La verdad, la mentira y la trampa de Heidegger
COMO MUESTRA del significativo recato que guarda Arendt a lo largo de todo este "diario" sirva este comentario al reencuentro (¿o desencuentro?) con Heidegger en Friburgo, anotado en el cuaderno XI, en noviembre de 1952, después de una visita a la tumba de Hermann Broch: "Véase como se vea, no hay duda de que en Friburgo fui a una trampa (y no caí en ella). Y tampoco hay duda de que Martin, lo sepa o no lo sepa, está sentado en esta trampa y en ella se encuentra en casa; ha construido su casa en torno a la trampa. Sólo es posible visitarlo si se lo visita en la trampa, si se va a la trampa. Así pues, fui a visitarlo a la trampa. El resultado es que vuelve a estar sentado solo en su trampa".
La misma distancia, aunque menos hermética, se marca en las anotaciones contemporáneas a la virulenta campaña descalificatoria de la que Arendt fue objeto tras la publicación de su libro sobre el proceso a Adolf Eichmann (Eichmann en Jerusalén, Lumen, 2001) publicado a modo de informe en The New Yorker en 1963. Como se recordará, la campaña fue orquestada por sectores afines al sionismo, molestos porque Arendt, que había sido sionista en su juventud, sostenía en su informe que la culpabilidad de Eichmann -así como la responsabilidad de los jefes de la comunidad judía durante los años de la deportación masiva- no radicaba tanto en una naturaleza perversa o en un acendrado sentimiento antisemita cuanto en la manifiesta incapacidad de Eichmann para reflexionar en el contenido moral de sus propias acciones. En el cuaderno XXIV Arendt parece aludir elípticamente a esa campaña de difamación cuando anota una serie de observaciones sobre la resbaladiza dialéctica que se instala entre mentira y verdad cada vez que una cuestión entra en el terreno de lo público. Por una parte, afirma: la verdad fuerza. Así pues, no hay verdad que no sea instrumentable ideológicamente: "En el 'cómo han sido las cosas realmente' se esconde un 'no ha podido ser de otra manera" (página 599). Pero esa verdad que se funda en hechos construidos por testimonios, por lo tanto, es débil porque "los testigos parecen ser mucho menos fiables que la razón en su condición falible" (página 613). Por añadidura -segunda paradoja-, "en la mentira está también la libertad", lo que indica que "no tenemos que situarnos incondicionalmente en el suelo de los hechos", dado que el mundo entero puede ser una mentira. Y una desasosegante tercera paradoja: "Lo que exige fuerza y valentía no es el hecho tremendo de la verdad, sino el desamparo, el uno contra todos", porque "es igual de difícil aferrarse a una mentira" (página 619).
Sin duda, estas y muchas otras paradojas que inciden en nuestra idea de lo político -nuestra humana manera de estar los unos con los otros- están abordadas en su obra póstuma La vida del espíritu (Paidós, 2002), pero este "diario" servirá para arrojar nueva luz sobre la manera en que fueron gestadas y su -a veces- dramática resolución teórica.
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