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AULAS | LA VIOLENCIA MACHISTA PUEDE DETECTARSE EN LAS ESCUELAS

La asociación Miríadas enseña a los profesores a detectar agresiones sexistas en los hogares

La experiencia contra la violencia machista se ha realizado en el Ciudad de los Niños de Huelva

Todo acto violento ocurrido en una escuela o un instituto es también un reflejo de lo que ocurre más allá de sus muros. Los recientes episodios de menores que agreden con bates de béisbol en clase (Sevilla), o críos que filmaban las agresiones a una menor con sus teléfonos móviles son ejemplos de traducciones, en los centros docentes, de una sociedad agresiva.

Con el fin de dotar de herramientas útiles a los profesionales de la educación para detectar episodios de este tipo, la asociación de mujeres Miríadas organizó, los pasados 23 y 24 de enero, un curso para los 30 maestros, profesores y monitores del colegio concertado Ciudad de los Niños de Huelva, de 250 alumnos. Una primera experiencia que tiene vocación de repetirse en otros centros y provincias.

La violencia machista que un niño respira diariamente en su casa también se asoma a las escuelas. Pero su sombra no tiene porqué ir siempre acompañada de agresiones sexistas. Un simple dibujo sin color, imágenes oscuras trazadas por un estudiante de mirada triste y actitud retraída; conducta que, a veces, alterna con respuestas agresivas e impulsivas en clase. Estas son sólo algunas de las pistas que pueden indicarle a un maestro que uno de sus estudiantes esté siendo testigo agresiones sexistas en su propia casa.

Adivinar, a través de los gestos y las actitudes de un menor en el aula, que su madre puede estar siendo agredida, no es fácil. Porque el universo del maltrato machista tiene millones de variantes que impiden perfilar un común denominador. Cada historia es única y distinta; y cada víctima y torturador también. Es una pesadilla que no entiende de clases sociales, nacionalidades o colores de piel.

Esta idea la repite una y mil veces Esperanza, nombre falso y evocador de la presidenta de Miríadas y una de las monitoras del curso impartido en Ciudad de los Niños. Ella misma es la superviviente de una pareja que se tornó en su verdugo. "Hay que trabajar con los niños, para evitar que comportamientos violentos los asimilen como algo normal y puedan llegar a repetirlos de adultos", dice la directora de Miríadas.

A pesar de ser una empresa ardua, siempre hay claves, huellas que dejan los estudiantes y que el profesor puede leer. "Entre los niños de tres a seis años se dan los dibujos de colores oscuros, donde la imagen del padre es enorme en comparación con la de la madre, y con las manos siempre abiertas y grandes. Estos niños juegan poco, y en clase suelen dormirse, porque se desvelan por las noches al oír los ruidos del cuarto de los padres. Entre los de 7 y 13, se producen llamadas de atención, se agudiza la irritabilidad y los episodios de absentismo. A partir de los 15 años todo se complica. Tratan de estar el menor tiempo posible en casa y, en su búsqueda de referentes, pueden terminar rodeándose de malas compañías", explica Esperanza.

Los cursos que Esperanza y Alicia Narciso (portavoz y monitora de Miríadas) impartieron en la Ciudad de los Niños fueron muy participativos, siempre basados en un diálogo entablado sobre casos prácticos. "La respuesta fue muy positiva, gracias al interés de los profesores, que hicieron todo tipo de preguntas. Era algo que realmente les interesaba y el tiempo programado, de dos horas por sesión, se alargó a casi cuatro cada una", recuerda Alicia.

Algunos de los supuestos realistas que vertebraban las jornadas, eran dramatizados en teatrillos por los propios asistentes. En el caso de los docentes del colegio onubense, las soluciones que encontrábamos solían ser bastante sensatas, recuerda Laly Alonso, jefa de estudios y psicóloga del colegio. Y es que el Ciudad de los Niños es conocido en Huelva por estar volcado en la integración del importante porcentaje de alumnos con necesidades específicas de toda la ciudad que acuden diariamente a sus aulas. Una empresa a la que se dedican desde hace 36 años en la capital y que nació en la posguerra en Granada (sede de la casa matriz) para atender a los niños huérfanos de la contienda.

Francisco José Mora es el director del Ciudad de los Niños y profesor de 3º y 4º de ESO: "Actividades como esta te hacen estar más alerta ante estas situaciones, mucho más sensibles".

¿Y cómo puede actuar un docente sospecha, a través de alguno de sus alumnos que en casa de éste se viven brotes de agresiones machistas? "Lo primero es hablar con el niño", explica el director, "después, se trata de hablar con la familia", añade. "Y si es necesario, se acude a los equipos de Servicios Sociales", puntualiza la psicóloga Laly Alonso.

Acudir a la familia. No es tarea fácil, ya que "una madre maltratada, no responde a las peticiones de visita al centro de un docente", explica Esperanza. Es entonces cuando la asociación Miríadas propone una solución activa: que sean los docentes los que se pongan en contacto con ellas. Los miembros de Miríadas, de forma casi detectivesca, intentarán ponerse en contacto con esa mujer para explicarle las alternativas a su infierno.

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