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Reportaje:Fútbol | Liga de Campeones

Al Milan le sudan las manos

El equipo italiano se juega la temporada en el duelo con los azulgrana

Enric González

Al Milan le sudan las manos. Como a Dida, un portero que desde hace un año pelea con balones resbaladizos como pastillas de jabón. El equipo italiano más internacional, el que privilegia la Champions sobre el scudetto y posee ya en sus vitrinas seis copas orejudas, saltará al césped de San Siro más tenso que el Barça. El Milan se juega mucho más que la séptima en esta semifinal: se juega toda la temporada y se juega además la anterior, concluida con el trauma de Estambul frente al Liverpool.

Carlo Ancelotti ha administrado a sus hombres con la vista puesta en este momento. La ventaja adquirida desde el inicio por el Juventus le ha permitido dejar un poco de lado la competición nacional para concentrarse en Europa. La semana pasada, en Lecce, sacó un equipo de suplentes y no se espantó por la derrota: en cierta forma, la buscaba. Quería que los suyos se olvidaran definitivamente del scudetto y se reservaran en exclusiva para un choque que en Milán, y en muchos otros lugares, es visto como una final anticipada.

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La flacidez del Juventus en el tramo final de la Liga ha hecho que el Milan se mantenga a cinco puntos, una distancia asequible, pero Ancelotti insiste: no hay que pensar en eso. Sólo en el Barcelona. Y en cancelar de una vez el desastre de aquella noche en Estambul en la que todo estaba ganado en el descanso, 3-0, y en la que todo se perdió en una segunda parte fantasmagórica. La derrota por penaltis ante el Liverpool fue del material con que se fabrican las maldiciones y, si no se borra pronto, puede pesar para siempre. Como Heysel para el Juventus.

El hecho de que el rival sea el Barça añade al asunto un tinte freudiano. Más allá de Frank Rijkaard, formado en el selecto laboratorio milanista de los 80, el Milan se reconoce en el Barça, y a la inversa. Ambas sociedades han explotado a fondo la conexión holandesa, ambas privilegian el juego frente a la lucha, ambas prefieren la batalla en campo abierto a la emboscada y el contragolpe. Los rojinegros, con seis trofeos continentales, pueden justificar un cierto sentimiento paternal hacia los azulgrana, con uno solo, pero contrapesan la sensación de superioridad histórica con la convicción de que el Barça es hoy lo que el Milan fue en otro tiempo: el equipo más guapo de Europa. Todos, desde los directivos hasta los jugadores, otorgan a Ronaldinho y demás la condición de favoritos, la misma de que disfrutaba el dream team cuando sucumbió en Atenas: 4-0.

Para el Milan, esta Champions tiene el sabor de la despedida. Quizá se irá Ancelotti, al Madrid o a otra parte. Los veteranísimos Maldini, Costacurta y Cafú difícilmente gozarán de una nueva oportunidad para alzar la orejuda. Dida, que el curso pasado era un gigante y ahora es un señor alto con las manos muy blandas, ha dejado de gustar a Silvio Berlusconi y será traspasado en cuanto se encuentre un recambio. Eso contribuye a alimentar la tensión previa a las ocasiones únicas: para gran parte del Milan, será esta vez o nunca.

El Diablo de Milán aguarda el momento decisivo con muchos nervios, pero nota fuertes las piernas. Kaká se encuentra bien y Shevchenko se encuentra muy bien: con esos dos suele bastar. Pirlo no es el mejor Pirlo, pero Seedorf sí es la mejor versión de sí mismo. Las cosas fallan un poco por atrás: acaso porque Dida no inspira confianza, en las jugadas a balón parado siempre se escapa algún rival. El Barça tiene el título de Liga en el bolsillo. El Milan ha pensado más en Europa y ahora lo apuesta todo a una carta: si llega la séptima, tocará el cielo; si no, las cuentas finales reflejarán la miseria absoluta del segundón.

Carlo Ancelotti, en la banda.
Carlo Ancelotti, en la banda.ASSOCIATED PRESS

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