Raúl, con el color prohibido
No hay tensión, no hay histeria. No hay, parafraseando a Luis Aragonés, "fobia de anticipación". Si el huracán está por desatarse, a Raúl parece no importarle. El capitán de la selección española reflejó a la perfección los aires tranquilos que respira el equipo a menos de un mes del Mundial de Alemania.
Llegó a la concentración mascando chicle. El pelo largo, unos vaqueros raídos, sonriente al ver micrófonos, y, lo más extraño, luciendo una camiseta amarilla de estilo surfero. Un detalle que habla de la ignorancia, o del tremendo coraje, del capitán de la selección. Como dijo un integrante de la expedición de España: "Si Luis me ve con una camiseta amarilla me da una hostia".
Al parecer Raúl desconocía, o no le preocupaba, el hecho de que el color amarillo sea objeto de la ira del seleccionador. Luis Aragonés, que practica la cábala, lo considera un color de mal agüero. A tal punto llega su aversión, o su prudencia, que cuando dirigía al Atlético llegó a pedir a algunos empleados que se alejaran de su presencia cuando veía que llevaban algo amarillo.
En su primer entrenamiento con la selección, en Tenerife, antes de jugar contra Venezuela, mandó quitar los conos para parcelar el campo, chinos en la jerga, porque eran amarillos. En sustitución, reclamó rojos. Hoy todos los utileros de la federación saben perfectamente que no vale más color que el de la pasión.
Ayer, cuando el seleccionador descubrió la infracción de su jugador-bandera no tardó en dar la voz de alarma. Nada más verle entrar al hotel le dio la orden: "¡Raúl, quítatela, quítatela!".
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