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Crónica:Alemania 2006 | Francia-Suiza
Crónica
Texto informativo con interpretación

Francia, crepuscular

Salvo Zidane, la vieja guardia de los 'bleus' fracasa ante una Suiza que ha perdido la inocencia

La cantera de Europa ha envejecido de repente. El fútbol francés, que ha esparcido sus talentos por los mejores clubes del continente, se ve representado por una selección crepuscular, desgastada y anodina. Se lo debe en parte a su entrenador, Raymond Doménech, que ha sucumbido al poder de la vieja guardia. Ayer alineó a todos los viejos leones y fracasaron todos salvo Zidane, el único a la altura de su historia. Un triste fantasma resultó Vieira y una sombra Henry de lo que es en el Arsenal. Un misterio por qué el brillante delantero francés baja tanto su rendimiento en la selección. ¿Dónde están los jóvenes? Diarra y Malouda, en el banquillo. El esqueleto de Francia sigue siendo el mismo que bailó hasta la cima del Mundial de su país, en 1998, y se despeñó en el de Corea y Japón en 2002. Zidane sigue confiando en sus antiguos camaradas, pero éstos le defraudaron. El capitán los abroncó con frecuencia. La calurosísima tarde en Stuttgart acabó con ellos.

RESULTADO

FRANCIA 0 - SUIZA 0

Los suizos estaban secos y excitados. Tenían a los franceses encerrados en su campo

Enfrente estaba Suiza, que ha perdido la inocencia. Es un rival duro, competitivo, sin muchas luces, pero tan fiable como ese medio centro zurdo y tenaz que siempre está en el lugar adecuado: Vogel. Tiene defensas contundentes y centrocampistas potables. Le faltan delanteros. A la espera de que Frei aparezca en algún campeonato. Siempre se le anuncia. Nunca llega. Tuvo Suiza a Francia contra las cuerdas y eso es una gran noticia para el fútbol helvético.

En medio de la vulgaridad, Zidane estuvo a años luz de todos en el primer periodo. Domó el balón y le dio no menos de tres pases magistrales a Henry, pero éste los dilapidó uno tras otro. Disparos flojos, por el centro, sin convicción. Al marcharse al descanso, Henry le explicaba a Zidane el porqué de tanto desperdicio de ocasiones, pero el capitán enfiló el vestuario como quien oye llover. Contento no debía de estar con la contribución de sus colegas de generación.

"Ribéry, Ribéry!". Ávida de novedades, la hinchada francesa coreó el nombre del joven centrocampista del Marsella, de 23 años, animándole a convertirse en un espíritu redentor que no pudo ser. Le faltó cuajo. Demasiado espumoso. Rápido y dinámico, nunca determinante. Ni siquiera cuando Senderos le regaló un balón que Ribéry, solo ante el meta suizo, pasó mal atrás, demasiado atrás, para Henry. El disparo de éste chocó en la mano de Magnin, que impidió el gol. Los franceses reclamaron penalti sin mucha convicción: sabían que el defensa no podía quitar el brazo de allí. Ni podía ni quería.

El lateral izquierdo, Abidal, una de las novedades, se quedó grapado atrás mientras salía el resto de la defensa francesa. Eso dejó a Frei completamente solo ante Barthez tras la falta lanzada por Barnetta. Frei, sin embargo, a duras penas remató: alzó la pierna y rozó el balón, que golpeó en un poste.

Makelele cumplió en su papel de barrer en el centro del campo y le dieron el premio de hombre del partido. Discutible. Más evidente es el estado melancólico de Vieira. Añoranza del mediocentro que fue. Potente, enérgico, expansivo. No queda ni rastro. Le cuesta dar salida al balón. Su disparo mordido al comienzo del segundo tiempo, desde el borde del área y sin oposición, retrató la decadencia.

Suiza sabe y quiere competir. Se quedó lesionado Henry tras la línea de fondo y los aficionados franceses exigían a su combinado que echara la pelota fuera. De ninguna manera. No tenían por qué hacerlo. El jugador lesionado estaba fuera del campo y, además, se había lastimado solo, en el estiramiento antes de centrar. Por eso extrañó que el árbitro, en un ataque de locura, amonestase al lateral izquierdo, Magnin, que no había tocado a Henry.

Dirigida por el ubicuo Vogel, Suiza ofreció un centro del campo dinámico. Barnetta, Cabanas y Wicky se asociaron constantemente a Vogel. Aunque sin generar situaciones ventajosas a sus delanteros, Frei y Streller, que no vieron el balón. Barthez se bronceó durante una hora su calva de Popeye. Al menos, hasta que entró Gygax por el patoso Streller. Entonces, sí, empezó la jornada para Barthez, que le sacó con los pies un cabezazo picado a Gygax.

Hasta seis jugadores suizos se acercaron al banquillo pidiendo agua en el minuto 25 de la segunda parte. Estaban secos y excitados. Tenían a la gran Francia encerrada en su campo. Acababan de franquear la musculosa defensa de los bleus. Les faltaba el pasito definitivo que no llegó ante una Francia agotada en la que Zidane abroncaba al mismísimo Thuram. El fantasma asiático planeaba sobre ellos.

Zidane ayuda a Wiltord a levantarse del césped.
Zidane ayuda a Wiltord a levantarse del césped.ASSOCIATED PRESS

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