El milagro de dos veteranos

Nando Yosu volvió a ejercer de brujo con el equipo de su vida. A falta de cuatro jornadas, Manolo Preciado le cedió el testigo de un equipo decadente e inerme que caminaba directo a Segunda División. Menos de veinte días después, Yosu salió manteado por los jugadores de los campos de Sport después de sellar su cuarto milagro en el club cántabro y obtener la permanencia matemática. El Racing lo conseguió a costa de Osasuna cuando el conjunto navarro dominaba en el marcador, estaba momentáneamente clasificado para la Liga de Campeones y apenas quedaban diez minutos de partido.

Con una pirivuelta digna de acróbata, los de Yosu hicieron justicia tras un choque que dominaron casi desde el principio pero en el que no encontraron remate hasta la recta final. Sin apenas belleza plástica, tanto Aguirre como Nando Yosu plantearon un partido de seguridad defensiva, juego físico y renuncia a arriesgar más de lo estrictamente necesario. Lo dibujado en las pizarras tuvo su traslado sobre el césped, cuando en la primera mitad sólo existió una falta directa de Milosevic que salió demasiado cruzada y una clarísima ocasión de Matabuena, que abusó de egoísmo cuando Antoñito sólo tenía que empujar la pelota. La primera mitad no dio más de sí y, además, dejaba insatisfecho a ambos contendientes.

Sin embargo, quedaba el giro copernicano del partido. Osasuna trenzó su primera jugada verdaderamente ofensiva, con un robo en el centro de campo, con toque de Webó, pase de Moha al segundo palo donde David López se la dejó a Milosevic para que remachara sin marca. Era el primer disparo a puerta de los de Aguirre. En ese momento, sólo manteniendo el resultado, se colarían por primera vez en la máxima competición europea. El Racing, que había barrido a los navarros desde la reanudación, no bajo los brazos. Siguió atacando, aunque estuvo a punto de costarle caro si Webó hubiese controlado mejor en un contragolpe, y mostró una imagen diametralmente opuesta a la del equipo resignado que encadenaba derrotas de la mano de Preciado. El dominio, pese a todo, no se convertía en ocasiones claras hasta que Corrales cometió un claro penalti sobre Matabuena cuando éste iniciaba su enésima incursión en el área de los rojillos.

Melo, futbolista testarudo como pocos, fue el que terció en la discusión sobre quién disparaba la pena máxima agarrando el balón con fuerza. Y erró ante un brillante Ricardo, que sacó el balón por la línea de fondo. Lo que podía haber sido un golpe anímico brutal fue como la espoleta de una bomba. A falta de diez minutos, Pablo Alfaro, que había comenzado de suplente, dejó atrás tres años de sequía goleadora y cabeceó el saque de esquina a las mallas de Ricardo, felino treinta segundos antes y paralizado en el córner.

El partido se trabó pese a que el resultado no beneficiaba a ninguno. Pero el Racing no se amilanó e insistió en atacar. Damiá disparó desde la derecha, Ricardo despejó y Antoñito, ratonero del área, la empujó tras un intento de despeje de Cruchaga. Después, peleas, Pinillos inconsciente y golpes hasta el final. Pero lo importante para los racinguistas era que la mano del talismán Yosu se volvía a sentir en El Sardinero mientras que Osasuna tendrá que esperar a su partido contra el Valencia en el Reyno de Navarra para conseguir su más anhelado deseo.