Toro o torero
Poco antes del Mundial de Estados Unidos, Menotti se refirió a un problema básico de la selección española. "Es un equipo que tiene que decidir si es toro o torero", dijo. La imagen resultaba perfecta. No se podía explicar con menos palabras un asunto que desde entonces ha requerido largos debates. ¿Qué estilo tiene la selección? ¿A qué juega? ¿Cómo debe jugar? ¿Por qué no hay manera de solucionar una dificultad que trastorna a entrenadores, jugadores, periodistas y aficionados? Se han sucedido opiniones de toda clase. Algunos, como Cruyff, atendieron al lado sociopolítico. "España es un país de países, y cada país tiene una manera de entender el fútbol", comentó en un magnífico diálogo con Jorge Valdano. También hace mucho tiempo de aquello, pero la idea de ninguna manera es descabellada.
España ha sido tribal para muchas cosas. Para el fútbol, más que ninguna. La Liga es un mosaico de estilos, y eso multiplica su atractivo frente a otros campeonatos más monótonos. Es una Liga, además, donde las estrellas extranjeras marcan la diferencia más que en ninguna otra. Y es una competición que no ampara a los mejores futbolistas jóvenes. España ha producido excelentes selecciones juveniles, con éxitos constantes en los últimos 15 años. El equipo olímpico ganó en Barcelona 92 y fue segundo en los Juegos de Sydney. Se han conquistado Campeonatos Mundiales sub 20. Se ha vencido en los Europeos sub 21. Han proliferado selecciones ganadoras de cadetes y juveniles. Todo eso no ha servido para que España haya saltado al primer plano donde cuenta: en los Mundiales. Los equipos españoles prefieren a los jóvenes argentinos o brasileños que a sus propias canteras. "Los chicos suramericanos llegan a la Liga con 100 partidos profesionales a sus espaldas", apunta Valdano. Es cierto. Y por el camino se ponen todos los obstáculos para que la selección tenga el aire indefinido que no poseen brasileños, italianos, alemanes, ingleses o argentinos. Son países con una vieja cultura futbolística que se traduce en una manera de hacer las cosas. Pueden variar las tácticas, pero esencialmente son reconocibles porque remiten a sus selecciones de toda la vida. España es un país tan apasionado por el fútbol como aquéllos, pero le ha faltado cultura propia. Quizá la raíz cultural se encontraba en la fiesta de los toros. Quizá la larga dictadura de Franco añadió un elemento más a la mordaza: en un país donde no se podía debatir sobre nada, el fútbol tampoco se escapaba a esa prohibición implícita. Si ha habido alguna clase de estilo, de rasgo propio, ha sido en los clubes. Eso significa un mosaico muy difícil de armonizar.
Son muchas las trabas que ha encontrado la selección para adquirir un perfil propio y un cierto consenso a su alrededor. Ahora estamos en la misma situación. El partido frente a Egipto lo reflejó perfectamente. Fueron dos tiempos, dos equipos, dos maneras de entender el juego. Una fue cautelosa, con Senna y Albelda en el medio campo, con Cesc sorprendido en medio de un equipo al que no entiende. Cesc es un futbolista de asociaciones que necesita gente que se le asocie. ¿Quiénes? ¿Senna, Albelda? ¿Torres y Villa, que le quedan a kilómetros de distancia y que están para otra cosa, para el remate y el gol? En el segundo tiempo fue otro equipo diferente, más creativo, más atractivo, más ofensivo, con más riesgos defensivos y con la gente que remite al Barça. Allí estaban Cesc, Xavi, Xabi Alonso y Reyes, que cada vez apunta más a segundo delantero y no a extremo. De alguna manera, la selección reflejaba dos mundos opuestos que también se observan en la Liga: el Valencia y el Barça, la tendencia a la cautela y al espíritu dominador. El diagnóstico de Menotti quedó muy claro.
Luis Aragonés tendrá que decidir. Encontrará partidarios y detractores en cualquier caso, pero es necesario que no haya dudas. Por lo general, no son los equipos aventureros los que ganan los Mundiales. Hay demasiadas pruebas de ello. El problema es que la selección no cuenta con la clase de futbolistas que le permite un juego cauteloso. No hay grandes defensas, ni jugadores de gran presencia física, ni genios de la táctica. Nadie se imagina a España conquistando el Mundial con el equipo del primer tiempo. Seguramente tampoco con el de la segunda parte. Y, como la mezcla parece imposible, las sensaciones son preocupantes. Quizá haya que hacerse otra pregunta. Si el título se antoja casi imposible ¿cómo debe caer la selección? Tiene dos opciones: la cautelosa o la aventurera. Al seleccionador le toca decidir.
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