La resurrección de Jan Ullrich en las carreteras toscanas
Y luego hablan de la fluctuación de las acciones en la Bolsa: difícil de imaginar en el parqué una variación de un valor tan extrema y tan súbita como la que afectó ayer a Jan Ullrich.
Hasta el mediodía de ayer Jan Ullrich era poco menos que el hazmerreír del pelotón. No había voz autorizada del ciclismo, no había técnico, ex corredor, corredor o periodista que interrogado sobre el kaiser no abandonara cualquier noción de prudencia y se lanzara a tumba abierta a verter descalificaciones sobre su presente y negros augurios sobre su futuro inmediato. Una colección de tópicos completa: el habitual exceso de peso, el habitual gusto por la buena vida, el habitual disgusto por el ejercicio y el trabajo, la habitual colección de enfermedades y lesiones... Un año más, llegado mayo, medio mundo cree que Ullrich no puede volver a ganar el Tour. Bjarne Riis, que fue su compañero de equipo cuando ganó el Tour de 1997 y ahora dirige al gran favorito para el Tour 2006, Ivan Basso, resumió la discusión en un par de frases. "No creo que Jan pueda volver a ser grande", dijo. "El principal problema es que no le gusta ser ciclista y no entiendo cómo persiste".
Desde el mediodía de ayer, Jan Ullrich, que comenzó su temporada hace apenas quince días, vuelve a ser el ogro, el favorito, el hombre Tour, el hombre que sucederá a su amigo Lance Armstrong en el historial de la grande boucle.
Entre una percepción y otra, sólo 50 kilómetros, menos de una hora de contrarreloj por las llanas y hermosas carreteras de Toscana, entre Pontedera y Pontedera con paso por Pisa. Sucedió que Ullrich, que, por virtud de su mala clasificación en la general del Giro partió más de una hora antes que los favoritos, voló por las carreteras de la infancia de Gino Bartali, ganó la contrarreloj -su primer triunfo en nueve meses- y volvió a sonreír al hablar del Tour. "Espérenme en julio", citó a los aficionados.
En julio le esperará, entre otros, Ivan Basso, quien, mientras tanto, intenta ganar el Giro, a su estilo, bautizado tranquilo en honor a su referente, Indurain, pero inevitablemente espectacular. Detrás de Ullrich, quien homenajeó, a su manera, a la Vespa en su 60º aniversario con una media superior a los 51 por hora, se clasificó, a 28s, Basso, quien se vio perjudicado por el viento en contra que se levantó al final de la etapa. La prestación del líder del Giro causó un destrozo entre sus rivales, los ligeros escaladores que ayer naufragaron: Simoni perdió 4m 21s; Di Luca, 5m 13s, Cunego -a quien dobló Basso, partido cinco minutos más tarde-, 5m 34s. Quedan diez días, queda la alta montaña, los terribles Dolomitas, pero nadie duda de la fortaleza de Basso.
También hay españoles en el Giro. Aparte del valenciano José Enrique Gutiérrez, segundo en la general tras una buena contrarreloj, la figura más destacada es José Antonio Garrido Lima, el aguador del Quick-Step, el equipo de Bettini. Garrido, conocido como el barman por sus colegas, está acaparando titulares con el título de récordman oficioso de porteador de botellines: 16 es capaz de transportar hasta sus compañeros de equipo desde el coche situado a cola del pelotón: una en la boca, dos en los bolsisllos, dos en los portabidones, cinco entre el maillot y el pecho y seis entre el maillot y la espalda. La Gazzetta dello Sport ya ha organizado un concurso para ver quién le supera.
En la Volta a Catalunya, mientras, los hombres Tour que afinan su forma -Mancebo, Karpets, Botero, Menchov- se vieron sorprendidos ayer en la etapa reina por el pistard madrileño Carlos Castaño (Kaiku), que los superó en la subida a Arcalís y alcanzó el liderato.
Giro. 11ª etapa. Pontedera-Pontedera (50km contrarreloj). 1. Ullrich, 58m 48s. 2. Basso, a 28s. 3. Pinotti, a 1.01. 6. Gutiérrez, a 1.42. General. 1. Basso, 40h 28m 56s. 2. Gutiérrez, a 2.48. 3. Gonchar, a 3.24. 4. Savoldelli, a 3.26. 8. Cunego, a 6,54. 9. Simoni, a 7.13. 10. Di Luca, a 7.33. 14. Rujano, a 9.19.
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