Magia a orillas del Loira
Paseos para sumergirse en la esencia del valle de los castillos
Tal vez exista sobre todas las plazas de las ciudades provincianas del mundo una gran maternidad, una especie de anhelo común y pulmonar, joven, incluso a pesar de sí mismas. La plaza Plumereau de Tours, junto a la avenida Nacional, en la que vivió Balzac varios años, es una de esas plazas en las que la juventud parece detenida. Casi está uno esperando ver aparecer en cualquier momento ese personaje terrible de El cura de Tours, ese célibe que, como se apoya tan sólo en la rectitud y en la decencia, cruza esta plaza maravillosamente ruidosa y viva sin entender la farragosa explosión del hacerse diario de los hombres. Y de un párroco hostil a un prior contemplativo. A pocos kilómetros al sur de Tours, en el priorato de San Cosme de la pequeña ciudad de La Riche, vive y muere Pierre Ronsard, el poeta. Son esos restos plagados de rosas del priorato los que dan la entrada al valle del río Indre, la Turenne, el Loira.
Quizá el trayecto que une el pequeño palacio de Balzac, en Saché, con la ciudad medieval de Chinon sea el que mejor resuma de forma plástica la conciencia que atrae a esta tierra a quienes viajan en busca de la verdad escondida
Nada es por casualidad, y menos que nada los ríos, que a lo largo de la historia han atraído a los genios y a los locos. Todo lo que fluye es fuerza y tristeza
"Si te agrada contemplar la naturaleza bella y virgen como una prometida", escribe Balzac en El lirio en el valle, "visita aquellos lugares en un día de primavera; si deseas curar las sangrientas heridas de tu corazón, visita aquellos lugares en los últimos días del otoño; en la primavera, el amor bate allí sus alas; en el otoño, el panorama que ofrece aquel valle nos recuerda a los que ya no existen". Si una obra de arte es buena cuando nace de la necesidad, un paisaje lo es cuando impone, de forma indefectible, un sentimiento. Y así es este trayecto que Balzac hizo tantas veces, incluso caminando, desde la ciudad de Tours hasta su mansión en Saché. Se comprueba entonces que nuestra mirada urbana se ha acostumbrado a mirar vagamente porque se siente de alguna manera incómoda ante ese paisaje que requiere de nosotros acabar con la costumbre de observar de soslayo. Nuestra indeterminación se ve de pronto impelida por esa sobredeterminación de la naturaleza cuando resulta incontestable.
La zona centro que rodea el Loira es tierra de escritores y extravagantes: Proust en Illiers-Combray, Balzac y Rodin en Saché, Eugenie Sue y Flaubert en Nohant, Rabelais en Chinon, Alain-Fournier en Epineuil-le-Fleuriel, Chautebriand y Perrault en Rigny-Ussé, incluso Leonardo da Vinci en Amboise... Pero quizá sea el trayecto que une el pequeño palacio de Balzac, en Saché, con la ciudad medieval de Chinon el que mejor resuma de forma plástica la conciencia que atrae a esta tierra a quienes viajan en busca de la verdad escondida. En primer lugar, por esa superpresencia constante del Loira y sus afluentes de la Chere Rivière, el río Indre y el río Vienne, que se van sumando al gran caudal en ese recorrido otorgándole la tranquilidad engañosa propia de los ríos misteriosos, y en segundo lugar, por la impresionante nómina de castillos que se van sucediendo: Azay-le-Rideau, Villandry, Langeais, Ussé, Chinon, la abadía de Fontevraud...
Leonardo da Vinci
Lo monumental provoca lo monumental. Y lo monumental es de una naturaleza tan engañosa como un gran río; invita a la celebración de lo mundano tanto como a su desprecio. "Cuántas veces", escribe Leonardo da Vinci al borde del Loira, "he pasado junto a ti, tiempo-agua que destruyes reinos, y siempre me has dicho lo mismo: Pobre Leonardo que deseas demasiadas cosas, has malgastado tus horas...". Pero también es este el espacio de los grandes reinos, de las arrogantes Juanas de Arco que se levantan en Chinon frente a un rey que no se comporta como tal, de la sede de los imperios de Leonor de Aquitania en un Langeais que todavía hoy resulta medieval y arrogante a su extraña manera, de las tumbas de Ricardo Corazón de León y Enrique II en la abadía de Fontevraud...
Y de nuevo, como en una última vuelta de tuerca, lo monumental encierra de nuevo lo humano; aún hoy en el castillo de Ussé, en el que se inspiró Perrault para su bella durmiente, hay una cámara real, una habitación delicadamente preparada por una hija para un padre rey que nunca vino...
El Loira, junto al Danubio o el Nilo, es un digno representante de esa pequeña nómina de ríos que se comportan casi como interventores de la historia. Esconde, en la aparente tranquilidad verde de un entorno llano y pacífico, un corazón que se agita como cualquier corazón humano, que es capaz de descansar y enloquecer, de dormir y reventar de la ira, de amar desesperadamente y asombrarse de lo minúsculo. Y como siempre se le infravalora, siempre encuentra desprevenidos a quienes le rodean.
Nada es por casualidad, y menos que nada los ríos, que a lo largo de la historia han atraído a los genios y a los locos. Todo lo que fluye es fuerza y tristeza, pero no sabemos de dónde viene ni la fuerza ni la tristeza. De la misma forma que no sabemos si es cierto que los montes de Chinon los creó a patadas una figura fantástica llamada Pantagruel, inventada por el loco genial de Rabelais, o si la mujer que se cruza con nosotros en la confluencia del Loira y del río Vienne, en el pequeño pueblo de Candes-Saint Martin, es esa invención de Balzac de El lirio en el valle, esa Enriqueta maternal y erótica de la que nos enamoraremos y que nos enseñará a vivir y medrar en sociedad, impidiendo de antemano que nuestro corazón se despeñe por caminos que no son el nuestro. Quienquiera que se siente a la orilla del Loira querrá preguntarle su secreto y se irá con su respuesta, una respuesta que, como esta frase, quisiera tapar el periódico completo, igual que cada frase a la anterior, y no dejar en la página más que un error, un fluido amable, como una vida, como un río.
- Andrés Barba (Madrid, 1975) ganó el Premio Gonzalo Torrente Ballester con su novela Versiones de Teresa (Anagrama).
GUÍA PRÁCTICA
Cómo ir- El tren de alta velocidad
TGV
(www.tgv.com) enlaza París y Tours en poco más de una hora. El precio del billete, en clase turista, es de 35,8 euros por trayecto.- El trenhotel
Elipsos
(902 24 34 02; www.renfe.es) viaja entre Madrid y la ciudad de Blois. El precio por trayecto con la tarifa mini es de 60 euros.
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