György Ligeti, compositor, maestro e investigador musical
Las microfonías están presentes en toda su obra
György Ligeti, uno de los compositores clave de la segunda mitad del siglo XX, investigador musical, maestro y mentor de nuevas generaciones, falleció a los 83 años de edad en la madrugada del lunes en Viena.
A través del cine de Stanley Kubrik, el nombre de Ligeti traspasó los selectos circuitos de la música contemporánea. Sus composiciones, como Réquiem o Luz eterna, se escuchan en 2001, una odisea en el espacio. También hay música de Ligeti en El resplandor y en Eyes wide shut.
György Ligeti, nacido en la localidad húngara de Dicsöszenmárton, en Transilvania, era de familia judía. Bajo el régimen nazi perdió a su padre y a su hermano en campos de concentración. Él pudo sobrevivir sometido desde 1943 a trabajos forzados.
Al estallar la revolución húngara de 1956, pocos meses antes de la represión soviética, emigró a Austria, donde más adelante obtendría la nacionalidad y entablaría un estrecho contacto con Pierre Boulez, Stockhausen y Eimert.
Había comenzado a componer ya a los 14 años, y, como por razón de sus orígenes no le permitieron seguir la carrera de física, se concentró de lleno en sus estudios en el conservatorio. Con especial ahínco se dedicó a explorar el folclor de Transilvania y a dar clases de armonía, contrapunto y análisis musical en la Academia Franz Liszt de Budapest.
"Soy enemigo de las ideologías en las artes. A los sistemas totalitarios no les gustan las disonancias", escribió el compositor, al que los críticos calificaban de "nada dogmático", "nada ortodoxo", aunque sí "radical", "aventurero", "visionario", polifacético" e "individualista".
El uso de densas polifonías, masas sonoras complejas y colores tonales cambiantes a las que llamó "micropolifonía", ha sido una de las características más destacadas en la obra de Ligeti, ya en sus primeras partituras sinfónicas, Apariciones (1958-1959) y Atmósferas (1961). Logró una llamativa creación de "micropolifonía" en su Poema sinfónico para 100 metrónomos, en el que los sonidos están dados, tal y como reza el título, por un centenar de medidores.
En la década de los años ochenta se interesó y empezó a incluir en sus trabajos la polirritmia de la percusión africana, después de experimentar con música electrónica en los años cincuenta en las ciudades alemanas de Colonia y Darmstadt. Su primera obra de teatro lírico, Le Grand Macabre (1974-77), figura entre las más conocidas, junto a los Estudios para piano, iniciados en 1985. Según Ligeti, sus composiciones, que "se escapan a toda categoría, no son ni tonales ni atonales ni posmodernas", tienen en común que "surgen siempre de una idea central sencilla y conducen a la extrema complejidad".
Una de las últimas veces que muchos de sus admiradores pudieron ver y celebrar al compositor fue en el homenaje que el festival Wien Modern le rindió en octubre de 2003 en la sala del Konzerthaus de Viena. Fue un concierto refrescante, que presentaba varias obras radiantes de profunda espiritualidad y a la vez de profundo humor. Ligeti solía decir que sus obras eran tan multicolores como su propia vida y que uno de sus propósitos era "fundir la risa al miedo a la muerte".
Entre otras piezas, la Orquesta Sinfónica de la Radio de Austria (RSO) interpretó aquel día memorable el Réquiem (1963-1965) de György Ligeti, y al concluir, tanto los músicos como los espectadores, emocionados, dirigieron sus aplausos hacia el palco central, donde estaba el mito vivo, en silla de ruedas, agradeciendo.
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