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Columna
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La vieja de la guadaña

Algo raro sucede en los últimos tiempos: está muriendo mucha gente que no se había muerto antes. La vieja de la guadaña anda por ahí bailando como una insensata, dando mandobles a diestro y siniestro, segando vidas sin orden ni concierto. De nada sirve indagar el porqué; es una de las pocas preguntas que jamás ha tenido ni tendrá contestación coherente. La muerte es una hija de la gran puta incluso para las personas que no dicen tacos. Esto es así, qué le vamos a hacer.

A pesar de todos los pesares, esa bruja impresentable tiene un enemigo mortal: el humor sosegado. La pena que te atraca cuando un ser querido se va, no te la quitan ni los dioses ni las pastillas ni el trago. Pero puedes burlarte de ella aunque te lleve por delante. Esa vieja guarra se pone histérica cuando detecta una simple sonrisa entre las lágrimas. Uno se puede vengar de la muerte en sus propias narices, aunque te robe parte de tu alma, aunque un día te arrebate el alma entera. Pero escapa refunfuñando con el rabo entre las piernas, la marrana. Sólo se puede vivir razonablemente cuando pierdes el miedo y el respeto a esa señora indigna.

Esto que les voy a contar es cierto. Una familia, rota de dolor en torno al lecho de alguien que se les va, decidió hacer algo para alegrar las últimas horas del moribundo, una persona entrañable con torrencial sentido del humor. Acudieron a una empresa que se dedica a proporcionar dobles de famosos para publicidad, saraos y espectáculos. Contrataron los servicios de cinco actores con sorprendente parecido a Isabel II, la duquesa de Alba, Julio Iglesias, Chiquito de la Calzada y El Fary.

Dijeron al enfermo que habían llegado a visitarle los arriba citados. El paciente, encantado y emocionado, los fue saludando uno por uno dedicándoles elogios y parabienes. Y le dijo a la reina de Inglaterra:

-Tiene que ser muy difícil, majestad, ser reina de los ingleses.

-Sí, pero como soy bastante mayor, tengo ya mucha experiencia.

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-Yo soy mayor que usted, doña Isabel. El día que yo nací, el mar Muerto estaba enfermo solamente.

Cuando llegue la vieja de la guadaña, si te da tiempo, dale un corte de mangas. ¡Qué le vamos a hacer!

Ocurrió en el hospital de La Princesa.

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