Reivindicación del penalti
Desde que Riquelme falló aquel penalti que pudo haber puesto al Villarreal en París, el fútbol televisado ha alcanzado un punto mayor de emoción con vistas al telespectador indiferente. Ahora que viene el Mundial, y La Sexta y Digital + afilan su programación para retransmitirlo, conviene reivindicar el penalti como el centro metafórico de todo.
El fallo de Riquelme dejó en evidencia esa emoción que convierte la mirada en un espanto que sólo la tele pone en primer plano.
El sábado, en las autonómicas (y en La 2), el barcelonista Eto'o protagonizó otra vez ese momento. Convocado por Ronaldinho, el camerunés, que ya había fracasado en un trance así nada menos que en un momento decisivo de su selección nacional, se aprestó con el miedo en el cuerpo a reivindicarse ante su propia afición postiza. Y falló. Su cara reflejó el fracaso; de nuevo sólo el primer plano lo puso en evidencia.
La gente del fútbol reacciona ante la victoria y el fracaso con armas parecidas, o eso al menos quería creer Rudyard Kipling, y la televisión reproduce hasta la enésima potencia esa facultad dual del alma humana. El domingo, en Pamplona, vimos a Puñal, de Osasuna, lanzar a las manos estiradas del madridista Casillas un balón que era decisivo para su parroquia; Puñal hizo el mohín de la rabia al fallarlo y se vio que el capitán Josecho se había tapado la cara para no asistir a tremendo fracaso. Después, las mismas cámaras, las de Canal +, reflejaron cómo el árbitro echaba del campo a Casillas, y fue impagable el gesto en primer plano del gran portero: "¡Noooooo!", gritó, en una exclamación insólita, porque de las bocas de los expulsados salen siempre interjecciones de otro calibre.
El austriaco Peter Handke escribió El miedo del portero ante el penalti. Cuando el miedo es del delantero el fútbol gana; en el Mundial veremos cómo avanza la dictadura de los porteros sobre los delanteros melancólicos, y a lo mejor la tele gana en dramatismo.
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