La insolidaridad también escala el Everest
Escándalo por la muerte de un montañero entre la pasividad de otros en la cima del mundo
Hace tiempo que el Everest, uno de los premios geográficos más preciados en el mundo, dejó de estar reservado exclusivamente a los profesionales de la montaña. Coronar los 8.846 metros del techo del mundo con oxígeno por sus autopistas del sur (Nepal) y del norte (Tíbet), las rutas originales, las más transitadas, se ha convertido en un trofeo para una gran mayoría de aventureros acaudalados que pagan entre 24.000 y 54.000 euros por persona. No calculan riesgos ni respetan cánones alpinos.
La mayoría de las expediciones actuales que acuden al Everest lo hace casi siempre más por el prestigio que significa su ascensión que por alicientes intrínsecamente alpinos. Prevalece la cima a cualquier precio antes que la creatividad de la ruta. Pero el techo del mundo no perdona. Cada vez son más los que pierden el respeto al único nueve mil del mundo y cada vez aumenta el número de los que lo pagan con su vida.
Se topó con el presunto cadáver y descubrió que no estaba muerto. "Lincoln ha sobrevivido a una noche al raso a 8.700 metros, sin oxígeno", comunicó
El Everest ha echado esta semana el cierre a la temporada primaveral, que ha terminado con una plusmarca de ascensiones, hasta 500 -el número de montañeros que han pisado la cima supera los 3.000 desde la primera conquista, en 1953, por el neozelandés Edmund Hillary y el sherpa Tensing Norgay-, varios récords extravagantes, y con 11 muertos, aunque algunos escaladores hablan de 15.
¿En qué se ha convertido el Everest? En el circo más elevado del planeta, cuentan desde la distancia. En una romería carnavalesca, aseguran los genuinos. En un currículo obligado para los empeñados en vivir de la montaña. En una tumba para aventureros sin formación. El Everest fascina, pero también tiene su lado oscuro.
El drama ha vuelto a instalarse este año en el Everest. En especial la autopista del norte, que ha pasado de ser un circo a un cementerio. Muchos de los alpinistas que han regresado a sus casas, incluso con la cumbre en el bolsillo, lo han hecho traumatizados por lo que han tenido que ver, por lo que han hecho y, tal vez en algún caso, por lo que no han hecho. La negación de ayuda en la última estación del Everest, en esos últimos 846 metros de la llamada zona de la muerte, a otros escaladores en apuros se ha convertido en un escándalo, algo que, sin embargo, viene sucediendo desde hace años.
Fue la muerte del británico David Sharp la que reabrió la polémica. Sharp falleció extenuado por falta de oxígeno mientras 40 alpinistas-turistas pasaban a su lado sin hacer nada. Fue el neozelandés Mark Inglis, de 47 años, quien denunció el caso. "Al menos, los sherpas de nuestra expedición le dieron oxígeno. Fuimos los únicos", confesó Inglis, tras convertirse el 15 de mayo en el primer hombre que alcanza la cima con dos piernas artificiales. Otro de los récords extravagantes lo realizó un japonés de 70 años al conseguir ser la persona de mayor edad en pisar la cumbre del Everest. Poco después, un australiano de 15 años se convirtió en el más joven en hacerlo.
Otro de los escándalos fue el fallecimiento virtual del australiano Lincoln Hall. Lincoln fue dado por muerto el 25 de mayo, tras dos horas sin signos de vida a 100 metros de la cima. El jefe de la expedición ordenó retroceder al campo 3, a unos 7.800 metros, ya que ellos mismos corrían serio peligro por falta de oxígeno y ceguera.
Sucedió el milagro
A la mañana siguiente sucedió el milagro. Un guía de un grupo comercial, de camino con sus clientes hacia la cima, se topó con el presunto cadáver de Hall y descubrió, asombrado, que no estaba muerto. "Lincoln ha sobrevivido a una noche al raso a 8.700 metros, sin oxígeno. Puede tener un posible edema cerebral", comunicó a través del radiotransmisor al campo base. Y ahí sí hubo reacción y surgió la solidaridad. Hall fue rescatado para contarle a su esposa que tenía "cuerda para rato".
De hecho, la impresionante resistencia de Hall deja sin respuesta una serie de cuestiones inquietantes. ¿Y si algunos de los fallecidos en el Everest no hubiesen muerto tan rápidamente como se pensó? ¿Y si algunos que fueron ignorados por otros a lo largo de estos años, no estaban del todo perdidos?
David Sharp le dijo a su madre antes de partir hacia el Everest: "En realidad, allí nunca se está solo, hay un montón de alpinistas". Realmente había mucha gente cerca el día que David se sentó en la nieve sin poder moverse de regreso de la cima. Pero murió solo.
Mientras, en la autopista del sur del Nepal, una expedición terminaba con la operación de limpieza de la ruta de Hillary y Tensing. En total se recogieron 1.300 kilos de basura y más de 30 botellas de oxígeno vacías. Ahora, sólo falta limpiar de cadáveres el Everest.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.