El Madrid se ahoga en Son Moix
El Mallorca certifica bajo un aguacero constante otro fracaso del equipo que dirige López Caro
Cuando el Madrid juega da la impresión de que todo lo que hace es incidental. Como no se encuentren por casualidad, sus futbolistas no funcionan. Se buscan entre perplejos y preocupados. Como si nadie los hubiera preparado para el fracaso, ni les hubiera dado un par de ideas inspiradoras. Los hombres se entregan, sufren, sobre todo sufren. Corren mucho a través de un campo que se les estira cada vez más. Y de vez en cuando, en alguna acción, logran maravillas. Así fue como Ronaldo y Robinho tiraron una pared perfecta que los llevó al borde del gol, en los primeros momentos. No les volvió a ocurrir. Y así fue como Sergio Ramos se elevó y cabeceó una magnífica falta lanzada por Beckham desde la derecha. Fue el primer gol del partido y resultó una jugada muy lograda. Pero con eso no siempre es suficiente para ganar partidos, y nunca basta para ganar campeonatos. Para ganar campeonatos hay que jugar bien y eso el Madrid es algo que dejó de hacer hace mucho tiempo.
MALLORCA 2 - REAL MADRID 1
Mallorca: Prats; Cortés, Ballesteros, Nunes, Fernando Navarro; Jonás, Doni, Basinas, Tuni (Campano, m. 77); Arango (Okubo, m. 92) y Pisculichi (Farinós, min. 87).
Real Madrid: Casillas; Cicinho, Sergio Ramos, Raúl Bravo, Roberto Carlos; Gravesen; Beckham (Salgado, m. 64), Baptista (Raúl, m. 65), Zidane, Robinho (Cassano, m. 77); y Ronaldo.
Goles. 0-1. M. 31. Sergio Ramos cabecea una falta lateral lanzada por Beckham.
1-1. M. 52. Pisculicchi de penalti cometido por Sergio Ramos sobre Tuni.
2-1. M. 83. Arango define a pase de Basinas tras regatear a Casillas.
Árbitro: Iturralde González. Amonestó a Gravesen, Zidane, Sergio Ramos, Tuni y Doni.
Unos 18.000 espectadores en el estadio de Son Moix. Se guardó un minuto de silencio en memoria de Zarra.
Se acerca marzo y los blancos se desintegran entre fuegos artificiales y ruido de propaganda
El conjunto madrileño está tan mal organizado que jugó con cuatro laterales en la defensa
El Madrid vuelve a balancearse en el vacío. Otra vez. Se acerca el mes de marzo y el equipo se desintegra entre fuegos artificiales y ruido de propaganda oficial. Por lo visto ayer, el 6-1 que recibió contra el Zaragoza en la Copa es lo más parecido a un diagnóstico. El Mallorca se encargó de certificarlo sin un solo futbolista excepcional en la cancha. No los necesitó. Le bastó con jugar bien, achicar arriba y abajo, y poner un poquito de coraje. Enfrente no hubo respuestas estelares. El Madrid no dio buenas señales por ninguna parte. A la precariedad defensiva sumó la timidez de Zidane, la desaparición de Beckham, que ayer evidenció otra novedosa visita al peluquero, y la soledad de Ronaldo, poco asistido por Baptista.
Hace un mes el Mallorca atracaba en el dique de desguace. Ayer el Madrid no lo superó nunca por juego. La transformación fue obra de los jugadores. Hace un mes Arango estaba solo y ayer lo acompañaron Pisculichi y Basinas. Basinas es aquél volante griego que en la Eurocopa de Portugal cogió el timón de su selección hasta le heroica final de Lisboa. Ayer Basinas se paró por delante de la defensa para conducir al Mallorca con pausa y claridad. El Mallorca se organizó desde su medio centro y nunca dio la sensación de romperse. Fue un equipo sereno que cuando perdió la pelota no se descolocó y cuando la tuvo la movió sin ansiedad. Siempre vertical, por afuera y por adentro. Sin lujos pero con lo suficiente para desestabilizar al Madrid.
El Madrid es un equipo opulento con carencias asombrosas. Sigue sin un medio centro y ayer le faltaron centrales con jerarquía. Ese vacío hace que por momentos parezca un equipo torpe. Defiende mal porque sus especialistas no saben tomar las decisiones adecuadas y se asfixia cuando pierde la pelota porque nadie en el centro del campo es capaz de ofrecerse para echarles una mano. Cuando tiene el balón, tampoco. Para iniciar las jugadas desde atrás el Madrid vive verdaderos dramas. El Mallorca lo aprovechó apretándolo en su salida, porque era evidente que Bravo, Gravesen y Sergio Ramos no encontraban el camino que los conectara con sus compañeros más clarividentes, bastante tapados.
Pisculichi, Arango, Tuni y Jonás ajustaron el nudo y aquello fue un cruce incesante de miradas: los defensas del Madrid se buscaban unos a otros, se pasaban la pelota, y como nadie lo veía claro al final el que se hacía cargo de todo era Sergio Ramos. Por hacer, hizo el gol del Madrid y cometió el penalti que permitió al Mallorca igualar. Todo un derroche de presencia.
El Madrid está tan mal armado que ayer jugó con cuatro laterales en defensa. Raúl Bravo no nació para otra cosa pero ayer a su entrenador, López Caro, le pareció que estaba mejor que Mejía y Helguera, que lo vieron sentados en el banquillo. Sergio Ramos tiene grandeza pero le falta experiencia. Parece llamado a convertirse en un central de peso. Hasta que eso ocurra deberá aprender. Con un hándicap: de Bravo no podrá aprender mucho. Y de Gravesen tampoco. Gravesen suele estar descolocado cada vez que el contrario ataca. Siempre llega tarde. Es como si nadie le hubiera dicho que la regla es mantenerse por detrás de la línea del balón. No aplicó esta norma en todo el partido y Basinas le tomó la espalda. En el gol de la victoria del Mallorca, el griego pilló a contrapié al danés y dejó solo a Arango frente a Iker Casillas.
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