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Crónica:Alemania 2006 | Argentina-Serbia y Montenegro
Crónica
Texto informativo con interpretación

Gran Argentina, imparable Messi

Los albicelestes, que sueñan ya con el título, funcionan muy bien ante Serbia sin el joven delantero, pero aún mejor con él

Santiago Segurola

Argentina tiene el derecho a soñar con algo grande tras la victoria frente a Serbia. Ganó con estilo y multitud de recursos. Venció por puro fútbol, con goles maravillosos, de una precisión milimétrica, en los que se combinaron todas las artes del juego: el toque, el desmarque, la velocidad y el ingenio. Argentina alcanzó el mejor resultado de su larga trayectoria en los Mundiales, pero eso dice menos de su actuación que la manera de lograr la goleada. En un partido perfecto, en el que el equipo aprovechó todas las condiciones favorables para ofrecer su máximo rendimiento, atormentó a Serbia con un juego que hizo feliz a su hinchada. La complicidad entre el equipo y los aficionados alcanzó su máxima expresión al ingresar Messi, saludado como el nuevo héroe argentino.

RESULTADO

ARGENTINA 6 -SERBIA Y M. 0

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La gente quiere verle. Sabe que es un futbolista diferente. La gente necesita estímulos que le inviten a soñar. Messi es así de estimulante. Entró tarde a jugar, cuando faltaba un cuarto de hora y Argentina dominaba con comodidad el partido. Había marcado tres goles y Serbia no oponía ninguna resistencia. Era un equipo deprimido, sin ningún ánimo para jugar el último trecho del encuentro. Durante un rato los argentinos se compadecieron del rival y trastearon con la pelota, a la espera del final del partido, trámite demasiado largo en aquellas condiciones. La expulsión de Kezman se interpretó como la señal de un pacto implícito, según los viejos códigos del fútbol. Pero Messi no entiende de estas cosas. Entró en el campo y se acabó la diplomacia. Jugó 15 minutos, no los 15 de la basura, sino un nuevo partido que Messi dictó con sus características condiciones. Su electricidad reactivó a la selección argentina, que se vio obligada a seguir las directrices de un muchacho de 18 años. Son las cosas que tienen los genios.

A Messi se le ha bendecido como el sucesor de Maradona, empresa asfixiante para cualquiera. Quizá también para Messi, pero algo muy especial tiene este chico, que invita a los aficionados a alinearse con él. Los argentinos, los hinchas del Barça, los aficionados en general. Se trata de una condición que sólo adquieren las figuras de verdad, los indiscutibles. Se levantó Maradona, se levantaron los miles de argentinos que acudieron al estadio del Schalke y todos los aficionados atendieron con expectación al ingreso de Messi. Comenzaba su primera actuación en el Mundial.

Su impacto recordó al del jovencísimo Pelé en el Mundial de Suecia 58. Poco importa que el partido estuviera ganado. Messi está por encima de esas contingencias. Su voluntad es otra: protagonizar cada encuentro, marcar la diferencia, establecerse como la próxima gran figura del fútbol, saltarse las jerarquías. Lo logró. Y de paso comprometió a José Pékerman, el seleccionador. Argentina había jugado bien, y en algunos momentos muy bien, ante Serbia. Se había asegurado la victoria, el pase a los octavos de final y la alineación. No se toca lo que funciona, se suele decir en el fútbol. El problema es que Argentina todavía funcionó mejor con Messi. A partir de ahora no será fácil justificar su ausencia en el equipo. No es posible con un futbolista que se ha instalado entre los mejores del mundo. El dilema de Pékerman resulta fascinante.

Antes de Messi, Argentina había superado con facilidad a Serbia. Saviola fue el protagonista. Su estupendo partido también conecta con Messi. Los dos añadieron una velocidad nueva al equipo. Saviola levantó su crédito con una actuación brillante. Participó en las jugadas de los tres primeros goles, todos magníficos. La obra cumbre surgió en el segundo gol, un prodigio que reflejó lo que sucede cuando todo el equipo interpreta el juego de la misma manera. Empezó de forma aparentemente trivial, una sucesión de pases cortos entre pies argentinos hasta que la jugada cobró una aceleración fulgurante cuando la pelota llegó a Saviola, que cambió el ritmo de la acción y todos los demás hicieron lo mismo. El repentino acelerón se produjo a un toque, de Saviola a Riquelme, de Riquelme a Crespo, que controló y taconeó hacia su espalda, por donde llegó libre Cambiasso, que reventó el balón contra la red. Una jugada maravillosa.

Argentina, que había decaído tras su tempranero gol, se sintió entonces tan cómoda que comenzó a jugar al ritmo de Riquelme. Jugó bien, con paciencia, con una autoridad insultante. Pero el partido no daba para más. Empezaba a cobrar el aire mortecino de lo previsible. Ingresó Tévez, que pareció agarrotado. Ingresó Messi, que nunca se siente agarrotado. Y todo adquirió una velocidad nueva, una profundidad impresionante. A un buen partido de Argentina le sucedió éste, todavía mejor, por sencilla que fuera la empresa. Lo hizo mejor Messi, que marcó un gol, enchufó a todos y a todos mejoró, incluido Tévez, que agradeció más que nadie la entrada del joven fenómeno. Argentina voló, como los sueños de sus aficionados, de todos los aficionados.

Los jugadores argentinos se abrazan tras el gol de Messi, el primero a la derecha.
Los jugadores argentinos se abrazan tras el gol de Messi, el primero a la derecha.ASSOCIATED PRESS

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