Feminismos, vivos y coleando
Una tesis doctoral de Teresa Yeves revela cómo el movimiento de mujeres ha creado en Valencia un espacio de confluencia
La inmediata, contundente y unitaria respuesta que se ha dado a los casos del Aleluya y de los desfiles en ropa interior para promocionar cemento certifican que el movimiento feminista en la ciudad de Valencia goza de muy buena salud, pese a haber sido doblemente enterrado. Es el diagnóstico que, incluso antes de tales provocaciones, tiene hecho Teresa Yeves en su tesis doctoral, dirigida por Josepa Cucó. El resultado de esta investigación ha sido defendido hace poco en un insólito acto que, más que a un rito académico, se asemejaba a una asamblea donde estaban representados prácticamente todos los grupos de mujeres que componen el panorama asociativo de la capital, y que ella censa en 55.
Esta feminista histórica, profesora de Ciencias Sociales que tiene vividos en primera persona los avatares que rodean al movimiento desde 1975, quiso iniciar el trabajo de campo en 1997 y acabarlo en el 2003. "La primera fecha porque es cuando se celebraron las segundas jornadas del feminismo valenciano, 20 años después de aquellas emblemáticas de 1977. La segunda, en el acto de despedida a Presen Sáez, donde quedó claro que se había logrado crear un espacio de confluencia más allá de las disensiones".
Años de hielo que arrancaron en 1979, con el desencuentro entre "radicales" y "políticas", entre los feminismos "de la diferencia" o de la "igualdad", una importante fractura escenificada en las jornadas de Granada. Según la autora, luego el PSOE decretó la muerte del movimiento (víctima también del éxito) con la llegada al poder, el "entrismo" practicado por muchas y la creación en 1983 del Instituto de la Mujer y similares periféricos. Aquello no impidió que entre 1985 y el 2000 las militantes procedentes del MC hicieran cuajar una Coordinadora de Organizaciones Feministas, y que entretanto tuviera lugar el acercamiento de colectivos que se necesitaban mutuamente: políticas (Progressistes), históricas (Casa de la Dona), universitarias, mujeres de barrio, jóvenes, etc.
"Se produjo una cita ritual", dice Yeves, "principalmente alrededor de la manifestación del 8 de Marzo, en la calle, un lugar que jamás resultó neutral, un espacio que nunca ha sido propio de las mujeres".
Darse cuenta de que también otras estaban por el cambio, "aunque el cambio fuera diverso para mujeres diversas", ha dado lugar a la creación, por ejemplo, de la Plataforma Feminista, que no aparece en el trabajo de Yeves porque sólo tiene un año de vida. En ella se alinean también los partidos y los sindicatos: el feminismo "institucional". Ello se explica, según la autora, porque el feminismo ha sido el espacio de cambio y de confluencia, "pero también han aceptado los distintos grupos que no es propiedad de nadie".
Ejemplos de ese "sumar presencias y encontrarse": en el 2000, la Marcha Mundial de las Mujeres; algunas vocalías de la mujer del movimiento vecinal que empiezan a provocar grandes cambios con "pequeñas" actividades, como es el caso del Grup de Dones Malvarrosa; las jóvenes okupas, que ponen la sal lúdica y creativa cada 8 de marzo; las Mujeres de Negro que se integran por vez primera en las movilizaciones generales contra la invasión de Irak; las amas de casa Tyrius del Palmar, que reciben la solidaridad de las socialistas y comunistas; las madres de familia que no pudieron hacer el bachillerato y pagan por asistir a los seminarios de filosofía de Antígona y de Dones Grans, debaten sobre islamismo y leen a Hannah Arendt. Santuarios financieros, académicos o culturales van siendo "invadidos" por actos feministas, aunque no se autoidentifiquen como tales.
Vivito y coleando. Desmintiendo el acta de defunción firmada por las Ciencias Sociales. "Quien se piense que el feminismo está muerto es que continúa sin vernos. Y si no nos ve es porque no nos quiere mirar".
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