Henry cede ante la sonrisa de 'Ronie'
El delantero brasileño no estuvo tan brillante como el francés, pero hizo valer su impagable aportación al juego colectivo
Henry puede ser la próxima temporada jugador del equipo al que más ha deseado derrotar esta temporada. No lo consiguió y acabó en cuclillas, desolado, mientras que en el otro extremo del césped, la otra megaesterlla del partido, Ronaldinho, se comía a besos a Belletti. Ganó el Barça, perdió el Arsenal de Henry. Ambos se saludaron antes del partido y las cámaras de televisión recogieron todo el cariño y el respeto del abrazo.
Uno, el francés, sin embargo, tardó bien poco en aparecer. Lo hizo a los tres minutos, cuando puso en evidencia a Oleguer al superarle en el desmarque. Recortó, acto seguido, a Márquez en la frontal del área pequeña y fusiló a Victor, que era consciente que se las iba a ver con Tití, pero no esperaba hacerlo tan pronto ni tantas veces. Ganó el portero al desviar el cuero a la línea de fondo. Segundos después, a la salida del córner, el francés volvió a rematar. Lo hizo desde el vértice del área grande. Valdés pudo repeler el cuero. Pero Henry ni se inmuto. Ronaldinho, diferente hasta en el calentamiento por su camiseta sin mangas, por calentar con balón mientras los demás corren, tampoco se preocupó. Todavía sonreía, jugando como delantero centro, entre Touré y Campbell, los centrales gunners.
Henry, serio como si estuviera en un funeral en vez de en una final de la Liga de Campeones, mudó su semblante cuando Ronie, en la primera contra en la que consiguió encarar a la carrera a los dos centrales del Arsenal, pudo asistir a la llegada en diagonal desde la banda izquierda de Eto'o. El camerunés fue derribado por Lehmann y la pelota la alcanzó Giuly para marcar. Pero el árbitro no dio gol y se conformó con expulsar al alemán.
Sólo unos minutos más tarde, Henry ejerció de capitán al tratar de calmar a Eboué, quien se ganó una amarilla por una dura entrada a Gio. La imagen del sosegado capitán, contrastaba con la inverosímil pose de Ronie, que mediante sus reiterados gestos de desesperación, delataba que se sentía incómodo, que no tocaba la pelota. Su rostro, sin embargo, se tornó mucho más áspero cuando su amigo, anoche su rival, le sobresaltó de sobremanera. Manos en jarras, minuto 38, Henry aguardó a que el árbitro pitara para sacar una falta lateral. Suave, estilista, adecuó el cuerpo y la puso con la derecha para la cabeza de Campbell. Gol. Sólo, el francés se alejó de la celebración y se limitó a levantar la palma de su mano izquierda como si pidiera calma. Y Ronaldinho aguardaba en el centro del campo para empezar de nuevo, esta vez pegado a la banda. Mejor. Una jugada que empezó la culminó Eto'o en el poste.
En la segunda mitad todo cambió. Ronaldinho recuperó su sonrisa y el partido demudó el gesto de Henry, quien no pudo si no lamentarse ante el devenir del partido. La culpa no fue de Ronaldinho. Pero sí de Eto'o y Belletti, que marcaron dos goles y sentenciaron el partido. Hilera de dientes del brasileño por morros del francés. Al final del encuentro, extasiado, Ronaldinho fue corriendo hacia Belletti para darle un abrazo. A escasos metros se encontraba Henry, que de cuclillas, con los ojos vidirosos y la mirada perdida, lamentaba la ocasión malograda.
Pero en algo fueron idénticos ambos futbolistas: en su modo de entender el fútbol, de tratar con cariño al cuero. Lo mismo les dio que les hicieran una entrada. Poco dados a las lamentaciones, sus ojos, irremediablemente, siempre miraron a la pelota. No importó que Touré le enseñara los tacos de la bota a Ronaldinho o que Márquez usara su carrocería para tumbar a Henry. Ellos siempre miraron a la pelota.
Sobre el césped de Saint Denis hubo dos estrellas, dos estilos de juego, un ganador y, sobre todo, dos amigos.
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