Algo huele mal en Ibiza

Hay periodistas que captan y transmiten con claridad momentos cruciales de la vida de una sociedad. Ése es el caso de Patricia Ortega, a la que quiero felicitar por su artículo La revuelta del asfalto despierta Ibiza (EL PAÍS, 19 de febrero). El artículo plantea múltiples preguntas que, como ciudadana de un Estado de derecho, creo deben ser contestadas, si queremos seguir teniendo confianza en las instituciones.

¿Cómo es posible que unos proyectos de mejora en las carreteras de Ibiza, que iban a ser financiados por el Estado e incluidos en los Presupuestos de 2007 para su posterior desarrollo en 2008, se hayan sustraído de dicho cauce, el cual beneficiaba a todos los ciudadanos de Baleares? ¿Cómo es posible que se haya renunciado, por decisión unilateral del Gobierno balear presidido por Jaume Matas, a dicha financiación y se haya elegido un procedimiento de urgencia de expropiación, basado en un pretendido "interés social"? ¿Cómo es posible que la construcción de las autopistas se adjudicara en concurso público por el Gobierno balear a dos empresas vinculadas con el ex comisario europeo y ex ministro de Exteriores del PP, señor Matutes, por el ridículo precio de 516 millones de euros, más o menos, por los tres tramos de autovía? ¿Cómo es posible que se haya dejado a todos los ciudadanos de Baleares endeudados por 25 años en un proyecto que podía habernos salido gratis y estar más acorde con las necesidades reales de la isla?

¿Cómo es posible que en dicho procedimiento de urgencia no se hayan respetado escrupulosamente las formalidades legales? Y, finalmente, ¿cómo es posible que la oposición del PSOE haya sido tan ineficiente que ni ha podido parar todo esto ni ha sabido capitalizarlo.