Zidane deja el fútbol
"El Mundial es mi último objetivo y no quiero pensar en otra cosa", dice el centrocampista
Zinedine Zidane (Marsella, 1972), anunció ayer que pondrá fin a su carrera tras el Mundial de Alemania, que concluirá el próximo 9 de julio. "Después del Mundial dejaré de jugar al foot", avisó en el Canal+ Francia. "Se trata sobre todo de mi cuerpo", explicó. He llegado a una edad en la que todo se hace más y más difícil".
En el vestuario del Madrid era vox populi. El propio Zidane lo repetía entre sus compañeros. El fútbol profesional, con sus interminables servidumbres publicitarias y políticas, lo ha estragado. Ya no le quedan ganas de seguir exprimiendo su cuerpo. Está harto del ruido y de los entrenamientos. El único alivio que le queda es su ambiente familiar, sus tres hijos, y algún partido en el Bernabéu, donde siempre se encontró feliz. Vive cada vez más ajeno a la vida social del club. El estrepitoso declive del Madrid en los últimos años y, sobre todo, la marcha de Makelele lo sometieron a unos esfuerzos y unas frustraciones que lo terminaron de impulsar a la retirada.
El francés renuncia al año más de contrato que tiene firmado con el Madrid
"Me queda un año más de contrato con el Madrid [hasta junio de 2007]", recordó ayer, "pero no tengo ganas de iniciar otro año a sabiendas de que no podré hacerlo mejor de lo que lo estoy haciendo. Ahora me quiero consagrar al Mundial. Es mi último objetivo y quiero pensar solamente en eso".
Zidane inició esta temporada citando a Thuram en el hotel George V, en París, para una reunión con Vieira y el seleccionador francés, Raymond Doménech. Fue el comienzo de una maniobra de reconstrucción del equipo que levantó la Copa del Mundo en 1998. Un mes después, el propio Zidane precipitó el retorno a la selección de Makelele. En el fondo de su corazón sueña con retirarse levantando la Copa de la FIFA en Berlín. Dijo que lo intentaría después de jugar "una temporada de locura" con el Madrid. Esto último no le salió como esperaba.
La venta de su sherpa, Makelele, al Chelsea en el verano de 2003 obligó a Zidane a realizar unos esfuerzos para los que no estaba preparado ni física ni mentalmente. Entonces tenía 31 años y había conquistado la Copa de Europa en Glasgow, ante el Bayer Leverkusen. Nadie más que Zidane puede atribuirse ese título. Su volea será recordada como uno de los momentos más bellos en la historia del fútbol. Fue un gol a su medida en un momento crítico. Lo consiguió apoyándose en su pierna más hábil, la derecha, y golpeando con la zurda, la que le brindaba los tiros más fuertes.
La de Glasgow fue la tercera final de la Liga de Campeones que disputó después de dos intentos frustrados con el Juventus. Zidane siempre dijo que en las grandes citas, en ocasiones, se sentía transportado por sensaciones de irrealidad. Aquella noche confesó que estaba convencido de que haría algo sensacional. Algo mágico. En este aspecto, Zidane es una suerte de jugador místico. Tan particular por carácter como por estilo. Sus movimientos y su dominio de la pelota tienen una plasticidad desconocida. Nunca ninguno de los gigantes del fútbol fue tan elegante como lo ha sido él.
Zidane llegó al Madrid con el cartel de jugador más caro de la historia. Fue por iniciativa de Florentino Pérez, que se lo arrebató al Juventus a cambio de 78 millones de euros. El francés se convirtió en el segundo fichaje llamado galáctico del Madrid que diseñó Pérez. Llegó al estadio Bernabéu después que Figo y se anticipó en un año a Ronaldo.
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