadores neerlandeses. Gente que sabe guardarse el balón, demorarlo o lanzarlo cuando deben. También se le llama oficio. Portugal, el mismo equipo de la pasada Eurocopa, volvió a tumbar a Holanda. Y suma 18 encuentros invicto. Un récord que palidece al lado del de su seleccionador: Luiz Felipe Scolari, con once victorias seguidas en los Mundiales, siete con Brasil y cuatro con la selección ibérica. Casi nada. El choque acabó embrutecido porque ya había empezado así. Con más dureza de la que se había visto hasta ahora en el torneo. Cuatro expulsados (Costinha, Boulahrouz, Deco y Van Bronckhorst) y un lesionado (Cristiano Ronaldo). Dieciséis tarjetas amarillas y cuatro rojas, plusmarca mundialista en los dos colores. Demasiada suciedad. Portugal terminó con nueve hombres, uno más que Holanda, en la que fracasaron Robben, Van Persie y, sobre todo, Kuyt, que disparó al muñeco cuando enfiló con ventaja a Ricardo casi, casi, en el último suspiro.
RESULTADO
PORTUGAL 1 - HOLANDA 0
Robben, Kuyt y Van Persie. La pinta era estupenda. Otra cosa fue la realidad
Maniche, el hombre sin labios, había pasado una larga temporada hibernando. Desde que su país organizó la pasada Eurocopa, hace dos años. En ese lapso vivió una aventura extraña y desafortunada en el Dinamo de Moscú antes de caer en los brazos de Mourinho en el Chelsea. Ayer salió de letargo. Pauleta, de espaldas a la portería, jugó con él, que estaba en el balcón del área. Salió propulsado hacia adelante, regateó a Ooijer y disparó seco a gol sin que Van der Saar tuviera tiempo de reaccionar. Gol de centrocampista con el gol grabado en la cabellera. Maniche volvía a convertirse en la pesadilla para los oranje. Volvía a marcarle un precioso tanto como ya hizo en la Eurocopa, cuando Portugal eliminó a Holanda en las semifinales.
Scolari había dispuesto un 4-4-2 clásico y muy asentado. Con más cuerpo que su rival. Al menos, hasta que el más experimentado de todos, Costinha, le complicó la vida a sus compañeros. Se empeñó en ser expulsado por duro y por imprudente. Se ganó la segunda tarjeta amarilla al filo del descanso después de tocar el balón con la mano. Portugal tenía el partido encarrilado y Costinha se lo puso en el precipicio. Con toda la segunda parte por delante.
Era imposible no dejarse seducir por la formación que dispuso Van Basten. Bastaba ver su delantera. De izquierda a derecha: Robben, Kuyt y Van Persie. Jóvenes, atractivos, llenos de energía y creatividad para arrumbar al banquillo a la ya vieja gloria Van Nistelrooy. La pinta era estupenda. Otra cosa fue la realidad. Resultó un conjunto deshilachado, sin jerarquía en el centro del campo, donde mandaban Deco, Figo y Maniche. En esas circunstancias, los tres atacantes holandeses debían ser muy desequilibrantes. Y no lo fueron. De Kuyt ni lo intentó. Robben sí que lo hizo y puso cada vez de los nervios al valencianista Miguel. Y en cuanto a Van Persie, en posición de extremo derecho, recortó dos veces a Nuno Valente. En las dos lo dejó tirado en el suelo, pero después al extremo del Arsenal le penó ser zurdo cerrado. Disparó sin ángulo con la puntera izquierda. Fuera.
Ansioso por exhibirse en este campeonato, Cristiano Ronaldo tiró una rabona poco antes de abandonar el campo llorando y con el muslo derecho inflamado. Pasaba de la media hora y el joven extremo luso sentía impotencia y rabia. Había sido cazado. Fueran órdenes de Van Basten o no, los defensas holandeses se lanzaron como bucaneros sobre él cada vez que tocó en los primeros minutos el balón. Primero le atizó Van Bommel por detrás y, más tarde, Boulahrouz en una entrada brutal, con los tacos por delante, a la altura del muslo del portugués, que tuvo que ser atendido en la banda un par de veces y jugar un cuarto de hora renqueante. Antes de claudicar y dejar el campo lastimado. Entró Simão.
Scolari retiró a Pauleta en el descanso y decidió que eran tiempos de resistir y contraatacar. Sin delanteros, dejó el equipo llenó de centrocampistas: cinco, cuatro de ellos con mucha llegada, además del lateral Miguel, que disfruta en estas situaciones desenfrenadas. Las órdenes de Van Basten en el descanso habían sido muy claras: que lloviera sobre Ricardo, chutar desde cualquier posición. Cocu envió un derechazo que hizo vibrar el larguero. Lo que no desanimó a la hinchada lusa, mucho más activa que la holandesa. "¡Portugal, Purtugal!". Ni tampoco a Deco, que fue creciendo a medida que advirtió que no había mago como él para esconder la pelota. A no ser que se tratara de Figo, que se fue por el extremo izquierdo, se escapó de Van der Vaart y esperó el contacto por detrás de Boulahrouz para escenificar la caída. Fue un ligero manotazo del defensa holandés que le costó la segunda tarjeta. Protestaron los hombres de Van Basten, que olvidaron que fue precisamente este jugador quien se había cargado a Cristiano Ronaldo en el arranque del choque. Más tarde fue expulsado Deco, pero Portugal resistió el asedio con categoría y carácter. Ganó la ley de los medios.
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