Gregorio san juan, poeta
Fundó la compañía teatral Akelarre y fue concejal socialista de Bilbao
Antes de morir, Gregorio San Juan concedía entrevistas en su lecho de dolor (y no es una metáfora) haciendo honor a su condición de agente y agitador literario. Lo que siempre le pudo fue el amor a la literatura, a veces desmedido, otras no suficientemente tamizado, siempre sincero y basado en la entrega absoluta al libro, a las nuevas ideas, a las nuevas inquietudes.
Ya mayor, es decir, lo que es ser mayor cuando la juventud arrea estopa a los valores establecidos, Gregorio San Juan era un colega impagable en el Bilbao ya no tan liberal como el de Blas de Otero o Aresti. Él, palentino de nacimiento, gallego de vocación, bilbaíno de adopción, se enamoró literariamente de Blas de Otero, compartió mesa y mantel, y vaso y charla, con Aresti (el mejor poeta vasco en euskera), discutió con Gabriel Celaya, celebró la poesía de Angela Figuera y adoró en general la poesía que salía del alma y del oficio, dos asuntos previsiblemente antitéticos pero que no siempre dan grandiosos resultados.
Gregorio San Juan era poeta, sobre todo era poeta, más allá de su trabajo en una entidad financiera, más allá de sus extraños devaneos políticos, siempre en el entorno de la solidaridad socialista, pero no siempre acertados en la elección política; más allá incluso de sus propios escritos. Era poeta en lo que escribía y en lo que leía, y en lo que alentaba y en lo que aconsejaba. No es fácil ser agitador en una sociedad a veces tan provinciana como Bilbao donde cualquier transgresión está mal vista. Y él lo fue. Como fue presidente de la sociedad El Sitio (un bastión del liberalismo) y miembro de la Sociedad Bascongada de Amigos del País y fundador de la compañía de teatro Akelarre (que dio mucho que hablar, oír y ver en Euskadi en la transición) y concejal socialista y como llegó a reunir una biblioteca de casi 30.000 volúmenes por esa pasión irrefrenable por la literatura que le acompañó hasta el último segundo de su vida.
Probablemente su primer poema fue aquel que escribió en la mesa de un colegio cuando dejó dicho: "Aunque parezca falsía / vive Dios que no lo es / que aquí vivió más de un mes / Gregorio San Juan García". A Dios gracias, ese más de un mes duró 78 años.-
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