Problemas de pareja en CiU
Las viejas rencillas entre Mas y Duran vuelven a aflorar en la federación nacionalista
Las relaciones entre Unió y Convergència siempre han sido turbulentas. Pero esta última semana las riñas domésticas del centro-derecha catalán han logrado desbancar del primer puesto a las del Gobierno tripartito. La historia viene de lejos. Los codazos se iniciaron tras la retirada de Jordi Pujol del primer plano de la política. En Convergència sostienen que el líder de Unió, Josep Antoni Duran Lleida, no ha digerido todavía que Artur Mas asumiera las riendas de la federación nacionalista. Los dirigentes de Unió, en cambio, mantienen que sus socios electorales continúan desdeñándoles, tratándoles como a un hermano menor que todavía no ha madurado y que la negociación del Estatuto es buena prueba de ello.
Duran opina que sus socios aprovecharon los juicios para apartarle de la sucesión de Pujol
Mas se siente fuerte en Cataluña por unas encuestas que le son favorables -cuatro puntos por delante del PSC- y por sus excelentes relaciones con José Luis Rodríguez Zapatero. Duran también saca pecho una vez superadas las causas judiciales por presuntos casos de corrupción y ante la perspectiva de ganar mayor protagonismo en el Congreso por el momento dulce que viven CiU y el PSOE. Y se atreve, como nunca, a airear sus opiniones.
Esta semana, sin ir más lejos, Duran acusó a Convergència de haber aprovechado los procesos judiciales contra Unió para desbancarle de la carrera por la sucesión de Jordi Pujol en beneficio de Artur Mas. En definitiva, estaba diciendo a sus socios que él, y no Mas, habría tenido que ser el delfín porque, en su opinión, ningún tribunal ha podido demostrar que Unió se financiara ilegalmente. El ex presidente de la Generalitat tuvo que salir al paso de estas palabras y, en una entrevista en TV-3, respondió: "Eso no es verdad y Duran lo sabe". A ello se sumaba que el pasado lunes, en una multitudinaria conferencia en el Teatro Nacional de Cataluña, Duran Lleida reclamó un gobierno de coalición con el PSOE en Madrid. Unió y Convergència coinciden en este objetivo, aunque tienen diferencias de calendario. Para Duran, la incorporación debe ser ya, mientras que el líder de CDC es partidario, en sintonía con la vieja filosofía pujolista, de dejarlo para más adelante.
Los motivos de estas desavenencias difieren según la formación consultada. Los democristianos subrayan que, en el proceso de reforma estatutaria, Artur Mas ha incumplido su compromiso de diferenciar los dos ámbitos territoriales de negociación: Cataluña y Madrid. Los dirigentes de Unió explican que Mas y Duran acordaron que el primero pilotaría la negociación en el Parlamento catalán y el segundo, en el Congreso de los Diputados. Y que la última decisión sobre el voto final de CiU en las Cortes la tomarían ambos de manera consensuada, siempre respetando la opinión determinante de Mas porque él era el candidato a la presidencia de la Generalitat. Así se acordó, recuerdan, en la ejecutiva de CiU del viernes 20 de enero.
No habían pasado ni 24 horas de esa reunión cuando Artur Mas acudió en secreto a La Moncloa a reunirse con José Luis Rodríguez Zapatero. Ese fin de semana, Duran Lleida estaba descansando en su apartamento del Vall d'Aran. Aquel sábado se fraguó el pacto sobre el Estatuto. No entre CiU y el PSOE, sino entre Mas y Zapatero, y así lo recogió, para desazón del líder democristiano, la prensa de la mañana siguiente. Duran no se enteró de esa entrevista hasta pasadas las 20.00 y por boca de Alfredo Pérez Rubalcaba, que era portavoz del PSOE en el Congreso, con quien negociaba algunos flecos del texto. Desde ese 20 de enero, la ejecutiva de CiU no ha vuelto a reunirse.
Cuentan sus allegados que Duran Lleida montó en cólera y que se le oyó proclamar que las relaciones con Convergència nunca volverían a normalizarse. Desde entonces, la convivencia entre ambos partidos ha ido de mal en peor. Y las actitudes y declaraciones de unos y otros dirigentes chocan a menudo. Las elocuentes ausencias de Duran de la Comisión Constitucional del Congreso cuando intervenía Artur Mas no pasaron inadvertidas para ningún grupo parlamentario.
Los dirigentes de Convergència, habituados a las "salidas de tono" de Duran, explican otra versión muy distinta y se remontan al 29 de septiembre, la víspera de la aprobación del Estatuto en Cataluña, para referirse a la "deslealtad" del líder de Unió. Ese día, Duran Lleida se metió de lleno en las negociaciones para impedir que el Estatuto definiera la escuela pública catalana como laica y amenazó con obligar a sus diputados a votar en contra. Aunque Artur Mas estaba alertado de esa visita, su sola presencia provocó las iras de la plana mayor convergente, al entender que Duran estuvo a punto de echar a perder un pacto con el tripartito, que en aquellos momentos ya estaba más que cocinado. Además, los convergentes rememoran las reiteradas críticas del democristiano a los negociadores convergentes del Estatuto, en especial contra Quico Homs, a quien calificó de "persona poco experimentada". Asimismo, aseguran que en la última ejecutiva de CiU se decidió dar todo el peso de la negociación y decisión final sobre el voto a Mas. Y sólo a él.
"Mucha gente se escandaliza de estas trifulcas, pero no puede hablarse de una crisis. Es la normalidad. Sin novedad en el frente", asegura un destacado dirigente de Unió. Un compañero de partido abunda: "Esto no es un capricho de Duran o Mas, una cuestión personal entre ambos, sino que es entre partidos, del incumplimiento flagrante de un pacto". "Aquí no había ningún pacto", responde un dirigente del círculo más próximo de Mas. "A mí me han sorprendido las declaraciones porque se producen en un momento dulce para él, una vez cerrados sus causas judiciales y con amplias perspectivas de acuerdo en el Congreso".
Lo preocupante, señalan las fuentes consultadas, es que las disputas en la cúpula de CiU se contagian a las bases. Y así, a un año de las elecciones municipales, Unió y Convergència mantienen frentes abiertos en destacadas ciudades catalanas. Las candidaturas están paralizadas y no hay visos de pactar un cabeza de lista.
"Ahora ya no gobernamos en Cataluña y no nos pueden amenazar desde Convergència como hacían antes. Muchos de nuestros militantes se han cansado de ceder. Están realmente hartos y han decidido que o encabezan las listas o se presentan en otras candidaturas. Y a ver quién pone orden", concluye un negociador democristiano del área de política municipal. Algo sigue sin funcionar y los celos están más vivos que nunca en la pareja.
Para redondear la faena, Duran escribió ayer, en su carta semanal a la militancia, que él pudo ser ministro de Exteriores en 1996 pero Pujol no lo consintió.
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