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Reportaje:Fútbol | 37ª jornada de Liga

Más de un millón para el mejor

Una muchedumbre celebró el triunfo al paso del Barça por las calles de la ciudad

Esta vez existía una referencia cercana. No había que remitirse a la fantástica noche de Wembley (1992) ni a tiempos pretéritos casi olvidados. En la retina, aparecían frescas las imágenes del año pasado, cuando el Barça conquistó su 17ª Liga y casi un millón de ciudadanos se lanzó a la calle para celebrar un título largamente esperado. Parecía imposible que algo así se repitiese. No había partido, ni fiesta exclusiva en el Camp Nou -se celebró el sábado, tras el derby contra el Espanyol- y, sin embargo, el efecto se multiplicó: las calles de Barcelona fueron ayer, más que nunca, una gigantesca fiesta. Alrededor de 1.200.000 personas, según datos de la Guardia Urbana, tocadas con bufandas, gorras y banderas del Barça formaron un tupido manto azulgrana que se extendió por todo el centro de la ciudad, para festejar el título alcanzado esta temporada.

Con el Camp Nou como punto de partida y llegada de la rúa, la marea azulgrana, que allí ya superaba el medio millar, fue tomando las calles a medida que los tres autobuses de la caravana avanzaban por la ciudad. Nadie quería perderse semejante fiesta. Padres con hijos, abuelos con nietos, grupos de jóvenes se agolpaban a las puertas del estadio para tomar las primeras instantáneas de la celebración. Allí estaban los tres autobuses descapotables esperando a los héroes de la fiesta que, a las 18.00, empezaron a desfilar. Aparecieron primero Márquez y Belletti, con sus banderas de México y Brasil, y arrancaron la primera ovación. Les siguió Eto'o, que salió comiendo uno de los panecillos que Ronaldinho, cual camarero, llevaba en una bandeja.

La caravana echó a rodar, mientras Joan Laporta la miraba con satisfacción. "Sube con nosotros, presi", le decía el Negro Páez, campeón con el equipo de hockey patines. "No me dejan", respondió el presidente del Barça, que, con algunos directivos, siguió los acontecimientos desde el Camp Nou. "La estima que se tiene por el Barça es impresionante. Ésta es la fiesta de la diversidad, de la catalanidad integradora. Es magnífico", celebró Laporta.

No le faltaba razón. Cuando la rúa abandonó el Camp Nou, millares de personas de todas las edades y nacionalidades, marcadas de cerca por el fuerte dispositivo policial, emprendieron la marcha junto a los autobuses. "¡Campions, campions!", se oía gritar entre centenares de estruendosas bocinas, decenas de motocicletas y coches. Maxi, Eto'o, Márquez y Belleti, de los más animados, correspondían con entusiasmo. Millares de personas corrían e invadían las calles para ver el paso de los campeones. Banderas colgadas de las ventanas, aficionados asomados a los balcones, pancartas - "Larsson, quédate", "Deco eres el rey" o "Ronaldinho, gracias por tu sonrisa", se podía leer- festejaban a los futbolistas. Los puntos neurálgicos de la ciudad se iban llenando de aficionados, mientras la rúa, obligada por el gentío, avanzaba a paso de tortuga. A los jugadores no les importó. Ellos habían pedido a la directiva poder salir a la calle y hasta Deco, que tuvo que abandonar la caravana por un problema de salud de su mujer, se reincorporó -ayudado por el ex directivo Alejandro Echevarría, organizador del sistema de seguridad- en cuanto pudo. Fue en el momento álgido, cuando la caravana alcanzó la Plaza Cataluña. El colapso era total. El paseo recordó a las manifestaciones contra la guerra de Irak. Entonces, un millón de personas saltó a la calle. Ayer, muchos más. La euforia se desató: Ronaldinho tiró su camiseta, Motta, sus pantalones, y hasta Rijkaard participó de la fiesta.

Los jugadores azulgrana, en el autobús que les paseó por Barcelona.
Los jugadores azulgrana, en el autobús que les paseó por Barcelona.CARLES RIBAS

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