_
_
_
_
_
AULAS

Un chico con parálisis cerebral reclama apoyo para ir a la universidad

Adnane tiene un expediente académico brillante

Es la hora del recreo en el Instituto Guadaiza de San Pedro de Alcántara (Málaga). Al fondo del campo de fútbol se arremolinan varios chavales en torno a Adnane El Yaagoubi, que sigue la charla tumbado en su silla de ruedas. Adnane tiene 17 años, cursa 1º de Bachillerato y padece de nacimiento una parálisis cerebral que ha ido ajando su cuerpo hasta dejarle casi inmovilizado. Adnane sólo se puede defender con las palabras, ésas que hilvana a la velocidad del rayo y que revelan que su enfermedad, pese a dejarlo paralizado de cuello para abajo, no ha podido con él.

Adnane es un ejemplo de superación y un torrente de simpatía. Terminó la ESO con un expediente brillante, donde los sobresalientes abundaban y ahora encara la última etapa de sus estudios con el firme propósito de ir a la universidad. "Quiero estudiar Informática en Granada", afirma sin titubear venciendo las trabas que le suponen los espasmos que sufre y que le dificultan verbalizar sus pensamientos en cualquiera de los cuatro idiomas que maneja.

La parálisis cerebral que padece desde que nació fue el motivo de su llegada a España. Con cinco años, sus padres decidieron dejarlo en manos de una asociación de paralíticos cerebrales de Málaga, dado que su enfermedad era un obstáculo insalvable para él y su familia en Marruecos, de donde es originario. "Me trajeron a Málaga porque allí la gente no está acostumbrada a ver personas como yo", recuerda Adnane, "cuando he ido de visita me miran como a un marciano", añade.

Tras unos años en un centro de esa asociación, a este inquieto estudiante le cambió la vida de golpe. Allí conoció al que más tarde se convirtió en su tutor legal, con el que vive ahora. "Tenía 12 años cuando me fui a vivir con él. Eso me cambió la vida, porque ese centro era un desastre total", dice. Esa nueva forma de vida se enriqueció con su llegada al Instituto Guadaiza, donde ya lleva tres cursos perfectamente integrado. "Aquí es uno más. Nadie lo trata diferente. Tiene muchísimos amigos y eso le ha ayudado a asentarse", explica Charo Reina, monitora de Educación Especial, sombra, amiga y confidente de Adnane desde su llegada al instituto. "Pese a sus limitaciones de movilidad, Adnane participa en todo, incluso lo ponen a rematar de cabeza en los partidos de fútbol", cuenta Charo, quien junto al equipo de motóricos que atiende a chicos con problemas de movilidad han ideado mil y un sistemas para que el chico venza los obstáculos de la enfermedad.

Dispositivos para teclear, ratones que se activan por soplidos, cualquier cosa para brindarle autonomía en sus estudios y su quehacer diario. "Ha ido perdiendo movilidad, pero aún se defiende", dice Charo, aún maravillada de la agilidad mental de su pupilo.

"Le encantan la Física, la Química y, sobre todo, las Matemáticas. ¿Sabes lo difícil que es estudiar Matemáticas cuando no puedes practicar sobre un papel las ecuaciones, trigonometría, logaritmos y demás...? Pues aún así saca unas notazas", añade la profesora. Y es que Adnane se las apaña para superarlo todo. Lo que ahora le tiene inquieto es pensar que no va a poder estudiar una carrera como sus amigos. "Yo quiero ser Informático e irme a estudiar a Granada", afirma. El problema estriba en que son muy pocas las ayudas públicas que reciben personas como Adnane. "Él necesitaría una plaza en una residencia adaptada, un monitor de apoyo y ayudas económicas para costearle esa asistencia personalizada, porque cuesta mucho dinero", añade Charo Reina.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_