Un aventurero en el banquillo
Hiddink, en su tercer Mundial con tres selecciones distintas, ha transformado a Australia
El café, doble, por supuesto. Siempre fue una de sus debilidades. Está de cháchara Guus Hiddink con sus colaboradores de la selección australiana en la cafetería de un hotel de Múnich. A su izquierda, Johan Neskeens, recién nombrado segundo entrenador del Barça. Apenas pasa de las once y Hiddink, cara sonrosada y barriga de la felicidad, lleva la voz cantante, indistintamente en holandés o en inglés. Poco antes, ante un pelotón de periodistas, había hablado también en alemán y en español. Domina a la perfección los cuatro idiomas, además de algo de coreano, de ruso... Es el entrenador cosmopolita por excelencia. Ha estado en tres Mundiales con tres selecciones distintas. Es un héroe en Corea tras haber alcanzado las semifinales en 2002. Un clásico en Holanda, donde también llegó a semifinales en 1998. Y un iluminado en Australia, tras haber clasificado a los aussies por primera vez en 32 años para la Copa del Mundo. ¿Un hombre con suerte como lo definen en Holanda? "No les voy a contar algunos episodios de mi vida en los que no he tenido suerte, aunque es verdad que en los últimos años me ha ido bien en mi carrera. El secreto es el trabajo", responde Hiddink.
El técnico habla cuatro idiomas: holandés, inglés, alemán y español, y sabe algo de coreano y ruso
Tiene casi 60 años, pero no los aparenta. Transmite jovialidad. Será porque le encanta la vida que lleva. Unos años aquí y otros allá. En cualquier parte del planeta. Después de Alemania 2006, será el seleccionador de Rusia, su enésima aventura. "Cuando tengo una nueva aventura, trato de ir a por ella inmediatamente. Y organizar mi trabajo de la manera más competitiva posible", explica. Ya está ilusionado en el próximo reto y no ha terminado el actual, que es llevar a Australia a la segunda fase.
Los aficionados australianos no le van a exigir que regrese con el trofeo. Quieren goles, algo que no consiguieron en Alemania 74, y pasar de ronda. Australia ha despertado de repente al fútbol. Siempre fue un país poco futbolero. Hasta ahora. Noventa mil personas se reunieron para ver el último entrenamiento de la selección antes de partir hacia Alemania. "Los jugadores europeos y americanos tienen la oportunidad de un gran torneo cada dos años, pero los australianos podrían haber acabado su carrera sin una gran cita".
Contra pronóstico, Australia, 54ª en el escalafón de la FIFA, eliminó a Uruguay, bicampeón del mundo, tan sólo un año después de que Hiddink ocupara el banquillo. Tuvo que cambiar muchas cosas. El estilo, básicamente. Australia había sido ridiculizada en la Copa Confederaciones por Brasil (6-0) con su juego antediluviano. "Cuando vi esos vídeos me di cuenta de que era un equipo un poco antiguo, con muchos jugadores defensivos juntos, y arriba un par de cowboys, aunque jugaran contra rivales con un solo delantero. Tuve que cambiarlo. Necesitaba que ocuparan el espacio en el campo". Lo logró. Con las limitaciones técnicas de sus jugadores, Australia imita el 4-3-3 holandés, así como su gusto por el raseo de la pelota. Así venció en su estreno a Japón (3-1). Y así espera plantarle cara hoy a Brasil. Aunque sepa que están en hemisferios futbolísticos distintos. ¿Podrá disfrutar de este partido? "Lo disfrutaré mucho. He vivido muchos años en el mundo latino y tengo amigos en la selección brasileña. Espero saludarlos. El juego de Brasil va a progresar con el avance de la competición, pero espero que sea más tarde", dijo ayer Hiddink, que ya ha vivido grandes duelos contra la canarinha. Las semifinales de Francia 98, por ejemplo (1-1, pero Brasil ganó por penaltis). Entonces ya no estaba Romario, que coincidió siendo un crío con Hiddink en el PSV Eindhoven. Hiddink sabe que su clasificación para octavos no pasa tanto por este partido casi imposible, esta tarde en Múnich, como por su victoria en el tercer encuentro ante Croacia, un rival muy especial. Hay una colonia croata en el combinado australiano. Nada menos que una de sus estrellas, Mark Viduka; el portero Kalak, del Milan, y los jugadores de campo Popovic, Culina, Skoko y Sterjovski tienen raíces croatas.
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