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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Las obsesiones del señor Ramoneda

La rabiosa animadversión que don Josep Ramoneda muestra una y otra vez hacia el presidente Aznar le lleva, en su artículo Los Balcanes, Europa y nosotros, a refutar su creencia de que el nuevo Estatuto de Cataluña, ese que los diputados socialistas van a votar contra las convicciones internacionalistas que tuvo antaño su partido, puede conducir a una balcanización de España. Sepa tan ilustre autor que muchos españoles, incluidos no pocos catalanes, compartimos esa preocupación. Y por eso pedimos un referéndum nacional.

La unidad yugoslava duró sólo 71 años y, por tanto, fue más fácil de demoler que la española, vieja al menos de cinco siglos, o de tres mil años según otros historiadores; pero la ruptura de aquella Federación, estimulada por muchos Estados europeos, no empezó por Serbia, sino por Eslovenia, ese modelo que pone los ojos en blanco a los nacionalistas vascos; y siguió por Croacia, a pesar de que el sostenedor de la unidad había sido el croata Tito, que permitió no pocas libertades a los Estados federados porque su partido comunista era único y mantenía con dureza la unidad. Ello no excluye las responsabilidades serbias, porque entre todos la mataron...

Por fortuna, el caso español es distinto; pero la debilitación del ya escaso poder común que todavía ejerce la Administración central del Estado puede llevar a una situación análoga, a partir de la exacerbación centrifugadora que no se contenta con el Estado de las Autonomías, ya el más descentralizado de Europa. La ruptura, ayer, de la unidad de la justicia es el último y quizá más grave ejemplo de lo que ocurre, con un Tribunal Supremo español reducido a ser una cátedra de Derecho Constitucional y con un Consejo Superior que anula en Cataluña al Consejo General del Poder Judicial.

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Al final, todo se traduce en poder -y dineros- para los nuevos jefecillos locales. O sea: para que el señor Bargalló -por ejemplo- pueda gastar en dos años escasos más de dos millones y medio de euros en informes, estudios y sondeos, según revela en este mismo día ese periódico.

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