La pesada digestión de la deuda en Japón
El archipiélago nipón ha pasado por tres crisis en los últimos años, relativizando la tesis de que los ciclos han terminado en la 'nueva economía'. Ahora crece y tiene inflación, lo que a algunos les parece el paraíso
HACE UNOS DÍAS, la Organización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) alertó del grave riesgo que supone para la reactivación de la economía de Japón su gigantesca deuda pública, que asciende al 160% del producto interior bruto (PIB), incomparable con cualquier otro país desarrollado. Este nivel de deuda es un efecto más de la gravedad de la pasada coyuntura en la segunda economía del mundo, que ha pasado por tres crisis diferentes en la última década. Sería penoso que por alguna circunstancia se truncase la parte creciente del ciclo económico en la que dicho país se encuentra, después de haber abandonado -o eso parece- la senda de la deflación.
Durante la década de los años noventa, el archipiélago nipón ha vivido una pesadilla económica, que acabó con aquel lema publicitario del "milagro japonés". Estancamiento, debilidad de su sistema financiero, estallido de la burbuja inmobiliaria y caída de precios caracterizaron a ese país, mientras que su gran competidor, EE UU, vivía al mismo tiempo el esplendor de la nueva economía durante el que se llegó a decir que, ante el imparable avance de las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) y la flexibilización del aparato productivo, se habían acabado los ciclos económicos. Japón lo desmintió antes que nadie.
En 2005, la economía japonesa creció el 2,7%, con un espectacular aumento del PIB por encima del 5% interanual en el último trimestre de ese ejercicio, muy por delante de EE UU y de la zona euro. Pero, además, los precios crecieron en enero el 0,5%, por tercer mes consecutivo, la tasa más alta desde marzo de 1998. La tasa de desempleo está en el 4,5% (casi tres millones de personas), y el resto de los parámetros económicos (consumo, inversión, exportaciones, la Bolsa...) dan en uno u otro grado síntomas de mejora. Las expectativas están al alza, aunque, dadas las sucesivas caídas de los años anteriores, los analistas todavía no abandonan las declaraciones de prudencia.
Ante esta situación, hace apenas 15 días el Banco de Japón inició un giro de la política monetaria que ha mantenido en el último lustro: el precio del dinero que prestaba a las entidades de crédito para que éstas aplicasen a sus clientes era próximo a cero (0,1%), e inyectaba muchísima liquidez al sistema, para intentar de ese modo su reactivación. La decisión del Banco de Japón para una primera etapa -mientras se consolida la reactivación- es la de mantener el precio del dinero, pero interviniendo su cantidad a la baja; es decir, drenando liquidez. Sólo cuando exista la seguridad de una recuperación sostenida, el banco central iniciará la subida de los tipos de interés. Si así fuera, ésta sería la primera ocasión desde principios de siglo en la que los tres bancos centrales más importantes del planeta (Reserva Federal, Banco Central Europeo y Banco de Japón) hayan incrementado más o menos al mismo tiempo el precio del dinero.
Ahora se ha producido otro síntoma, para acompasar la política monetaria a la presupuestaria. El Parlamento, renovado después de que el pasado mes de agosto el primer ministro Junichiro Koizumi disolviese la anterior cámara por oponerse a la privatización de la mayor caja de ahorros de Japón (y del mundo: administra 2,5 billones de euros y tiene más de 25.000 oficinas), ha aprobado un presupuesto para el ejercicio fiscal que acaba de empezar con una reducción del 3% de su monto total. Hay disminuciones en las partidas de casi todos los departamentos (defensa, educación, obras públicas, ayuda oficial al desarrollo...), pero sobre todo hay una limitación en la emisión de bonos del Estado, con el objetivo de reducir esa gigantesca deuda de la que hablábamos al principio, y que hipoteca el futuro de las generaciones venideras.
Koizumi ha anunciado que se retirará en septiembre, así que éste será su último presupuesto. Pasará a la historia si encarrila la economía del país.
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