Luis, en el laberinto
El empate ante Rusia aumenta las dudas del seleccionador
El seleccionador español, Luis Aragonés, creyó haber encontrado hace un par de meses la piedra filosofal para el Mundial de Alemania. Decidió que quería jugar con un 4-3-3 y sin extremos, a la manera del Barça, que caminaba implacable hacia la Liga y la Liga de Campeones, con los tres delanteros intercambiando sus posiciones. Un mediocentro que enlazara con la defensa y dos interiores por delante para armar el juego ofensivo y abastecer a los atacantes. Probó en el amistoso ante Costa de Marfil, el 1 de marzo, y quedó medianamente satisfecho (3-2). No había mucho tiempo para ensayar: el debú es el día 14 ante Ucrania. Así que llegó el partido de preparación del sábado ante Rusia (0-0), en Albacete, y al entrenador español le asaltaron todas las dudas juntas. La más evidente es si había elegido bien a los futbolistas apropiados para ese dibujo.
Villa, desde luego, no parece muy feliz conminado a partir desde la banda izquierda. Con 25 goles en la Liga, el delantero asturiano creía haberse ganado el derecho a ser el primer delantero, el más cercano a la portería contraria, puesto que también había sido el más certero del campeonato. El porcentaje de acierto de sus disparos a gol (el 26%) supera con creces el de Torres y Raúl (13%). Luis, sin embargo, considera que no es un "punta-punta" y lo ha desplazado a un lado en beneficio de Torres. Cierto que Villa se abre a menudo a las alas en el Valencia, aunque a su antojo, siempre merodeando el área, preparado para sacar partido a su punto fuerte: el remate. Le falta potencia para desbordar por las bandas, al menos con asiduidad. Y eso se vio ante Rusia. De ahí que cuando fuera sustituido por Reyes en la segunda parte, España desbordó por primera vez por el extremo: una larga carrera del sevillano, la pared con Raúl y el centro medido del primero que cabeceó alto Torres. Ese es el hábitat natural de Reyes, no el de Villa, que habría preferido estar en ese momento en el lugar de Torres. Luis pretende juntar a sus dos mejores delanteros (Torres y Villa), en realidad los únicos después de haber prescindido de Morientes. Otra cosa es que pueda hacerlo de la manera que había pensado.
Si el modelo es el Barça, hay diferencias sustanciales. La primera es la capacidad de desequilibrio de Ronaldinho por la izquierda, y Giuly o Messi por la derecha, inmensamente superior a la de España. Y la segunda viene de los laterales. Si los delanteros arrastran hacia el centro, entran Belletti y Gio con tenacidad. Ante Rusia, ni Sergio Ramos ni Antonio López rozaron la línea de fondo. A López todavía se le adivinaron intenciones. A Ramos, no. Le cuesta regresar a sus orígenes de lateral derecho.
A excepción de Casillas y Puyol, nadie se siente titular en la selección. Luis transmite recelos hacia casi todos los demás. Ni siquiera en un puesto tan clave como el de mediocentro, el ancla que une la defensa con la delantera, parece haberse decidido por la fuerza de Albelda o la clase de Xabi Alonso. El intocable del centro del campo habría sido Xavi de haber llegado en plenitud física, que no es el caso. Y otro tanto le sucede a Raúl. ¿Qué hacer, por tanto, con ellos?
Sumido en el laberinto, no es de extrañar que, tras el choque ante Rusia, Luis soltara una frase enigmática: "La culpa ha sido mía por querer ganar el partido". Problemas irresueltos que le golpeaban la cabeza. Como el que sugirió poco después al advertir que podría probar con tres centrales. Y recordó que Brasil también lo hace. Para justificarse. Barcelona y Brasil son buenos referentes, pero despiertan menos incertidumbres.
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