Valdés gana a Henry
La fortaleza mental del portero desespera al francés
A la que el disparatado árbitro noruego Terje Hauge pitó el final, Víctor Valdés (L'Hospitalet, 1982) salió como una bala de su portería, apartó a cuanta gente se encontró en su camino hacia el banquillo y acabó por fin abrazado a Rijkaard larga y efusivamente después de estar a punto de arrancarle la cabeza. Ya repuesto, el portero regresó al fondo norte en el que cantaba la hinchada barcelonista para agradecer su apoyo, y antes de meterse en la rueda del equipo en busca del trofeo se felicitó con Oleguer e Iniesta, sus dos grandes amigos en el vestuario del Camp Nou desde los tiempos del Miniestadi.
"Andresito (Iniesta) nos ha dado línea de pase y el equipo ha recuperado la fe en la victoria", advirtió el guardameta. "Hemos demostrado que podíamos ganar la Champions con un equipo muy joven". No quiso reparar prácticamente en su memorable actuación -"todo el equipo ha hecho gran partido"- y reiteró su agradecimiento a Rijkaard -"se lo debo todo porque sin su apoyo no habría jugado un partido como el de hoy; siempre ha estado a mi lado"- antes de volver a dirigirse a los aficionados azulgrana, felices por tener finalmente un nuevo portero decisivo en una final de la Copa de Europa.
Ya lo fue también Zubizarreta en Wembley, y el vasco ha sido siempre el referente de Valdés. Ocurre, sin embargo, que en la memoria azulgrana pesa todavía el esfuerzo inútil de Urruti en la final de Sevilla, cuando de nada le valió parar dos penaltis al Steaua de Bucarest en una noche que ya se sabía que Zubi ficharía por el Barcelona. Y tampoco tuvo suerte Ramallets en la final de Berna en que acabó por meterse un gol en propia puerta.
Valdés estuvo formidable. Había visualizado muy bien el partido y en cada jugada se le presentaba Henry, de manera que cuando se encontraron en el campo el delantero nunca pudo con el portero. Nada más empezar le sacó dos remates escalofriantes y al final le aguantó un remate escorado antes de ganarle en un mano a mano que parecía gol o gol. Valdés respondió en el campo a la cháchara que su manera de ser despierta entre una parte de la gent blaugrana.
No es casualidad que uno de sus porteros más admirados sea Cañizares. Ambos tienen un aire sospechoso y sus excelentes trayectorias contemplan errores de bulto. Valdés habilitó esta temporada a Villa en el Camp Nou y en Mestalla y hubo cierto revuelo entre la hinchada. El portero se sobrepuso con entereza. El estadio se ha comido a porteros de talla, como Víctor Baía, y sin embargo ha acabado rendido a Valdés, inexpugnable desde que en Anoeta se puso una zamarra verde en sustitución de la negra en la que los fieles del Miniestadi creyeron adivinar al mejor imitador de Yashine, La araña negra.
Al igual que la mayoría de futbolistas formados en las categorías inferiores, a Valdés le ha sostenido su mentalidad para sobreponerse a las adversidades. Aunque su voz es aflautada y acaba los partidos afónico, tiene una fortaleza envidiable, al tiempo que sabe evadirse. Le encantan la playa y la montaña e igual se pasea con los perros que se divierte con el pimball o se relaja con el piano. Le gusta la música, la televisón y tomarse un café antes de los partidos. Valdés no sólo no quita puntos en la Liga, sino que ha dado una Champions al Barcelona.
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