El olor de la libertad
El condenado por un robo de poca cuantía hace 21 años busca ya trabajo
Lo primero que dijo Antonio Hernández cuando salió de la cárcel de Huelva en libertad condicional el pasado martes fue que quería darse una ducha para quitarse "el olor a talego". A las puertas de la prisión le esperaban sus familiares y amigos, y algunos medios de comunicación. ¿Por qué tanta expectación? Porque su historia saltó a las televisiones y periódicos de todo el país cuando, hace casi tres meses, se supo que Antonio entraba en el penal para cumplir 12 años de cárcel por unos delitos cometidos hace 21 años. Lo que le suponía cumplir un castigo cuando ya estaba perfectamente rehabilitado, tenía un trabajo estable, una hija de ocho años y una pareja embarazada. Un castigo por un crimen que consistió en robar un televisor, un radiocasete y un jamón.
Al día siguiente de cruzar las puertas del penal, la cara de Antonio, de 41 años, delataba la larga fiesta de celebración. Más tranquilo y todavía algo desconcertado, seguía atendiendo a los distintos periodistas que se interesaban por entrevistarle en Aljaraque (Huelva), de donde es natural.
¿A qué huele la cárcel? "No lo sé explicar. Es algo que está ahí, que cuando entras lo notas. Tiene su olor. A cerrado quizá. No sé. Distinto", dice. ¿Y fuera? "Fuera huele a aire fresco, a aire puro. El olor de la cárcel se te pega y hasta que no estás fuera un buen rato y te duchas, no se te va", continúa.
Lo que llevó a este vecino de Aljaraque a la sombra de la prisión fueron las drogas, de las que fue consumidor durante seis años. "Yo ya no tengo nada que ver con el chaval que era. Al final me di cuenta de que me estaban matando. Iban a terminar conmigo", declara. Y Antonio decidió terminar antes con ellas. "Y las dejé. Y las dejé sólo y en mi casa, en mi barrio. Creo que es la mejor manera de hacerlo, con la ayuda de tu familia y tus amigos de verdad. Porque si estás en un centro, te quitas en ese ambiente pero cuando vuelves a casa es más fácil caer de nuevo. Por eso es mejor dejarlo en tu barrio".
En estos meses en prisión Antonio afirma que ha estado muy deprimido. "Me arrepiento de lo que hice, pero fueron cosas de chiquillo". Los delitos fueron cometidos en 1985, y hasta 1993 no fueron juzgados. Cuatro años después, en 1997, llegó la sentencia en firme. Y en 2002 la ejecución de la misma. A partir de entonces los cinco acusados, entre los que se encontraba Antonio Hernández, pidieron el indulto al Gobierno alegando que en el tiempo transcurrido entre el crimen y el castigo, los acusados habían rehecho sus vidas. El perdón llegó para tres de ellos, pero por un error administrativo, nunca para Antonio ni para su compañero Juan Benítez, de 39 años y condenado a seis. Benítez consiguió el tercer grado en el mes de marzo y está a la espera de que le concedan la libertad condicional.
"Era tan injusto que me metiesen en la cárcel por algo así cuando ya tenía trabajo, una hija y una vida", se queja Antonio. Por esa injusticia su hermana, su madre y su pareja lideraron multitud de manifestaciones de protesta en Aljaraque y Huelva en la que convocaban a familiares y amigos. "La verdad es que tengo una familia que no me la merezco", reconoce.
¿Y a partir de ahora? "Buscar un trabajo
[Antonio estaba contratado por una empresa de seguridad en una obra] y seguir tirando".
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