"Es obsceno ir a Irak como comisaria incrustada"
Siguiente parada, Irak. Si la primera y la segunda parte de Representaciones árabes contemporáneas se centraron en Beirut/Libano y El Cairo/Egipto, este proyecto a largo plazo ideado por Catherine David ha alcanzado el drama de la situación de la que fue cuna de la civilización, con toda su compleja herencia, imposible de inventariar en medio del caos de la guerra, el saqueo, la confusión y el odio. La Fundación Tàpies presenta algunos señuelos de los "restos y diásporas" que son testigo, en Irak y en el mundo entero, de la riqueza y fuerza de lo que constituyó una de las culturas más modernas y dinámicas del mundo árabe. "La ecuación iraquí no pretende ser una exposición de arte moderno o contemporáneo", explica la curator francesa, "sino una plataforma de información, de encuentro y debate abierta a cineastas, autores, analistas y activistas capaz de arrojar luz sobre el contexto histórico, político, social y cultural que ha desembocado en la situación actual, y también encontrar posibles salidas de la pesadilla cotidiana que viven hoy los iraquíes".
"Cada árabe rico quiere competir con Pinault, tener su Palazzo Grassi o su Bienal de Venecia"
"Sobre las artes plásticas en Irak existe una especie de leyenda dorada"
PREGUNTA. En un contexto artístico cada vez más uniformado, en el que el trabajo del comisario se ha vuelto repetitivo e indiferenciado ¿no son este tipo de proyectos los que dan sentido a la profesión de curador?
RESPUESTA. Yo lo veo más como un trabajo de edición, como un dispositivo preciso, nunca final ni cerrado, en el cual, poco a poco, pueden sedimentar discursos, imágenes, testimonios. En el arte no existe un único modelo. Siempre he dicho que el papel del curador no merece tanta gloria ni tanta infamia. Yo reivindico la posibilidad de trabajar en proyecto, pero no para llegar a un final. Que nadie se engañe, en la Tàpies no he querido hacer una exposición en el sentido clásico, lo que no quiere decir que dentro de dos años podamos hacer una más precisa sobre la modernidad iraquí, o la pintura en Irak, de tal a tal fecha. Ahora no es posible, sería irresponsable y deshonesto.
P. ¿Cómo fue su experiencia en Irak?
R. Yo no he pisado Irak. Me parecía obsceno ir allí como comisaria incrustada sin posibilidad de moverme libremente y hablar de las delicadezas y maravillas de la vanguardia iraquí cuando la gente muere allí mismo, delante de ti. Así que uno se ha de organizar de otra manera. No hay que ignorar que estamos en una guerra especialmente sucia. Tengo en mi poder un millar de documentos personales, trabajos artísticos e informaciones durísimas sobre Irak que me llegan de Bagdad, a través de amigos, pero no me atrevo a publicarlos, ni los nombres de sus autores, sería muy peligroso para ellos. Con esto quiero decir que se puede trabajar, pero en otro nivel. Y todo eso se puede comunicar y articular aun en un momento tan grave.
P. ¿De qué manera puede el arte, ante el fracaso de la diplomacia y la política, resolver la "ecuación iraquí"?
R. La ecuación iraquí tiene solución, pero no hoy. Puede haber espacio para la política, para la diplomacia, pero cuando el terreno está más o menos limpio. Ahora hay mucha confusión y desinfomación, no se puede avanzar. Es importante dar a la gente lo suficiente en términos de líneas de fuga, de imágenes, de discursos que permitan construir uno o varios puntos de vista que no coincidan con los clichés que nos quieren imponer. Otro asunto no menos delicado es Irán, la pregunta primera es quién tiene acceso a la bomba y quién no, y por qué. Y después hablamos. Irán está rodeado de países dotados de arsenales nucleares. Segundo, la sociedad iraní es muy moderna y articulada, está muy bien informada. No hay que ser un genio para pensar que si hay una guerra en Irán, va a ser muchísimo peor que la de Irak. He de decir que me sorprende la posición de Europa, está paralizada, como atónita. Pero todavía hay lugar para la política. Yo creo en el peso de las palabras.
P. En la exposición, usted ha destacado el fenómeno del exilio iraquí, gran parte de sus intelectuales están fuera.
R. La mayoría vive en Occidente, el poeta Sinan Antoon vive en Nueva York; Hana al Bayati, una cineasta muy comprometida, estudió en Londres y ahora vive en El Cairo; el autor teatral Tariq Hashim vive en Copenhague; el pintor Faisel Laibi Sahi lleva 35 años de país en país, ahora vive en Londres... Es muy difícil definir quién está dentro o fuera, no depende de si estás exiliado o no. El exilio es una actitud. Sobre las artes plásticas en Irak existe una especie de leyenda dorada. También hay muchos artistas jóvenes que hacen trabajos muy reaccionarios y aprovechan la confusión para promocionarse como la vanguardia actual. Y después hay que tener presente las biografías, un judío iraquí no reacciona de la misma manera que un suní de clase media.
P. ¿Qué supone para un conservador de arte trabajar en torno a un país saqueado al que han intentado aniquilar su historia, la memoria?
R. A mí me llamó mucho la atención el circo mediático que hubo con los budas de Bayán. Nunca diría que fue buena idea destruirlos, pero al fin y al cabo eran budas helenistas. Irak nació muchos antes que la cultura griega, es el comienzo del comienzo, el inicio de la civilización. En Irak, el único edificio protegido y cuidado fue el del petróleo. Hubo desidia. Esto es algo inédito. No sólo hubo destrucción de la cultura, de la memoria, también matanzas de profesores. Que unos soldados polacos pongan sus tanques en Babilonia es inaceptable. Los iraquíes que van a sobrevivir van a pedir cuentas. Y espero que los americanos lo paguen caro.
P. ¿Cómo deberían hoy los macroeventos artísticos -la Bienal de Venecia, la Documenta de Kassel- afrontar las problemáticas sociales? ¿Tienen los curadores que posicionarse políticamente?
R. Voy a ser muy cruel, prefiero que Robert Storr no se defina políticamente. Mi única objeción, serían los deshonestos, los necios. Y creo que una documenta puede ser un espacio de discusión, después cada curator puede definir cómo quiere articular ese espacio..
P. ¿Sería posible una documenta árabe?
R. Sí, se podría hacer con energía y compromiso, y un buen equipo. Hace unos cinco años, un importante coleccionista libanés me pregunto cuál sería el presupuesto para una documenta en el mundo árabe. Le contesté que no sabía, pero que ése no era el asunto. El tema es cuándo y cómo lo hacemos. Sin caer en la espectacularidad. Oriente Próximo no es Europa. La pregunta es ¿qué tipo de apuesta, qué visibilidad, cómo lo organizamos? Porque éste es también un tema político. Cada árabe rico quiere competir con Pinault, tener su Palazzo Grassi o su Bienal de Venecia. Ése es el problema, ¿dónde están los comprometidos, la sociedad civil y unos líderes árabes con una mínima visión cultural? Espero que la Documenta de Roger Buergel sea significativa. De Venecia, lo he dicho antes, no espero nada. A mí, personalmente, la documenta árabe no me interesa, prefiero los eventos más específicos, pequeños, como el que ahora presento en la Tàpies.
P. ¿Y una bienal en Palestina?
R. La pregunta sería qué sentido tiene llevar a Ramala una obra de Boltanski. Hay que problematizar la situación. ¿Cuál es el estatuto del autodidactismo en Palestina, en Irak, que no es lo mismo que ser autodidacta en París o en Marsella? Claro que se puede hacer una bienal honesta pero no sería relevante, hay que plantearse estas cuestiones. La Bienal de Sharjah (en 2007 cumplirá su octava edición), en los Emiratos Árabes, tiene muchísimo dinero, más que São Paulo, podría problematizar la cuestión estética en la región, hacer un trabajo más sutil. Pero no se hace. El reto es articular unas respuestas muy específicas, pero esto es muy complicado porque hay unos temas que no interesan a los políticos. En Palestina no se va a normalizar nada hasta que no se reconozca un Estado, hasta que exista un equilibrio, no como ahora, "dos pesos dos medidas", que decimos los franceses. Y eso traspasa de lejos el trabajo del curador, algo que por otra parte no puede ignorar.
La ecuación iraquí. Representaciones árabes contemporáneas. Fundación Tàpies. Aragón, 255. Barcelona. Hasta el 25 de junio. Producción y organización: Arteleku, UNIA, KW Institute for Contemporary Art, Berlín y CAS de Sevilla. www.fundaciotapies.org
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