"El futuro de la tele no está escrito todavía"
Hablamos en la calle, en la Gran Vía, a dos pasos de la SER. Deja la cadena en las más altas cotas de audiencia. Hace cinco años publicó en EL PAÍS un artículo (Periodismo de mármol) en que alertaba sobre "la postración" de este oficio, y sobre su oficio de siempre le preguntamos primero.
Pregunta. Decía usted en Periodismo de mármol: "Ya no es que no se escriba, es que no se pregunta". ¿Qué pasó entonces?
Respuesta. Habría que interrogar a los periodistas sobre el mal que les aquejaba, porque los periodistas son los dueños de las preguntas. Supongo que tendrían razones de peso para aceptar el papel de figurantes en las mal llamadas conferencias de prensa. Supongo que el periodista intuía que si sus preguntas molestaban al llegar a la redacción sería reprendido por su redactor jefe, quien a su vez estaría atrapado en el cinturón de hierro mediático construido por Aznar, del que estuvo a punto de no escaparse nadie. Basta recordar que a PRISA se le llegó a echar encima a un juez prevaricador en un intento ciego de someter a sus medios al control del Gobierno. Sólo en esas circunstancias se entiende lo que pasó con el periodismo; sus profesionales son ciudadanos normales antes que héroes.
"Desde fuera veo Cuatro diferente, fresca, interesante, bienhumorada y atrevida. Son buenos ingredientes para el cóctel" "Iñaki Gabilondo y José María Izquierdo, con quienes me reencuentro en la televisión, son garantía del periodismo en la cadena"
P. ¿Cómo ve ahora la situación?
R. Más abierta. Nadie sensato es preso voluntario, y el poder de Aznar no ha sobrevivido a su derrota electoral, salvo en el interior de su partido y en algunas instancias donde todavía se hace sentir aquella política intervencionista. Creo que los medios se van relajando y volviendo a su ser. En los dos años de Zapatero la independencia de los medios respecto al poder político ha aumentado, tal vez porque ha bajado la presión que se ejercía sobre ellos. Cada día se pueden leer y escuchar opiniones muy críticas sobre lo que pasa en España, y eso está bien, incluso las cosas bárbaras que uno puede llegar a leer o escuchar, si son la expresión de que España ha recuperado territorios de libertad que estaban en peligro. Allá cada uno con su responsabilidad.
P. También se dicen cosas tremendas sobre la cadena SER.
R. Sí, es cierto, y sobre todo a partir del 11-M. Para determinados miembros del PP, entonces en el Gobierno, y para determinados medios de comunicación, la SER cometió un delito imperdonable: los dejó al descubierto en el momento más trágico de la democracia española. La SER se atrevió a contar lo que el Gobierno ocultaba y lo que esos medios silenciaban, porque en aquellas circunstancias la información sobre la verdad de la autoría del atentado del 11-M estaba en todas las mesas de redacción y no sólo en poder del gabinete de intoxicación informativa del que se rodeó Aznar. Es comprensible que a unos y a otros les persiga la sombra del crimen informativo del que fueron protagonistas. Para entender el alcance de la responsabilidad política y profesional en que incurrieron bastaría con preguntarse: ¿qué hubiera pasado si 24 horas después del 14-M hubiéramos descubierto que nos habían engañado y que habíamos votado bajo la mentira? Haber aportado los datos que llevaban a la autoría en el momento en que los ciudadanos lo demandaban es el pecado que no le perdonan a esta radio los que andan cada día revolviendo el caldero a ver si encuentran la libra de chocolate que se les perdió entre el 11-M y el 14-M.
P. Deja la SER en un momento de cierta convulsión en los medios, a raíz de los conflictos que ha vivido el EGM. ¿Cómo lo ve?
R. Pues a mí me parece que se inscribe en una cadena lógica. Si una empresa declina de sus compromisos en la parte más visible, que es su antena, y todo les parece bien, pues es lógico que los profesionales que trabajan en ese medio se tomen la libertad de hacer lo que les venga en gana, que es lo que ha sucedido. Eso en la mejor de las hipótesis. Más grave sería pensar que el comportamiento de un locutor que va de periodista de investigación fuera bendecido por su empresa desde el primer momento, y que ésa sea la razón por la que le sigue amparando. Allá ellos. El mercado sabe lo que es el EGM, y la Cope incluida, por eso están lógicamente preocupados. Saben que van a pagar un precio y tal vez tengan que responder ante los tribunales de sus actuaciones.
P. ¿Qué imágenes pasaron por su cabeza cuando le propusieron el pase a Cuatro?
R. De pronto me sentí muy acongojado, por decirlo en sentido polisémico. Te abruma el desafío de la tele, te entristece dejar un medio del que nadie que se sienta periodista puede marcharse sin pena. La SER es una gran radio, un gran medio de comunicación, un gran equipo, un clima propicio al trabajo bien hecho y a convertir el trabajo en un goce. Me voy satisfecho por haber tenido la fortuna de haber participado en el proyecto SER, que ya estaba en marcha cuando yo llegué en 1994. Los gestores de PRISA en la radio, con Augusto Delkader a la cabeza, habían renunciado al modelo entonces imperante, el de la radio de las estrellas, que cosechaba éxitos a raudales. A algunos le hacía mucha gracia y vaticinaban un gran fracaso para PRISA, pero a la larga una radio de fuerte perfil empresarial fue la mejor plataforma para construir la radio de los buenos profesionales que es la que hoy triunfa.
P. En Periodismo de mármol, usted trazaba un perfil muy desfavorable del periodista. ¿Cuál sería su perfil hoy?
R. Yo creo que lo que importa es la mirada. Hay una frase de Juanjo Millás que viene a cuento: "Hoy todo el mundo tiene cámara de fotos, pero no todo el mundo tiene mirada". La esencia del periodista sigue siendo la mirada, en tanto que capacidad de ver, sentir, valorar, contar.
P. ¿Qué aprendió en Canal +?
R. Nada, porque la tele la hacía otra gente. Constaté, eso sí, que todo parte de una idea, y esa idea llevaba la firma de Juan Cueto. Hace falta una idea, y también un equipo. Y Juan Cueto se lo inventó. No sé de dónde salía tanta gente imberbe y tan competente para hacer la tele que allí se puso en marcha. EL PAÍS de Juan Luis Cebrián tenía una redacción con una edad media de 27 años, pero la de Canal + se quedaba por debajo. Tal vez les faltara algo de experiencia, pero tenían unas ganas enormes de acertar y lograron un exitazo.
P. ¿Y qué sabe de la televisión ahora?
R. Que está un poco más allá de la realidad, lo que significa que está más allá del periodismo, aunque tenga un sitio para él. Nos esforzaremos porque los espacios de información y debate tengan en Cuatro el nivel que corresponde a una tele que tiene relación con el Grupo PRISA, con EL PAÍS y con la cadena SER. Iñaki Gabilondo y José María Izquierdo, como caras visibles del periodismo en Cuatro, son una garantía de ello. Y allí están gentes como Elena Sánchez, también periodista, por cierto, y su equipo, que han demostrado no sólo que saben hacer televisión sino crearla. Me gusta la tele que hacen; soy un tipo con suerte porque también esta vez me toca bailar con la más guapa.
P. ¿Qué idea lleva a Cuatro?
R. La idea no está en mi cabeza sino en Cuatro, y todavía no he llegado allí. Desde fuera la veo diferente, interesante, fresca, bienhumorada y atrevida. Son buenos ingredientes para el cóctel.
P. ¿Se atreve a titular el futuro de lo que va a hacer?
R. El futuro de la tele no está escrito todavía.
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