Irrumpe la escuela de Van Basten
Robben y el entusiasmo holandés revitalizan el partido ante Serbia y Montenegro
Holanda regresó a Alemania con una dulce selección. Ha sido siempre un país muy futbolero, y su marca será siempre imperecedera. Ahora, además, parece tener sentido de equipo, circunstancia decisiva para afrontar los mayores retos, ni que sea a medio plazo. Manda Van Basten y no hay más que decir, ni en la grada ni en la cancha, y puede que con el tiempo ni en la prensa. Los jugadores se despliegan por la cancha como colegiales enamorados de su profesor. Unos le admiran, otros interpretan sus decisiones y los hay también como Robben que hacen lo que les viene en gana.
Robben fue decisivo porque su gol tuvo un impacto tremendo sobre el partido y sobre el campo, ambos teñidos de oranje, porque pocas selecciones tienen la capacidad de movilización de la holandesa. A Leipzig se le puso la cara de color naranja nada más levantarse, y el entusiasmo holandés revitalizó un partido a primera vista discreto y, sin embargo, futbolísticamente interesante por novedoso. A Serbia y Montenegro no le quedó más remedio que asentir porque, siendo una selección muy fuerte y contragolpeadora, tuvo que llevar la iniciativa desde muy pronto por culpa del rebelde Robben.
RESULTADO
SERBIA Y MONTENEGRO 0 - 1 HOLANDA
Los serbios siempre han sido un mal enemigo. Petkovic ha armado un equipo estupendo defensivamente y muy bien rematado por dos delanteros intimidadores. La zaga está muy trabajada y apenas concede ocasiones de gol en situación de ataque estático. Aunque le falta un jugador desequilibrante en la divisoria, tiene cuantas cosas les gusta a los entrenadores más convencionales: un buen portero, una mejor organización y sincronización y un fútbol muy lozano porque sus jugadores son físicos, altos, poderosos, robustos. A cambio, le falta cintura. Pese a que la nueva generación es especialmente competitiva, no tiene el encanto que le daban jugadores trascendentes como Stojkovic, Mijatovic o Savicevic.
El romanticismo es cosa de Holanda. La estrella está ahora en el banquillo y, sin embargo, el equipo continúa siendo especialmente agradable. Aparentemente ha perdido productividad y majestuosidad en la línea de medios y defensivamente ya se sabe que toda la vida será condescendiente con el adversario. Ocurre, sin embargo, que Van Basten le ha dado equilibrio y responsabilidad y poder táctico. Le costó jugar en campo contrario, como es su costumbre, porque el rival se tapó bien, y el virtuoso Sneijder apenas pudo asociarse con dos centrocampistas que tienen más oficio y llegada que juego. Cocu y Van Bommel, sin embargo, le dieron oficio. Jugaban todos a una, cómplices de una misma causa, para que Robben resolviera.
La jugada del gol expresó la capacidad de los holandeses para hacer una buena lectura del partido. Arrimada como estaba Serbia, que perdonó un gol porque Kezman y Milosevic quisieron marcar la mitad cada uno después de una asistencia de Pedraj Djordjevic, Holanda contraatacó con una acción de sólo tres toques: Heitinga sacó la pelota desde su banda derecha para Van Persie, que la dejó de primeras para Robben, y el extremo del Chelsea no paró hasta batir a Jevric. Inaccesible cuando tiene la zaga parada, el equipo de Petkovic quedó retratado. Lanzado Robben por Van Persie, no hubo defensa de ayudas posible para tirar al zurdo pelirrojo holandés.
Robben se animó y capitalizó descaradamente un largo tramo del encuentro hasta el punto de que al entrenador de Serbia y Montenegro no le quedó más remedio que cambiar a su marcador, Nenad Djordjevic, víctima de un ataque de jaqueca. Ha crecido y mucho el extremo, más que nada porque ya es capaz de jugar al pie o al espacio, de recibir parado o en carrera, de jugarse el uno contra uno en un rincón del campo o en la medular. Aunque no ha tenido un buen año en el Chelsea, fue el hombre del partido. Robben convirtió un equipo aparentemente lento y poco profundo, en un coche de carreras cada vez que tocó la pelota.
No le quedó más remedio a Serbia que llevar la iniciativa, pero nunca se sintió tan a gusto como en el primer cuarto de hora cuando la contienda estaba abierta y, por tanto, a su merced. Petkovic le dio muchas vueltas a la alineación y, sin embargo, el equipo no le encontró el hilo al partido. Aunque tuvo un par de llegadas interesantes y reclamó un penalti por manos de Ooijer, Holanda se corrigió tácticamente y controló el partido sin demasiada exigencia, con cierta sangre fría, toda una novedad respecto a torneos anteriores, prueba evidente de que Van Basten tiene ascendente sobre los jugadores. Desaparecidos cabecillas como Seedorf, Davids, Kluivert o los hermanos De Boer, la eterna pugna entre futbolistas negros y blancos ha menguado y los nuevos chicos oranje son más dóciles, menos estrellas, muy académicos. La estrella, definitivamente, está en el banco o en la banda. Van Basten irradia poderío y Holanda se siente dichosa porque sus chicos reparten caramelos en el campo.
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