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Un par de enanas marrones permiten a los astrónomos medir su tamaño por primera vez

Una extraña pareja de enanas marrones en órbita mutua ha permitido a tres astrónomos de EE UU determinar, por primera vez, el tamaño, la masa y la temperatura superficial de estos cuerpos, que ni son planetas ni llegan a ser estrellas. Estas enanas marrones están en la nebulosa de Orión, a unos 1.500 años luz de distancia de la Tierra y se formaron hace poco: un millón de años. Tienen masas de alrededor del 5,5% y el 3,5% de la masa solar, respectivamente (55 y 35 veces la masa de Júpiter), pero son grandes: el 70% del radio del Sol, una, y el 50% la otra. En cuanto a sus temperaturas superficiales, la más masiva está a 2.370 grados centígrados, y la menor, a 2.500 grados, frente a los 5.600 grados del Sol. Los tres astrónomos, liderados por Keivan G. Stassun, presentan su hallazgo en el último número de la revista Nature.

"Este sistema binario es una Piedra de Rosetta que ayudará a desvelar muchos misterios referentes a las enanas marrones", comenta Stassun en un comunicado de la Universidad de Vanderbilt. "Comprendemos a grandes rasgos cómo se forman las estrellas, al colapsar nubes de gas y de polvo. Pero muchos de los detalles del proceso siguen siendo un misterio, en especial los factores que determinan cuál será la masa del astro".

Las dos enanas marrones están tan juntas que no se distinguen desde la Tierra como cuerpos separados pero, al girar una alrededor de la otra, se eclipsan, lo que provoca altibajos regulares de su pálida luz. Los análisis minuciosos de esa luz y sus cambios han permitido a los científicos deducir sus propiedades. Las observaciones, realizadas con diversos telescopios, se han prolongado durante 12 años. "Se considera que las enanas marrones son estrellas fallidas que han nacido con masas comprendidas entre las de las estrellas menos masivas y las de los planetas más masivos; por ello sirven como eslabón crítico en nuestra comprensión de la formación de ambos, estrellas y de planetas", explican los autores.

Aunque los científicos sugirieron la existencia de las enanas marrones hace dos décadas, su observación incuestionable es reciente: en el 2000. Se supone que se forman por procesos similares a las estrellas auténticas, en nubes de gas y polvo que colapsan, pero la escasa cantidad de materia que juntan condiciona su destino. Los planetas, en principio, se concretan a partir del disco de materia que rodea a los astros en formación.

Las enanas marrones no tienen suficiente masa para que se enciendan las reacciones nucleares de fusión del hidrógeno que hacen brillar los astros, aunque si no son demasiado ligeras pueden desencadenarse en su interior procesos nucleares de fusión del deuterio por el que emiten una débil luminosidad durante un tiempo.

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