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Reportaje:

Chernóbil, una historia sin final

El CCCB dedica una exposición a explicar y analizar la mayor catástrofe industrial de la historia

-"Dime, compadre, aquel sarcófago de Chernóbil, ¿es como el de Egipto?

-"¡Qué dices! En Egipto dentro hay una momia. Aquí es al revés, un sarcófago en el medio y miles de momias alrededor".

El chiste da cuenta de la fuga de humor negro que provocó la sequía informativa y la magnitud de las consecuencias de la catástrofe de la central nuclear de Chernóbil, en Ucrania. Junto con otros chistes del momento -una descarga de tensión entre tantos documentos dramáticos-, está escrito en las paredes de la exposición Érase una vez Chernóbil, que hasta el 8 de octubre puede verse en el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona (CCCB).

"Ahora, 20 años después de la catástrofe aún nadie conoce la verdadera historia de Chernóbil", indica Galia Ackermann, historiadora y periodista francesa de origen ruso, comisaria de esta exposición con la que, señaló, se trata de reivindicar la necesidad de "aprender de los errores del pasado" y rendir homenaje a las víctimas. Para ello se aborda la catástrofe desde diferentes puntos de vista -humano, tecnológico y político- a través de fotografías, vídeos, documentos, testimonios y, en el apartado final, algunas miradas artísticas sobre el fenómeno.

El montaje aporta fotografías, datos, documentos, vídeos y testimonios

Gran parte de la exposición -que tiene como uno de sus destinatarios el público escolar, de ahí el título como el inicio de un cuento que aún no tiene final-, está dedicada a la situación de los liquidadores, el nombre con el que se conoce a las cerca de 700.000 personas que fueron movilizadas tras el accidente para "liquidar" las consecuencias de la catástrofe. "Muchas dieron su vida y otras padecieron consecuencias terribles", recuerda Ackermann, que ha dedicado ocho años a investigar la tragedia y que denuncia que el objetivo primero del Gobierno soviético en aquel momento era volver a poner en marcha la central antes que preocuparse por los daños humanos del accidente, que minimizó de forma escandalosa. "Se ha dicho que Chernóbil es el crimen perfecto, porque si padeces un cáncer al cabo de 20 años de recibir la radiación es fácil que el sistema público sanitario no te tenga en cuenta como afectado", indicó Ackermann, con relación a la situación actual de estas personas que participaron en las tareas iniciales de construcción del sarcófago que recubre el reactor averiado y otros trabajos de descontaminación. Su media de edad era 33 años y procedían de toda la URSS, lo que, una vez disuelta ésta, ha hecho más complicado que recibieran la atención por las secuelas y el reconocimiento por el trabajo realizado; de hecho son considerados héroes. Dos de estos liquidadores participarán mañana (19.30 horas) en una mesa redonda moderada por la periodista Pilar Bonet en el CCCB.

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El accidente, la explosión del cuarto reactor de la principal central nuclear soviética de aquel momento, se produjo la noche del 26 de abril de 1986. La fuga radiactiva afectó en los días siguientes a unos 20 países y desencadenó la evacuación, entre aquella fecha y 1992, de unas 600 localidades -sus nombres sirven de pórtico de entrada a la exposición- en las que vivían unas 350.000 personas. La ciudad más afectada es Pripiat, construida en la década de 1970 para alojar precisamente a los trabajadores de la central, que quedó contaminada por el plutonio-239, cuyo periodo de actividad contaminante es de 24.000 años. Abundan las fotografías de esta ciudad fantasma, detenida en el tiempo, que sus habitantes abandonaron en los primeros días pensando aún -la información era escasa- que sería una evacuación temporal.

La exposición, con un escenográfico montaje de Emiliana Design que en su parte central, la más amplia, alude con sus muros metálicos al interior de la central, incluye una amplia selección de documentos, informativos de la época -los de TV-3 de hace 20 años reflejan el desconcierto de los días iniciales- las primeras fotos del accidente realizadas por Ígor Kostin, que también siguió de cerca el trabajo de los liquidadores, o las fotografías artísticas del canadiense Robert Polidori, que documentó en 2001 la desolación de Pripiat. Mapas, glosarios, análisis políticos de hasta qué punto la catástrofe precipitó la caída del comunismo o el estado actual de la amplia zona de exclusión configuran esta exposición que, como indica Josep Ramoneda, director del CCCB, sitúa Chernóbil "como emblema de la sociedad del riesgo" a la que, cada vez más, estamos volcados.

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